viernes, 31 de agosto de 2012

QUE NO SE NOS OLVIDE *

Si la esencia del liberalismo es la defensa de la libertad individual, que se concreta en los derechos y libertades civiles, su quintaesencia es la radicalización de la propiedad privada, que hace patente y realiza esa libertad. De ahí que para el liberalismo clásico el Estado debe dedicarse exclusivamente a salvaguardar las libertades y las propiedades de los individuos. Es la idea de Estado Mínimo, para quien la comunidad y el bien común no son más que la yuxtaposición de individuos y de bienes individuales.

Pasa, sin embargo, que un Estado no es solo una asociación de propietarios, sino que está integrado por todos y cada uno de los ciudadanos, con o sin propiedades, ricos o pobres, tan ciudadanos unos como otros; pasa, que en un Estado hay desigualdad entre sus ciudadanos y, por ello mismo, unos son más libres que otros; pasa, que el Estado, cuando lo es, es algo más que la suma de individuos y el bien común va más allá de los bienes particulares.

Las luchas del movimiento obrero en favor de la igualdad (o en contra de la desigualdad) consiguieron que los estados liberales encontraran dos fórmulas piadosas para proteger a los no propietarios: la propiedad pública de bienes y de servicios de protección social, y la llamada igualdad de oportunidades, esto es, facilitar medios iguales de partida para todos que cada quien rentabilizará o no según sus capacidades y su esfuerzo. Una falsa igualdad, necesaria pero no suficiente.

El neoliberalismo que se ha ido imponiendo desde los años ochenta, no tiene los ojos puestos en la comunidad, por supuesto, pero tampoco en los individuos, sino en los capitales: ya no se trata de la libre circulación de mercancías, sino de la libre circulación de capitales, procedentes de cientos de millones de depósitos y de operaciones bancarias de ciudadanos, aunque opacos para esos mismos ciudadanos. Lo verdaderamente rentable ya no es vender mercancías, sino comprar y vender dinero. O sea, la especulación.

Así, los Estados definitivamente pierden su papel, por pequeño que fuera, y su soberanía, es decir, su autoridad e independencia; y los ciudadanos nuestra ciudadanía. Que no se nos olvide que el capital nunca es democrático.


* El artículo es de junio de 2012, pero quedó inédito.

LA POLÍTICA ES COSA DE TODOS *

Se mire por donde se mire, ser ciudadano es ser político, miembro de la comunidad que se organiza a sí misma. Podemos, claro está, no ejercer la ciudadanía pero esa dejación también es política.

Cierto que algunos ciudadanos militan en partidos políticos; que otros lo hacen en sindicatos o en organizaciones empresariales; que aún otros han sido elegidos para representarnos y otros más han sido nombrados para ejercer cargos institucionales. Todos ellos, sin duda, se ocupan directamente de la actividad política en cualquiera de sus tareas, pero el resto de los ciudadanos no lo somos simplemente en las jornadas electorales: cada una de nuestras acciones y opiniones sobre la organización común (la polis, el Estado), lo mismo que nuestras omisiones, son en sí mismas políticas.

Cierto también que en nuestro mundo globalizado la política ha ido perdiendo su papel propio y ha venido siendo sustituida no por la economía, sino por una determinada forma de entender la economía que pone en el mercado libre y desregulado y en el consumo continuo su esperanza de crecimiento macroeconómico. No importa si los individuos concretos están en la miseria: lo importante es ser competitivos y aumentar la cuota de mercado porque –dicen- será así como se acabe con esa miseria.

Como el sistema no es nuevo, sino que tiene historia, hoy bien sabemos que el mercado sin control enriquece a unos y empobrece a otros. Aunque sería más correcto decir que enriquece a los mismos de siempre y empobrece a los mismos de siempre; que la desigualdad no sólo no desaparece con él, sino que se enquista.

Nosotros, los ciudadanos de a pie –parados, autónomos, asalariados- podemos asumir resignadamente el sistema en el que vivimos (y sus consecuencias) y aceptarlo como una condición natural ajena y distante contra la que no podemos hacer nada. O podemos resistirnos a ello con la herramienta que nosotros mismos hemos inventado: la política, la participación, la determinación para decir no. Y desde luego siempre estará en nuestra mano al menos no facilitarles la tarea.

El esclavismo y el feudalismo fueron en su día políticas mayoritarias y difícilmente quienes las vivieron podían imaginar otras distintas. Afortunadamente, algunos supieron decir no.

* Publicado en Elplural.com. Opinión. 29.IX.2010

miércoles, 29 de agosto de 2012

DÉFICIT DE ESTADO *

Pese a la crisis financiera y económica que padecemos no es al déficit de las cuentas del Estado al que me quiero referir; no es al déficit del Estado, sino al déficit de Estado. 

El Estado, que surgió para sacar al hombre del teórico estado de naturaleza (pre-moral, pre-político) y que se ha ido manteniendo como la máxima racionalidad de la organización de la vida en común garantizando los derechos y la seguridad de los ciudadanos, en nuestro siglo viene mostrando un déficit –una escasez- cada vez más profundo geopolítica, ideológica, política y administrativamente.

Ya no es secreto para nadie que en nuestro mundo globalizado y deslocalizado, donde el flujo de comunicación de personas, ideas, mercancías, capitales, etc. ha desdibujado las fronteras geográficas y horarias, el Estado (ese Estado-Nación configurado en el siglo XIX) inevitablemente va perdiendo soberanía e independencia: geopolíticamente los Estados se ven sometidos, por una parte, a instituciones supranacionales (económicas, militares, políticas y hasta religiosas) y, por otra, a poderes económicos ajenos mucho más difusos (esos mercados de los que se habla) que operan con sus propias reglas. Geopolíticamente, aunque los líderes se sienten en Cumbres internacionales, cada vez hay menos Estado.

Desde el punto de vista ideológico el déficit no es menor: fracasados los sistemas estatalistas (o en proceso de reestructuración, como en el caso de China) tanto el neoliberalismo dominante como los movimientos nacionalistas en alza van restando poder y presencia al Estado. El neoliberalismo, pidiendo explícitamente más individualidad, más libertad de la propiedad privada y menos intervención y protección del Estado; los nacionalismos, aspirando a su propia identidad estatal (como si el Estado que imaginan pudiera estar al margen de la crisis de la idea de Estado). Ideológicamente, cada vez hay menos Estado.

