Se
nos ha muerto Zygmunt Bauman (Poznań,1925 – Leeds, 2017), el
sociólogo y filósofo de la modernidad líquida, de este mundo
posmoderno nuestro que él ha sabido comprender lúcidamente y
descubrírnoslo en carne viva.
Desde
el último cuarto del siglo pasado, filósofos y sociólogos de la
posmodernidad han recurrido a conceptos/metáfora para interpretar o
describir la realidad que vivimos: el
fin
de los grandes relatos,
de Lyotard (La
condición postmoderna.
Informe
sobre el saber. Madrid.
Cátedra, 1989),
o el pensamiento
débil,
de Vattimo (El
fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura
posmoderna.
Ed. Gedisa. Barcelona, 1985),
la hiperrealidad
de Baudrillard (La
guerra del golfo no ha tenido lugar.
Anagrama. Barcelona, 1991), o los no-lugares
de Marc Augé (Los
no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la
sobremodernidad.
Gedisa. Barcelona, 1992), lo mismo que la sociedad-red
de Castells (La
Sociedad Red.
Alianza Ed. Madrid, 2006) o las esferas,
burbujas, globos
y espumas
de Sloterdijk (Esferas
I. Burbujas. Microsferología.
Ed. Siruela. Madrid, 1998 / Esferas
II. Globos. Macrosferología.
Ed. Siruela. Madrid, 1999 / Esferas
III. Espumas. Esferología plural.
Ed. Siruela. Madrid, 2006), son algunos ejemplos de esas metáforas
(esos conceptos metaforizados) que pretenden dar razón e imagen del
mundo actual.
En
todas esas metáforas parece que siempre nos movemos en la cuerda
floja, en la cuasi contradicción del relato que niega los relatos,
de esos no-lugares que nada tienen de utópicos, de una virtualidad
tan real que desplaza la realidad misma, de esa red que nos atrapa al
tiempo que nos abre al mundo, de un dentro y un fuera de las esferas,
de la movilidad de las espumas que se disipan. Y al fondo, siempre,
el individualismo –y la soledad- más feroz en medio de la
muchedumbre.
Bauman
ha preferido no hablar de posmodernidad, sino de una modernidad
líquida
y efectivamente ha sido enormemente
perspicaz a la hora de elegir metáfora: la liquidez. Liquidez
es un término traído de la economía para referirse a la cualidad
de los activos para ser convertidos fácilmente en dinero contante y
sonante, en dinero efectivo,
de manera que tener liquidez hace posible el cambio, la
trasnformación, y no tenerla te deja fuera del mercado.
Es
cierto que Bauman obvia esta relación económica –dineraria- y
prefiere apoyarse en la descripción convencional de la liquidez: los
líquidos, los fluidos, no conservan fácilmente la forma, [-]
no se fijan al espacio ni se atan al tiempo,
[-] ese espacio que solo
llenan ´por un momento´.
[-] Estas razones justifican
que consideremos que la `fluidez´ o la `liquidez´ son metáforas
adecuadas para aprehender la naturaleza de la fase actual –en
muchos sentidos nueva-
de la historia de la modernidad
(Modernidad Líquida,
FCE. Buenos Aires, 1999, prólogo).
Para
Bauman la modernidad se ha licuado, se ha vuelto líquida, ya no es
el bien sólido al que agarrase, sino que impera la fluidez de la
incertidumbre, la fragilidad y el miedo. Porque si bien es cierto que
la modernidad siempre fue un proceso de licuefacción, de derribo de
los sólidos premodernos para establecer nuevos sólidos, en
la actualidad, las pautas y configuraciones ya no están determinadas
y no resultan autoevidentes
de ningún modo. [-]
El poder de licuefacción se ha desplazado del sistema
a la sociedad,
de la política
a las políticas de vida…
o ha descendido del macronivel
al micronivel
de la cohabitación social.[-]
la nuestra es una versión privatizada de la modernidad, en la que el
peso de la construcción de pautas y la responsabilidad del fracaso
caen principalmente sobre los hombros del individuo
(ibíd).
Y esto tiene consecuencias, claro está, en las relaciones de poder,
en las relaciones políticas, en las relaciones personales, en la
manera de ver el mundo y vivir la vida.
Las
notas más significativas de esas consecuencias son la
extraterritorialidad,
el fin del compromiso mutuo,
la huida,
la evitación,
el nomadismo, la fragilidad,
la ausencia de vínculos estables. De ahí que la saga de estudios
haya sido para Bauman pasar de la modernidad
líquida al amor
líquido
(Amor Líquido.
Acerca de la fragilidad humana.
F.C.E. Buenos Aires,
2005) entendido como la fragilidad de las relaciones humanas y la
ausencia de compromiso emocional, del amor
líquido a la vida
líquida
(Vida Líquida.
Paidós. Barcelona,
2006) presentada como la proyección de la sociedad de consumo a
todos los ámbitos de la vida, y de ésta al miedo
líquido
(Miedo Líquido.
Paidós. Barcelona, 2007),
a la seguridad de que todo es incierto y nada hay seguro.
En
el fondo, Bauman nos ha estado contando lo que ya sabíamos, lo que
tenemos a la vista permanentemente y, por ello mismo, no prestamos
atención: las categorías propias de la modernidad (libertad,
igualdad, fraternidad, emancipación, justicia, trabajo, política,
etc.) han ido poco a poco sustituyéndose por las relaciones líquidas
que imponen el mercado y el consumo.
