miércoles, 29 de abril de 2020

O LLEVAR EL CIGARRO ENCENDIDO *

Cuando dejó de circular el tranvía 40 por López de Hoyos yo tenía siete años, pero recuerdo haber montado una o dos veces, no sé bien. Solo recuerdo tres cosas de aquello: una mujer sentada en el asiento lateral diciéndole a su compañera de asiento que Fidel Castro era muy católico, el cordón de tubitos blancos que iba por la pared y del que había que tirar para que sonase el timbre de parada y el cartel de Prohibido Escupir

Algo tienen esos carteles públicos que siempre me ha intrigado. El que más, sin duda, es aquel de Prohibido Fumar que estaba en todos los vagones del metro y que llevaba una coletilla que lo aclaraba: o llevar el cigarro encendido. Y avisaba de multa de 5 pesetas.

No me es difícil imaginar a alguien, antes del cartel con aclaración, con el cigarro humeante en la mano, frente al revisor o a algún pasajero que le advirtiera de la prohibición diciendo: no estoy fumando. Aunque tampoco me es difícil imaginar al meticuloso censor de turno pensando en el texto del cartel para que no se escapara, con desplante y chulería, ni uno de los posibles infractores. Sea una u otra la escena —o alguna que no imagino— la coletilla del cartel algo dice de nosotros como sociedad y como ciudadanos.

Se anunció unos días antes que los niños podrían salir a pasear el domingo siguiente y se explicaron hasta la saciedad las condiciones para evitar contagios. Por fin se aliviaba el confinamiento, al menos para los niños menores de 14 años, que lo esperaban ansiosos. Llegó el domingo y vimos lo que vimos: parques, playas y avenidas llenas de niños y de adultos, grupos de niños jugando juntos y adultos, muchos adultos, acompañando a los niños —no sé si propios o ajenos— paseando al solecito o mirando al mar. 

Y no me es difícil imaginar a más de uno —de dos, de tres, de ene— maquinando en su casa la estrategia para saltarse a la torera las indicaciones y no ser multado. O sea, que al Gobierno se le olvidó añadir a la prohibición una coletilla a nuestra medida cívica.

* Publicado en Crónica Popular. 03.05.2020
https://www.cronicapopular.es/2020/05/oportunidad-perversa/
.

viernes, 24 de abril de 2020

ALARGANDO LA CADENA CISMOGENÉTICA *


Era muy previsible que el gobierno de coalición formado tras las elecciones de noviembre de 2019 se encontrara desde el minuto uno, hiciera lo que hiciera, con durísimas críticas de la oposición más hiperventilada. No era previsible que el nuevo gobierno, apenas estrenándose, se fuera a dar de bruces con el horror de la pandemia —y decretando el estado de alarma—, pero sí lo era que la oposición más enrabietada quisiera sacar provecho político de los errores que pudiera cometer el gobierno, incluso en situaciones de emergencia. Era previsible porque el clima político ya desde hace años es exactamente ese.
Las Elecciones Generales de diciembre de 2015 fracasaron porque no fue posible investir presidente a ningún candidato. Las del junio de 2016 dieron como resultado un gobierno en minoría de Rajoy que apenas duró dos años: la sentencia de la Gurtel y la moción de censura lo derribaron. El gobierno de Sánchez salido de la moción, aún más minoritario, tuvo que convocar elecciones para abril de 2019 al no conseguir que sus socios parlamentarios aprobaran los Presupuestos Generales. Pero también se malograron las generales de abril: agotado el plazo para investir presidente al candidato, automáticamente se convocaron elecciones para noviembre de 2019. Y en esas estamos. En cuatro años, cuatro Elecciones Generales.
La crispación, el navajeo político, la desconfianza, la mentira descarada y la manipulación torticera de los hechos son ya las armas —nunca mejor dicho— más habituales y sintomáticas de una política enferma.
Resulta casi imposible averiguar cuándo comenzó esta patología. Quizá con aquel Aznar de “la derecha sin complejos” —tan del gusto de Aguirre y que ahora anida en Álvarez de Toledo y Abascal—, una forma de decir que estaban dispuestos a imponer su programa sí o sí. O quizá empezó antes, con el “acoso y derribo” a Suárez de González y de Guerra, desde fuera, y de los suyos desde dentro de la UCD. O quizá en la represión franquista. O quizá en los desmanes republicanos. O quizá…
Lo cierto es que solo en los dos últimos siglos hemos tenido cuatro guerras civiles, tres dictaduras, 43 años de terrorismo y una larga cadena de golpes de Estado, sublevaciones y asonadas.
El antropólogo Gregory Bateson (1904-1980) acuñó el concepto de “cadena cismogenética” para describir la capacidad que tienen algunas culturas de generar, encadenar y desarrollar divisiones —cismas— y conflictos internos, hasta llevar al colapso del propio sistema. La tarea para evitar ese colapso solo puede ser la de romper de algún modo tal cadena.
Pese a todas las carencias y todos los defectos que se le quieran buscar, eso es lo que parecía buscar la Transición, la ruptura de esa cadena. La autodisolución de las Cortes franquistas —probablemente creyendo que todo estaba “atado y bien atado”, cosa que en buena parte resultó ser cierto—, la legalización de los partidos políticos —incluido el Partido Comunista, el más demonizado por la dictadura— y el uso del consenso habermasiano para elaborar la Constitución de 1978 —siempre buscando el punto intermedio en el que nadie ganara del todo ni nadie perdiera del todo— fueron algunas de las cizallas útiles para cortar los eslabones de esa cadena, que de nuevo se están soldando.
Cuesta decirlo, pero parece que la nuestra es una de esas sociedades que tienen bien arraigadas la división y el enfrentamiento que obvia los daños, directos o colaterales. Mientras todos se tiran trastos —y esconden la mano de sus verdaderas intenciones— la pandemia sigue aquí, infectando y matando, abriéndose paso entre esa otra enfermedad que alarga la cadena.