En el caso particular de España (aunque probablemente no sólo en su caso), ese déficit también se manifiesta política y administrativamente. La organización territorial y, seguramente, la Ley electoral actual propician que todos los partidos políticos mayoritarios sean a la vez Gobierno y oposición: quienes gobiernan en una administración pueden ser oposición en la de al lado; lo que un partido en la oposición reprocha al gobierno de tal administración, puede ser exactamente lo mismo que hace en la administración que él mismo gobierna. Probablemente por ello no es casual que, actualmente, no sean posibles los pactos de Estado en cualquier materia. Pactos que todos dicen pedir a la vez que todos ponen las trabas oportunas para que no se alcancen. Y si alguna vez en algo se logran (sea la lucha antiterrorista o las medidas anti-transfuguismo) siempre se hace bajo una sombra de sospecha y el temor a que el otro obtenga algún rédito mayor. Políticamente cada vez hay más política de Gobierno (de gobiernos, si no de Partidos) y menos Estado.

Y administrativamente ocurre otro tanto. La Constitución implícitamente establece tres administraciones del Estado con sus propios niveles de competencia: la Administración General (que no Central) del Estado, la Administración Autonómica y la Administración Local. No establece que haya tres Estados y, sin embargo, no es infrecuente que algún Gobierno autonómico gobierne en contra del Estado, no contra el Gobierno de España (que también) o de otra Comunidad, sino contra el Estado mismo haciendo real la paradoja: el Estado contra el Estado. Administrativamente, aunque pueda haber más burocracia, cada vez hay menos Estado.

Es posible que la idea y la realización de Estado ya haya dado todo lo que podía dar de sí; es posible que necesitemos inventar un nuevo concepto, una nueva institución, que lo sustituya. Pero lo cierto es que aún no hay tal sustituto y que lo que se perfila como posible (la individualidad radical, la desregulación, la competitividad, la supervivencia del más apto) no parece lo mejor.

* El artículo es de noviembre de 2010, aunque entonces quedó inédito. Pese a los casi dos años que han pasado, me parece perfectamente actual.

martes, 28 de agosto de 2012

DERECHOS CUESTIONADOS *

En un Estado democrático los derechos no llueven del cielo, ni son otorgados por la gracia del poder, sino que son el resultado explícito del mutuo reconocimiento entre los ciudadanos que se expresa en la ley. Un derecho es eso que cualquiera puede reclamar porque se le reconoce como propio. Pero no todos los derechos son iguales. De entre todos ellos, algunos son tan prioritarios que se entienden como fundamentales y como necesitados de especial protección del Estado para prevenir que, en algún momento, puedan ser suprimidos o limitados.

Y eso es lo que hace nuestra Constitución con el contenido del artículo 14 y todos los artículos de la Sección primera del Capítulo II del Título I: especificar tales derechos fundamentales (a la vida, a la libertad ideológica, a la seguridad, a la intimidad, a la libre circulación, a la libre expresión, de reunión pacífica, de asociación, a la libre participación en los asuntos públicos, a la tutela de los jueces y a la presunción de inocencia, a la educación, a la libre sindicación y a la huelga, y el derecho de petición individual o colectiva). Todos estos derechos la Constitución los declara fundamentales porque son esenciales para configurar un Estado social y democrático de Derecho.

Poco a poco vamos viendo, sin embargo, que los derechos, por muy fundamentales que sean, son enormemente frágiles; que las cada vez más extendidas tesis del neoliberalismo (o neoconservadurismo –los llamados neocon-) los van poniendo en duda, precisamente en su afán de reducir la intervención del Estado. Por eso ya no es raro oír a dirigentes del Partido Popular y de la CEOE cuestionando el papel de los sindicatos, proponiendo revisar el derecho de huelga, lamentándose de tener que fijar servicios mínimos, o claramente afirmando que todos tenemos que perder derechos.

Contrasta esta postura, desde luego, con las propuestas desde la izquierda (y de una parte de liberalismo) de extender derechos y, sobre todo, de extender las condiciones en que puedan ser ejercidos, desde la Ley de Dependencia a la Ley de Igualdad, pasando por todas las medidas de desigualdad positiva (el trato de favor para superar desigualdades previas).

Parece, sin embargo, que inmersos todos a la fuerza en la lógica de los recortes económicos no hay empacho en recortar derechos; parece que los derechos amparados en la constitución y el propio Estado social y democrático empiezan a ser vistos como lujos insostenibles de irresponsables derrochadores, en lugar de ser entendidos como garantes de la libertad de todos y del bien común.

* El artículo es de marzo de 2012, pero entonces quedó inédito.

lunes, 27 de agosto de 2012

LA CARA OCULTA *

Como la luna, todos tenemos una cara oculta, no necesariamente perversa, que preferimos guardar en el rincón más privado de nuestra intimidad. Es tan íntima y tan privada que, si sale a la luz, nos sentimos más desnudos que cuando estamos sin ropa, más indefensos, violados de alguna manera por los ojos de ese alguien que nos ve.

También los Estados tienen su cara oculta, supuestamente bien custodiada por sus servicios de inteligencia bajo el rótulo de secreto. Se dice que son las cloacas, las alcantarillas del Estado, pero más bien deberían ser entendidas como la memoria de su propia conciencia: el cuarto oscuro donde celosamente guardan las ideas, los sentimientos, los recuerdos, los deseos, los planes y las frustraciones más íntimos. Que en ese cuarto oscuro guarden los Gobiernos cuanto de lo que hacen es indecente, o alegal (o acaso  abiertamente ilegal), cuanto la Razón de Estado sea capaz de encubrir y justificar si llegan noches de insomnio, todos lo sospechamos y, mejor que peor, lo aceptamos.

Los documentos del Departamento de Estado de EE.UU que está filtrando Wikileaks y que The New York Times, The Guardian, Der Spiegel, Le Monde y El País van haciendo llegar al público en general están poniendo a la vista probablemente una minúscula parte de esa cara oculta que cualquier Estado tiene, y en ellos leemos cómo son vistos algunos asuntos y personajes, y qué hicieron y dijeron los personajes mismos a uno y otro lado; cómo unos y otros quedan con algunas vergüenzas al aire. Por eso la oscura denuncia contra Assange que ha motivado su detención en Londres es toda una metáfora que deja ver subliminalmente cómo se sienten en el Departamento de Estado: violados después de que el condón se rompiera.