Y
detrás del consumo y del mercado, el deseo. El deseo de rentabilidad
(de placer inmediato), la expectativa de ganar más ajustando la
inversión de medios que se ponen en juego. Y detrás del deseo, la
insatisfacción y la incertidumbre (el miedo): más allá del objeto
deseado hay otros objetos de deseo aún por alcanzar; más acá del
objeto conseguido podría haber habido otros más deseables que hemos
podido dejar escapar. La
vida líquida fluye o se desliza lenta y pesadamente de un desafío a
otro y de un episodio a otro, y el hábito familiar a todos estos
desafíos y episodios es el de su tendencia a ser efímeros. [-]
Se trata de demorar la
frustración,
no la gratificación. [-]
Por decirlo con la máxima
sencillez: disfrute ahora,
pague después. [-] Podemos,
por así decirlo, consumir el futuro por adelantado.
[-] Lo que un futuro
incierto pide a gritos son tarjetas de crédito
(ibíd. Introducción).
En
el mundo líquido nada es para
siempre, y por eso hay que
estar preparados para cualquier cambio, para cualquier oportunidad, y
adaptarse a las exigencias. Se acabó el trabajo para toda la vida,
se acabó el amor para toda la vida, se acabó la casa para toda la
vida. En el mundo líquido las identidades se flexibilizan, se
adaptan, fluyen evitando el arraigo. Por eso no caben las emociones,
los sentimientos que nos vinculan a otros y nos pueden hacer perder
buenas oportunidades. En este mundo líquido quien no se adapta o
quien no tiene la posibilidad de hacerlo acaba siendo un desecho
humano, un residuo del
sistema: parados, emigrantes sin papeles, marginados. Y
esto tanto vale para los individuos como para las sociedades, porque
este mundo líquido es el de la globalización, el del neoliberalismo
triunfante; el mundo donde la política ha perdido su papel.
Ocho
años antes del estallido de la crisis que estamos sufriendo, Bauman
escribía su En busca de la
política (En
Busca de la política.
FCE, Buenos Aires, 1999),
en el que aún no aparece la metáfora de la liquidez. En el libro
habla de la economía
política de la incertidumbre,
de la desregulación de los mercados, de los poderes supraestatales y
globales que sustituyen al poder tradicional de los Estados-Nación
de la modernidad: Una vez
que el Estado reconoce la prioridad y la superioridad de las leyes
del mercado sobre las leyes de la polis, el ciudadano se transmuta en
consumidor. [-] La
libertad de mercado es el único instrumento que hace falta para
condicionar completamente la conducta humana que mantiene en marcha
la economía global
(ibíd).
En
el mundo global líquido, el ciudadano ha devenido en consumidor y
lleva esa condición a todo su mundo: a la política, al ámbito
laboral, a sus relaciones amorosas, a su vida cotidiana. Y solo puede
ser consumidor (ciudadano) si está dentro del sistema: Los
pobres son el Otro de los asustados consumidores… [-]
El hecho de ver a los
indigentes y destituidos es, para todos los seres coherentes y
sensibles, un oportuno
recordatorio de que incluso la vida más próspera es insegura y de
que el éxito de hoy no impide la caída de mañana
(ibíd).
En
la metáfora de la liquidez ha encontrado Bauman algo sólido: un
modo de aproximarse a la realidad actual, capaz de describirla, si no
explicarla, que penetra por todos los rincones. Basta, por ejemplo,
con reflexionar acerca de los concursos televisivos, incluidos los de
telerrealidad,
para darse cuenta de hasta dónde ha llegado el mundo líquido: Las
fábulas morales de antaño hablaban de las recompensas que
aguardaban a los virtuosos y de los castigos que se preparaban para
los pecadores. Gran
Hermano, El
rival más débil y otros
muchos cuentos morales similares que hoy en día se ofrecen a los
habitantes de nuestro mundo moderno líquido (y que éstos absorben
ávidamente) ponen de relieve verdades distintas. En primer lugar, el
castigo pasa a ser la norma y la recompensa, la excepción
(Miedo Líquido.
El terror a la muerte).
Y el castigo suele ser la expulsión sin motivo conocido decidida por
otros también desconocidos.
La
audiencia, las reglas, el sistema, los mercados han decidido que…
El poder sin rostro y desterritorializado ha decidido sobre tal o
cual consumidor, sobre tal o cual Estado. Y nada podemos hacer para
evitarlo, nada garantiza que si hacemos tal o cual cosa nos
salvaremos.
El
refugio, entonces, lo encontramos en la desvinculación, en el
aprovechamiento de nuestros propios recursos para obtener las mejores
ventajas invirtiéndolos en lo más deseable ahora;
en la falta de oposición al sistema depredador; y en el anonimato de
la WEB, que nos permite expulsar al otro de nuestra vida o
desaparecer para siempre para la otra persona con un simple clic,
sin compromisos, buscando otro partenaire al que expulsar, con la
máscara de otro nickname.
Bauman
nos ha regalado una herramienta sólida, una mirada sólida y fácil
de aplicar para intentar comprender nuestro mundo un poco mejor. Se
nos ha muerto, pero nos ha dejado más despiertos. Sit
tibi terra levis, profesor.