* Publicado en Crónica Popular. 25.04.2020
https://www.cronicapopular.es/2020/04/alargando-la-cadena-cismogenetica/

.

jueves, 16 de abril de 2020

CARGADO DE PELIGROS *

Este virus que recorre el mundo viene cargado de peligros y de consecuencias indeseables. El más evidente e inmediato, claro, es el peligro de contagio y de enfermedad violenta que, en el peor de los casos, lleva a la muerte. Pero, siendo el más grave, no es el único peligro.
Además, ya está claro que ha puesto en tanto peligro nuestro modo de vida y nuestras costumbres emocionalmente más sanas y más arraigadas —el contacto con otros, el saludo afectivo, las reuniones familiares o con amigos en casa o en el bar…—, que no sabemos a ciencia cierta si alguna vez podremos recuperarlas y recuperarnos. Y aquí estamos, confinados, enguantados y enmascarados, y tan obedientes que, por una vez, lavarse las manos no significa desentenderse, sino responsabilizarse.

Más peligros: el peligro de desastre económico y las consecuencias que lleva implícito: el cierre de empresas pequeñas, medianas y grandes; el paro de quién sabe cuántos millones de trabajadores en el mundo; la escasez de recursos personales para vivir —alimentarnos, vestirnos, cobijarnos— y colectivos para mantener los sistemas de protección social, etc. O sea, la mano de la pobreza tocando a muchos de los que hasta ahora estaban a salvo.

Pobreza material y pobreza moral, que no es un peligro menor. Hay mucha, muchísima solidaridad, mucha gente jugándose la vida literalmente para protegernos y mucha gente agradecida que no falta a la cita de las ocho. Pero también hay gente miserable, muy miserable, que llama “rata contagiosa” a la médica, o que pone carteles en los portales para decirle a la vecina cajera que se mude a otro edificio, o vecinos que intentan impedir a pedradas que entre en su pueblo el autobús cargado de ancianos contagiados. Por no hablar de quienes intentan aprovecharse económicamente especulando o políticamente lanzando y manteniendo bulos.

Y un peligro futuro. Se dice, seguramente con razón, que esta pandemia marcará un antes y un después; que inevitablemente el mundo será distinto a partir de ahora. El peligro, sin embargo, es que ese mundo distinto que se nos anuncia sea finalmente el mismo mundo que conocemos, con más poder económico para los de siempre —el capitalismo siempre ha sabido adaptarse a cualquier situación para seguir obteniendo beneficios—, con más poder para los gobiernos —siempre la excusa de la seguridad termina limitando libertades y derechos— y más restricciones económicas, políticas y jurídicas para el común de los mortales. Y algún peligro más habrá que se me escapa.

* Publicado en Crónica Popular. 19.04.2020
https://www.cronicapopular.es/2020/04/cargado-de-peligros/
.