Veremos cómo acaba todo esto. El final feliz sería que sirviera para que los servicios de inteligencia actuaran siempre decentemente. El final previsible es que los Estados redoblarán sus esfuerzos por mantener en secreto lo que les interese y que Assange y su Wikileaks van a terminar machacados.

* Ahora que Julien Assange está asilado en la embajada de Ecuador en Londres y Garzón se ha hecho cargo de su defensa, recupero este artículo de diciembre de 2010 que se quedó inédito. La foto está tomada de la pantalla del ordenador, de las imágenes de google.

domingo, 26 de agosto de 2012

EN EL VALLE DE LOS CAÍDOS NO CRECEN AMAPOLAS *

De paso por Londres coincidí hace pocos días con la celebración del Poppy Day, Día del Armisticio o Día del Recuerdo. A las once de la mañana del día once del mes once, la ciudad se paraliza durante dos minutos de silencio y miles de cruces, estrellas de David y Medias Lunas (muchas de ellas con nombres y fechas), adornadas todas con amapolas, llenan los monumentos a los caídos en todas las guerras y los jardines de las iglesias. Alguna banda de música de veteranos recorría las calles; gente, mucha gente lleva en la solapa una amapola. Por supuesto también hay alguna manifestación contra las guerras (particularmente contra la operación actual en Afganistán). 

Si soy sincero, tuve sentimientos encontrados: si por una parte me impresionó el tono cívico y enormemente respetuoso de la celebración, por otra me desagradó el fondo de exaltación bélica. En esa sensación agridulce inevitablemente pensé en la imposibilidad de que en nuestro país se celebrara algo parecido: la guerra que aquí nos duele aún es la guerra civil, la guerra de unos ciudadanos españoles contra otros ciudadanos igualmente españoles.

Durante la dictadura se honró únicamente a los muertos de los vencedores y se despreció y ocultó sistemáticamente a los muertos de los vencidos. Muerto el dictador, la transición democrática hizo suya la idea de reconciliación nacional y, queriendo poner punto final a todo enfrentamiento, guardó silencio sobre todos aquellos oscuros años. Pero callar el dolor no es hacerlo desaparecer.

Probablemente la Ley de Memoria Histórica ha querido, para bien o para mal, dar voz a ese dolor que nos acompaña aún hoy y recuperar los cuerpos y el honor de aquellos otros muertos, anónimos y desaparecidos durante tantos años.

Yo no sé si hay que volar la Cruz de los Caídos –como pide el Foro de la Memoria-, desmantelarla con exquisitez –como dice Sopena- o dejarla como está. Sí sé que, por la cruz, por los caídos que recuerda, por los enterrados en la Basílica y por el uso que se le ha venido dando, el monumento no es ni de todos, ni para todos.


* Publicado en Elplural.com. Opinión. 24.XI.2010. Lo recupero ahora tras leer hoy la noticia en ECD sobre las 51000 de visitas turísticas a la cruz desde que se ha reabierto al público.

sábado, 25 de agosto de 2012

LA CRISIS EN EL PROCESO HISTÓRICO *

Los procesos históricos nunca son simples ni en su realización ni, mucho menos, en su conocimiento, interpretación, comprensión y explicación. Si la lejanía en el tiempo dificulta captar en rigor el pulso vital (el imaginario, el sistema de categorías comunes) de quienes vivieron el acontecimiento, la cercanía impide conseguir la perspectiva suficiente para seleccionar con precisión qué acontecimientos son los relevantes. Pero, aún así, no es ni inútil ni vacío el esfuerzo por entender un proceso tan cercano que todavía está en marcha.

Así que, con la presbicia inevitable, intentemos enmarcar y comprender la actual crisis financiera y económica mundial en el proceso histórico (o, al menos, en “un” proceso histórico) fijándonos no en las causas económicas que la han motivado (que sin duda existen y son reales), sino en los acontecimientos históricos en los que puede encuadrarse. Y, de entre todos los posibles, deteniéndonos en dos que parecen de mayor peso e influencia: la caída del sistema comunista de la antigua U.R.S.S., en 1991, y la llamada Globalización (o mundialización).

La caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 fue la antesala del colapso de la Unión Soviética y de la caída de su sistema económico comunista y estatalista. Pero no sólo eso. Con ella cayó el equilibrio que desde el final de la segunda guerra mundial se conoció como “guerra fría”, que dividía el mundo en dos mundos económicos (ideológicos, políticos, estratégicos, etc.) enfrentados: la U.R.S.S. comunista (que repudiaba la propiedad privada) y los EE.UU. capitalista (que se fundamentaba –y se fundamenta- precisamente en la propiedad privada).

Esa misma división se evidenciaba en Europa, frontera física de ambos sistemas y centro geoestratégico de la confrontación de sistemas, si bien la parte occidental se organizaba en un sistema mixto, liberal a la vez que socialdemócrata, que mantenía ambos tipos de propiedad (la privada y la pública). Supuso esa caída, en definitiva, la hegemonía del sistema capitalista y, consecuentemente, una cierta euforia ideológica plasmada en etiquetas simbólicas (“el fin de la historia”, “el pensamiento único”, etc.);  un cierto sentimiento de inmunidad por la imposibilidad de “contagio”: la evidencia del fracaso comunista evitaría la tentación de proponerlo o asumirlo como sistema; y algunas dosis de arrogancia para hacer un “liberalismo sin complejos” (esa “derecha sin complejos” que el Partido Popular vino defendiendo, por ejemplo). Mientras, la Europa del este, incluida la propia Rusia, se convertía rápidamente al sistema capitalista y la del oeste ponía en entredicho su propio sistema mixto revisando el alcance y las bondades del llamado “Estado del Bienestar” (y valgan como ejemplos tanto el gobierno conservador de la Sra. Thatcher como la “tercera vía” del gobierno laborista de Blair, aunque no sólo ellos).

La Globalización, entendida como la mundialización de las relaciones productivas, financieras, culturales y de comunicación de información y de transporte, ha convertido el mundo, según la expresión de síntesis al uso, en “aldea global” donde las coordenadas espaciotemporales se difuminan: da igual dónde ocurra el acontecimiento, porque ocurre para todos a la vez (o, como dice la CNN: “está pasando; lo estás viendo”).
El mundo global es un mundo “deslocalizado”, el mundo de los “no-lugares” (en feliz expresión de Marc Augé), el mundo del mercado continuo. Pero, a la vez, es el mundo de la “brecha tecnológica” que distancia aún más a las sociedades ricas y tecnológicamente avanzadas de las pobres y tecnológicamente rudimentarias, y el mundo de los movimientos migratorios masivos (impulsados por la pobreza y por la facilidad de la comunicación). En el mundo global deslocalizado ya no hay centro (o lo hay cada vez menos). Si Europa dejó de ser el centro geopolítico con la caída del comunismo, la globalización implicaría aparentemente la imposibilidad de volver a serlo.

La crisis financiera y económica que estamos viviendo no sabemos cómo ni cuándo acabará, ni si se llevará por delante el sistema capitalista que se ha practicado durante los últimos veinte años. Pero, si al análisis anterior no es disparatado, es posible extraer algunas conclusiones. La primera es que ya sabemos qué pasa cuando los Estados se organizan casi exclusivamente según criterios económicos (sean comunistas o capitalistas): que se colapsan (en algún caso hasta caer por completo); que la desregulación de los mercados (financieros y de mercancías) puede aportar riqueza, pero que sus acciones “sin complejos” (ni filtros, ni intervenciones)  pueden causar tanto daño o más para todos que beneficios para quienes las ejecutan; que, llegada la crisis, los propios Estados capitalistas, saltándose las reglas del propio sistema económico, tienen que salir al paso e intervenir (sea avalando, comprando activos o nacionalizando bancos). La segunda es que los criterios económicos (del tipo que sean) no son los únicos adecuados para organizar las relaciones ni intra ni internacionales; que los Estados pueden ser ordenados según otros principios y valores. Y la tercera, que más que una conclusión es un deseo, es que Europa puede, en este último sentido, desempeñar un papel fundamental, “central”, reivindicando para el mundo que viene los valores que están en sus orígenes: la libertad y la igualdad en dignidad y derechos de los seres humanos.

(No saben cuánto me molesta saber que me voy a perder cómo explicarán esta crisis dentro de cincuenta años).

* Rescato ahora aquí un artículo de octubre de 2008, publicado en Elplural,com en mi columna "Vaca Multicolor", el 18 de ese mismo mes

LOS NIÑOS CON LOS NIÑOS; LAS NIÑAS CON LAS NIÑAS *

Quienes defendemos que niños y niñas tienen que educarse juntos entendemos que las escuelas donde niños y niñas se educan en aulas separadas son escuelas segregadoras y contrarias tanto a la no discriminación por motivos de sexo, como al carácter inclusivo que marca la ley. Quienes defienden ese tipo de escuelas tienen buen cuidado en llamarlas diferenciadoras, no segregadoras.

Suelen argumentar éstos, que niños y niñas tienen un ritmo de crecimiento y maduración diferentes y, por tanto, unas capacidades distintas, de manera que si se educan separadamente se pueden adaptar los ritmos a cada quien y se mejoran los resultados académicos. Y suelen citar ejemplos de exitosas escuelas en cualquier parte del mundo con altísimos rendimientos académicos.

Separar a los listos de los tontos, también mejora el rendimiento escolar. Y mejoran mucho el rendimiento académico los internados que permiten los castigos físicos. Muy probablemente se mejoran los resultados si no se admiten en la misma clase estudiantes extranjeros, salvo que sean hijos de diplomáticos. En la Sudáfrica del apartheid, las escuelas que no admitían negros presentaban unos rendimientos espectacularmente mejores que las otras. ¿Se mejorará el rendimiento si separamos a los gorditos de los flacos, o a los gafotas de los que ven bien?

Digan lo que digan, que niños y niñas se eduquen en aulas distintas es segregador y desde luego no educa para la vida en la sociedad, que es el fin de cualquier sistema educativo sano. Digan lo que digan, sus verdaderos motivos no son educativos y huelen a incienso y a androcentrismo sexista por todos los costados.

El ministro Wert, apóstol del fundamentalismo liberal y misionero, ante las sentencias del Tribunal Supremo que entiende que este tipo de escuelas contravienen la Ley Orgánica de Educación y, por tanto, no pueden ser financiadas con fondos públicos, dice estar dispuesto a cambiar la ley para que sí puedan recibir los fondos de los conciertos educativos.

Este Gobierno de Rajoy recorta gastos sociales, pero se cuida muy mucho de financiar con fondos públicos estos negocios escolares privados. Y si no puede, pues cambia la Ley, que para eso tiene mayoría soberbia en el Parlamento.

En fin, otra más.

* Publicado en Elplural.com. Tribuna Libre. 23.VIII.212

jueves, 23 de agosto de 2012

HACEN DAÑO A MUCHA GENTE *

Dice el presidente Rajoy que ya sabe que las reformas que están aprobando “hacen daño a mucha gente”, pero que de todas formas hay que hacerlas porque así “España saldrá adelante”. Y ahí tenemos a la mayoría soberbia del Partido Popular votando en solitario la convalidación de los recortes, y las calles abarrotadas de esos ciudadanos dañados clamando contra esos recortes.

Parece que la mayoría de quienes nos representan en el Parlamento tienen claro que la fórmula para que España se salve es empobrecer a la mayoría de los españoles. Se daña a los ciudadanos, pero España saldrá adelante, dicen, porque para ellos España es algo distinto a los ciudadanos que la constituimos; porque lo que pretenden salvaguardar es una marca, una empresa, un sistema de negocio que el pecado original de la deuda excesiva del Estado puso en peligro y por el que se nos expulsó del paraíso de la triple A de los solventes. Y ahora hay que pagar el castigo.

Hay mucho de perverso en todo esto, mucho de paternalismo de sacristía, mucho de resentimiento y de desprecio a los ciudadanos: votan a favor de ese daño que el propio Rajoy reconoce, pero por nuestro bien; nos empobrecen, pero porque eso es bueno para España, y la alternativa, dicen, sería un mal peor. Si la policía se lía a porrazos con los ciudadanos (hace daño) es para mantener el orden (para salvaguardarlo). 

Y si se blinda el Congreso es para proteger su inviolabilidad, porque es mejor prevenir que curar, según el brillante argumento de su presidente.

Cualquier día de estos saldrá cualquiera de esa mayoría soberbia recordándonos que quien bien te quiere, te hará llorar. Todo huele cada vez más a rancio.

* Publicado en Elplural.com. Tribuna Libre. 20.VII.2012

A QUIÉNES SÍ, A QUIÉNES NO

Mientras los mineros andaban iluminando Madrid entre aplausos, se preguntaba retóricamente el presidente Rajoy en el Congreso si tanto esfuerzo va a merecer la pena: ¿Servirá de algo? ¿Servirán de algo tanta estrechez y tantas apreturas? Se refería, claro está, a su propuesta de “reformas” (léase recortes) para ahorrar 65000 millones en dos años. Y se contestaba no menos retóricamente: La respuesta es un sí con toda rotundidad. [-] Estoy convencido de que al final del sacrificio nos espera la recompensa.

La pregunta, sin embargo, no es si servirán de algo los recortes, sino a quiénes servirán y a quiénes no. Y para quiénes será la recompensa.

No les servirán a los desempleados, que perderán prestaciones (eso que antes llamábamos derechos, recuerdan) de manera que ni tendrán trabajo ni tendrán cobertura suficiente; ni a los futuros pensionistas, que nos maljubilaremos a partir de los 67 años, si es que llegamos, y en peores condiciones; ni a las personas dependientes y sus cuidadores, que antes de empezar a disfrutar de sus derechos, ya se los recortan; ni a los empleados públicos, a quienes, después de sucesivas bajadas de sueldo, se les quita la paga de navidad (por ejemplo, a esos que felicitaba el presidente por hallar sano y salvo el Códice robado, o a esos que pasarán la nochebuena haciendo guardia en urgencias); ni a los consumidores en general, que pagaremos más IVA. O sea, no nos servirá a los ciudadanos normalitos y corrientitos, a usted o a mí.

Sí le servirá a los prestamistas, que ya nos tienen donde querían, bien acorralados y dispuestos a ceder lo que sea con tal de que nos sigan prestando abusivamente. Sobre todo les servirá a los usureros porque, visto lo visto, no pararán en su rapiña y, cuando quieran, de nuevo saltarán por los aires la prima de riesgo y el bono a diez años. Y más “reformas”, hasta que se queden con todo y codicien otro campo de caza. ¿Se piensan que con estas medidas pararán? Pues no, no pararán, porque la codicia nunca tiene límites.

Les servirá también a esos ideólogos del fundamentalismo neoliberal, locales, europeos o intercontinentales, que aprovecharán para achicar el Estado cada vez más, (se llevará a cabo un proceso de liberalización y, en su caso, privatización de los servicios, ha dicho hoy el presidente Rajoy). Y supongo que les servirá a todos esos Diputados del Partido Popular que alegremente aplaudían y celebraban las “reformas” (que se jodan los socialistas, habrá pensado más de uno).

España saldrá de la crisis, seguro. El problema es si saldremos los españoles y cómo saldremos de empobrecidos económica, política, social y moralmente. 

martes, 21 de agosto de 2012

IZQUIERDA RESPONSABLE *

Hace un par de años, en un curso para profesores, un prestigioso economista exponía y argumentaba en su ponencia que la economía es una ciencia “neutral”, que simplemente aplica sistemas matemáticos “a la realidad”. Pero al menos desde el siglo XIX sabemos que nada es ideológicamente neutral; que detrás de cada idea se esconden intereses, intenciones, lugares comunes del imaginario colectivo, etc. y, en cualquier caso, los valores del grupo o la clase dominante.

Tienden hoy los políticos y economistas neoliberales (o neoconservadores, o ultraliberales) a presentar sus medidas como las únicas posibles, “técnicamente” necesarias y, en ese sentido, tan neutrales que cualquiera que debiera tomar la decisión tendría que hacer lo mismo.

Pero como la historia es larga, de sobra sabemos que los sistemas ideológicos van y vienen; que lo impensable hoy puede ser lo imperante y común mañana. Y al contrario, claro, porque las soluciones nunca son ni únicas ni definitivas.

Se acepte o no, la base del conflicto actual en Europa, y consecuentemente en España, es ideológica: dos modelos de organizar el espacio político-económico enfrentados. Uno –el socialdemócrata- aparentemente agonizante intentando defender su identidad y sus logros, y otro –el neoliberal- imponiéndose poco a poco, vía crisis económica y financiera, y presentándose como el único posible y viable.

Desde ese neoliberalismo se tacha permanentemente a la izquierda de trasnochada, se la culpabiliza de los males actuales, (como si la crisis actual la hubiera causado el gasto social del Estado y no la desregulación del mercado financiero y la especulación) y se pide que sea “responsable” y “arrime el hombro” para salir de la crisis.

¿Puede aceptar la izquierda, española o europea, que la aspiración a la igualdad de todos los ciudadanos está trasnochada; que la solidaridad con los más necesitados está trasnochada; que su concepto de libertad individual y colectiva está trasnochado?

La izquierda responsable, la que responda de sí y por sí misma, no será la que renuncie a sus principios asumiendo acríticamente el neoliberalismo al uso, ni la que acepte que el peso de los ajustes caiga sobre los más desprotegidos. La responsabilidad de la izquierda pasa por oponerse al sistema dominante desde sus propios valores y proponer nítidamente su propia alternativa.

Lo que está en juego no es ganar o perder unas elecciones, sino el bienestar de millones de personas. Y ese debería ser el horizonte de su labor de oposición.

* Publicado en Elplural.com. Tribuna Libre. 25.V.2012

PUSSY RIOT, SIN MIEDO *

En junio pasado veíamos en el banquillo de los acusados a Javier Krahe, acusado de ofender los sentimientos religiosos por el vídeo en el que enseñaba a cocinar un cristo. Fue absuelto, es cierto, pero lo significativo es que se le pudiera juzgar según el artículo 525 del código penal vigente, que castiga la ofensa a los sentimientos religiosos.

Vemos ahora que las chicas de Pussy Riot han sido condenadas a dos años de cárcel por socavar el orden social al haber irrumpido en el altar de la Catedral Ortodoxa de Cristo Salvador de Moscú para poner en escena una de sus performances cantando contra Putin y contra Kiril I, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa: Madre de Dios, echa a Putin, rezaba su canción.

El poderoso Putin, que ya nos tiene acostumbrados a sus poco democráticos abusos políticos, y la poderosísima Iglesia Rusa se han sentido amenazados e insultados por el coño revoltoso, feminista y punki, de estas chicas que no les temen. Porque precisamente ése es su peligro, que no les tienen miedo ni al poder del Estado ni al poder de la Iglesia. Ahí es nada.

Me ha dado mucha alegría ver el No pasarán escrito así, en castellano,  en la camiseta de Maria Alyokhina, sentada en el banquillo, esperando la sentencia. Lo malo es que sí, que siempre pasan y arrasan piadosamente. Desde luego, da miedo pensar cuánta gente estúpida y poderosa hay en el mundo.

(la foto está tomada de la pantalla del ordenador)

* Publicado, con alguna modificación, en el Plral.com. Tribuna Libre. 20.VIII.2012

lunes, 20 de agosto de 2012

EUROPA RENUNCIA A SÍ MISMA *

De la mano de la crisis financiera y económica, dos ideas han ido calando en el imaginario colectivo en Europa: que individual y colectivamente hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que los sistemas de protección social son insostenibles.


En la economía pública, ambas ideas han servido de motivo a los Gobiernos europeos para imponer recortes severos en los gastos sociales (eliminación o disminución de subsidios, endurecimiento de las condiciones para recibirlos, congelación de pensiones, etc.) y en los gastos corrientes (congelación y/o rebaja de sueldo de los trabajadores públicos, recorte en los presupuestos de las Administraciones Públicas y de los Ministerios –incluidos los más directamente implicados en la protección social y en la inversión-, etc.), y para imponer reformas estructurales en los sistemas de pensiones públicos (retraso en la edad de jubilación, endurecimiento para el cálculo de las pensiones, etc.). Todo ello con dos fines interrelacionados: rebajar drásticamente la deuda y ajustar el gasto público a las posibilidades reales.

Para la economía privada, la receta en todos los países ha sido similar: la recomendación de aumentar la competitividad abaratando los costes de producción (flexibilización del mercado laboral, contención de los salarios, abaratamiento de los despidos, disminución o contención de impuestos, etc.) con el fin de ganar solvencia ante los acreedores y crear empleo neto.

Medidas todas ellas que se implantan para sanear la economía pero que obvian y olvidan la dignidad de las personas, empobreciendo, en todos los sentidos, su calidad de vida.

Europa, esa vieja Europa a la que Rumsfeld y Aznar desdeñaban, supo entender que la dignidad consiste en que todos nos merecemos ser tratados como personas, no como mercancías, y que por ello mismo los ciudadanos sólo pueden serlo realmente si todos tienen garantizadas las condiciones mínimas que exige esa dignidad.

Esa vieja Europa, frontera física de los dos extremos ideológicos, que supo construir sistemas de protección socialdemócratas o social-liberales, que se encuentra hoy desplazada del centro de las relaciones geoestratégicas (políticas, económicas y militares) parece que está optando por renunciar a sí misma desmantelando los sistemas de protección social, y por abrazar apresuradamente el neoliberalismo que, con los argumentos de una supuesta defensa de la libertad individual frente al poder del Estado y el aumento de la riqueza, cosifica, explota y expulsa del sistema a los menos favorecidos.

En nuestro mundo líquido globalizado y deslocalizado actual, unos tienen el control de los sistemas financieros y de la producción y del comercio mundiales; otros, mano de obra abundante y barata; otros, materias primas y amenazas de guerras santas; los de siempre, hambre y miseria. Europa debería saber encontrar el lugar que le corresponde, frente a todo ese entramado, a la dignidad de las personas y encontrar las fórmulas para no desmantelar, sino para extender a todos,  las protecciones que nos deberían permitir vivir a los humanos como humanos.

* El artículo fue escrito en noviembre de 2011, aunque entonces quedó inédito. Ahora lo recupero aquí.

sábado, 18 de agosto de 2012

TRISTEZA *

Hablando con la gente, lo que se percibe es tristeza más que otra cosa. Aquella indignación que expresaba bien el sentir de los ciudadanos por todas las plazas hace unos meses, o el cabreo generalizado de todos ante tanta desvergüenza política y económica, tanta desfachatez, tanto abuso, tanta falta de respeto, han devenido en tristeza.

Tristeza porque sabemos que lo que ya hemos perdido es irrecuperable. Y tristeza porque sospechamos que aún no es el final y que aún perderemos más.

Mucha, mucha tristeza al ver que los bizcos acusan a los tuertos, y los tuertos a los ciegos, y los ciegos a los sordociegos: pobres acusando a los más pobres, mientras las arcas de los bancos vaciadas por los banqueros se llenan con el dinero que nos ha empobrecido.

Y el gobierno machacando a la gente, pero poniendo carita de circunstancia: haremos lo que tengamos que hacer aunque no nos guste; si pudiésemos, no lo haríamos. O sea, metiéndonos en cintura: me duele más a mí que a ti.

Y sus Señorías del Partido Popular aplaudiendo a rabiar la valentía del Gobierno, que sabe poner en su sitio a esa gentuza que ha vivido como si fueran ricos. Ahora, que se jodan. Sobran motivos para la tristeza.

* Publicado en elplural.com. Tribuna Libre. 13.VII.2012.

viernes, 17 de agosto de 2012

DE LA CODICIA *

Parece que todo el mundo se asombra –el gobierno del Sr. Rajoy el primero de todos- de que eso que se está llamando “mercados” sigan acosando a España pese a las duras medidas de ajuste (recortes en el gasto social y en las inversiones públicas); pese al crédito de hasta 100.000 euros pedido al eurogrupo para sanear los bancos con problemas; pese al resultado de las elecciones en Grecia.

Todos y cada uno de esos hechos, supuestamente iban encaminados a promover la estabilidad económica y, en consecuencia, a aminorar la presión sobre la deuda soberana. Y no está siendo así.

Parece que a todos se nos olvida, se nos quiere olvidar, que la esencia del capitalismo es la obtención de beneficios económicos y de cuantos más beneficios, mejor. En sí mismo, en su propia lógica, el capitalismo –como la codicia y la avaricia- es insaciable: mientras no haya una oportunidad de ganar más en otro mercado más rentable, el capital seguirá explotando hasta la extenuación su nicho de inversión especulativa, sean Grecia, Portugal, Irlanda, España, Italia o Europa toda, qué más da.

Parece que no hemos querido entender que desregular el mercado, poniéndolo al margen –y por encima- de la política, es desregular la codicia y desproteger a los ciudadanos, siempre sin herramientas para oponerse a ella. Y tanto más harán esos mercados sin freno cuanta más comprensión y colaboración tengan de los gobiernos.

Seguramente Frau Merkel estará encantada haciendo el juego a los especuladores y con lo bien que le va a su país en estas circunstancias, y estará convencida de que a su crecida Alemania jamás le pasará lo que al resto de Europa. Puede ser. Pero no debería olvidar que durante el siglo pasado las dos veces que Alemania quiso imponerse a toda Europa todo terminó en catástrofe, para Alemania y para todos. Monsieuer Hollande tiene mucho, mucho trabajo por hacer y muchas esperanzas puestas en él.

* publicado en elplural.com Tribuna Libre. 18.VI.2012

jueves, 16 de agosto de 2012

¿UN MONTI ESPAÑOL?

Prácticamente dando por amortizado a Mariano Rajoy y contando ya con que más temprano que tarde España tendrá que pedir el rescate financiero total, algunos están empeñados en buscar un Mario Monti español, el economista tecnócrata, bien conectado con las instituciones financieras internacionales y bien relacionado con las instituciones políticas (diplomáticas más bien) europeas y, a ser posible, con algún éxito empresarial que le avale.

Si hace unos días sonaban Pizarro, Aguirre (¿?) y hasta Aznar (¿se imaginan?), ahora van apareciendo nuevos nombres. Marcelo, la mascota de Pablo Sebastián, en su republica.com, cita, además de a Pizarro, a otros dos candidatos (Ignacio Sánchez Galán Iberdrola- y Pablo Isla –Zara-), aunque claramente apuesta por Sánchez Galán, Presidente de Iberdrola, al que alaba. Por su parte Esther Jaén, en cuartopoder.com se hace eco de las apuestas por el Presidente de Vueling, Josep Piqué. Quienes le proponen argumentan a su favor que tiene experiencia política, pero ni vive ni ha vivido de ella (fue ministro de Industria, de Ciencia y Tecnología, Ministro Portavoz y, sobre todo, titular de la cartera de Exteriores); que es (o fue) gente del Partido Popular (y, por ello mismo, sería bien aceptado en el Partido); que es catalán no nacionalista; y que, desde su retiro de la política activa, es empresario de éxito.

Seguro que todos ellos son personas perfectamente preparadas y eficientes para hacer lo que hacen. Lo que me sorprende es que se presente la situación actual (que se aproveche) como la propicia para sustituir la política por la tecnocracia, por un técnico en economía que haga “lo que técnicamente haya que hacer”, como si los tecnócratas, por técnicos, no tuviesen ideología, como si fuese mejor que la política no se mezclase en los asuntos de dinero (son solo negocios, nada personal). No digo que los citados piensen así, sino que esa manera de entender la política sí es así.

Tanto, que parece que para algunos de lo que se trata es de la empresa España, de la marca España, ya saben, que hay que vender en el exterior como un producto de calidad a precios competitivos: sol, toros y licor de garrafón servido por trabajadores en precario. Y con un poco de suerte, casinos y putas 24 horas a las puertas de Madrid o de Barcelona. Un lujo vaya.

miércoles, 15 de agosto de 2012

LA OTRA HERENCIA DE RAJOY *

Contestado permanentemente en las calles, forzado y vigilado por quienes verdaderamente mandan en Europa, y evitando cuanto pueden el control del Parlamento, se están quedando cada vez más solos Mariano Rajoy y su gobierno. Y ya casi sin disimulo van surgiendo críticas dentro del Partido Popular y su prensa amiga.

Y es que según van pasando los meses se les agota el recurso a la herencia recibida, porque van aflorando herencias que no vienen del gobierno de Rodríguez Zapatero, sino de gobiernos autonómicos del Partido Popular (véanse los desvíos en el déficit del año pasado de Madrid y Valencia, o, en estos días, la petición de rescate de Valencia y Murcia) y de las desastrosas (si no algo más punible) gestiones de las Cajas de Ahorro propias.

Pasan los meses, y cada vez se les hace más difícil explicar que los mercados no confíen en las reformas (o sea, los recortes) de Rajoy y que la prima de riesgo no solo haya alcanzado los 500 puntos, sino superado ampliamente los 600 y los intereses de la deuda soberana estén disparados y disparatados (ese 7% que todos los expertos califican de insoportable).

Solo siete meses de gobierno y ya van apareciendo en público voces afines, que hasta ahora se mantenían en privado, quejándose de lo que el gobierno hace y dice: olvidarse de su programa electoral y tomar medidas en contra de sus principios (subir impuestos, por ejemplo). Voces del propio Partido Popular que van pidiendo que Rajoy se marche y en su lugar se ponga Pizarro, Aguirre o incluso el mismísimo Aznar.

La mayoría absoluta que Rajoy obtuvo en noviembre pasado –que se está comportando como mayoría soberbia- no le está sirviendo ni para hacer salir a España de la crisis ni para que le quieran los suyos.

Mariano Rajoy heredó, sin duda, los votos de muchos ciudadanos descontentos, pero sobre todo heredó los votos que a regañadientes le dieron  muchos militantes y simpatizantes del Partido Popular que nunca creyeron en él. Ésa es la peor herencia que ha recibido y que los suyos le van a hacer pagar en cuanto puedan.

* Publicado en elplural.com. Tribuna Libre. 29.07.2012.

martes, 14 de agosto de 2012

PP Y PSOE A LA BAJA

El sondeo de metroscopia que publicaba Elpaís.com el 29  de julio pasado (y que copio y pego) en el fondo dice lo que ya todos sabíamos porque está en el ambiente: que los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, bajan, y que los dos partidos que están asumiendo más claramente el papel de oposición, IU y UPyD, suben considerablemente.

El Partido Popular, según el sondeo, pierde nada menos que 14,6 puntos, desde que se celebraron las elecciones, o sea, hace solo ocho meses, pagando evidentemente el rechazo que entre sus electores han provocado sus políticas de recortes y las subidas de impuestos, y, sobre todo, el abandono explícito de su programa electoral. Y pagando, seguramente, la decepción provocada entre un cierto electorado, que sinceramente (e ingenuamente) creyó que bastaba quitar a Zapatero y poner a Rajoy para salir de la crisis, al comprobar que no solo no ha sido así, sino que la situación se ha agravado notablemente. A estas alturas, Rajoy sabe perfectamente que si se produjera el rescate total de España él y su gobierno tendrían, lo mismo que la legislatura, los días contados.

Que el PSOE no recoja ese descontento y pierda otros 4 puntos con respecto a noviembre, no por esperado es menos preocupante porque indica a las claras que el partido socialista no ha tocado suelo electoral y que la oposición blanda y responsable de Rubalcaba no es compartida, por mucho que el aparato del partido quiera presentar el sondeo en positivo: como un avance de 1,3 puntos con respecto hace un mes y una reducción de la distancia entre con el PP de 5,3. 

En la situación actual, que puede llevar en pocos meses a unas nuevas elecciones generales si España termina siendo aún más intervenida, estos datos (y el aumento significativo de IU) deberían provocar que los sectores más a la izquierda del partido socialista se hicieran oír nítidamente con un mensaje socialista diferente y una propuesta de salida de la crisis diferente.

Más aún cuando en el mismo periódico donde se publica el sondeo se insta explícitamente desde su Editorial a que ambos partidos pacten urgentemente consensos básicos para no quedar deslegitimados a los ojos de los ciudadanos, como si el acercamiento entre PP y PSOE fuese a frenar la desafección que hoy sienten por ellos muchos ciudadanos; como si el mensaje que iguala a los dos grandes partidos nacionales no hubiese calado entre la población. El modelo, desde luego, no deberían ser Nueva Democracia y el Pasok. De los aumentos de IU y de UPyD hablaremos otro día.

lunes, 13 de agosto de 2012

UNA VOZ DISTINTA EN EL PSOE

Cuando las dos opciones más temidas y menos deseadas, el rescate a la griega o la salida del euro de España (y la vuelta a la peseta), poco a poco se van apoderando del ánimo de muchos ciudadanos (y posiblemente del gobierno y de la oposición), parece inevitable que, por si acaso llegara a ocurrir cualquiera de las dos, debamos plantearnos las hipótesis de un después.

Tras una intervención total o tras la quiebra total y la suspensión de pagos, parece inevitable que el gobierno debería dimitir y el Presidente convocar elecciones. Por muchos balones que quisiera echar fuera (la herencia recibida, la falta de ayuda del BCE, la intransigencia de Merkel, la coyuntura de los mercados, etc.) ni podría ocultar que el fracaso es propio, ni podría resistir la presión de la calle, de los ciudadanos que pagaríamos las pésimas consecuencias de ese fracaso. Y esto podría ocurrir entre noviembre y enero próximos.

En ese escenario, no es descartable que, hasta las nuevas elecciones, se haga ver como necesario un gobierno de concentración formado por el Partido Popular y el Partido Socialista, presentándose ambos como los únicos capaces de asumir la responsabilidad de la situación, y, de paso, intentando evitar que los partidos más opositores (básicamente IU y UPyD) pudieran recoger el descontento ciudadano y aumentar significativamente su presencia en las instituciones (poniendo en peligro el statu quo y añadiendo incertidumbre a la crisis). No es un disparate pensar que Rubalcaba y sus apoyos mediáticos, con su forma blanda y responsable de hacer oposición, probablemente aceptarían una invitación similar de un Partido Popular acorralado.

Pese a todo, el creciente descrédito entre los ciudadanos de la política (particularmente de los dos grandes partidos nacionales), del sistema autonómico instaurado por la Constitución del 78 (al que se le achacan todos los males actuales) y de la política de cuotas (la casta, según la expresión ultraconservadora que ha hecho fortuna), todo ello, probablemente cristalizaría en un clamor para que las nuevas Cortes fuesen Cortes Constituyentes (y que por pura pendularidad se alejarían lo más posible de la actual Constitución) y en la necesidad de un gobierno de unidad (¿nacional?) que contara con los partidos periféricos más influyentes (sobre todo CiU y PNV) dispuestos a eliminar las Comunidades Autónomas no históricas (aquel café para todos que los más conservadores ponen hoy en cuestión).
En tales presuntas elecciones, es pensable que el PP perdería muchos de los votos que obtuvo en noviembre pasado, pero también es pensable que conservaría muchos de ellos de manera que la bajada en votos no sería desastrosa. No cabe decir lo mismo del PSOE, que no ha podido, no ha sabido o no ha querido recoger el desgaste del gobierno de Rajoy. Y desde luego no es descartable que, como partido, aún no haya tocado suelo y sus resultados fuesen peores que los ya pésimos resultados de noviembre.

Si esto es así, en el Partido Socialista debería desde ya mismo abrirse paso una voz distinta a la de Rubalcaba y su equipo (y muy distinta a la de Almunia, comisario de Merkel); una voz que defendiese nítidamente los valores propios del socialismo y de la izquierda con suficiente autoridad moral.

En mayo de 1979 Felipe González abrió la puerta por la que entró y se ha movido el socialismo de los últimos años (“Hay que ser socialistas antes que marxistas”, dijo entonces). Y esa estrategia le llevó a la Moncloa, asumiendo pragmáticamente como propias ideas absolutamente alejadas del socialismo (y valgan como ejemplos la pirueta para permanecer en la OTAN o las políticas neoliberales de Solchaga). En los momentos más duros de aquellos años, un miembro del Comité Federal del PSOE, portavoz de Izquierda Socialista, Antonio García Santesmases, se plantó y dio un sonoro no a todo aquello. ¿Dónde está hoy una voz así?