Hace un par de años, en un curso para profesores, un prestigioso economista exponía y argumentaba en su ponencia que la economía es una ciencia “neutral”, que simplemente aplica sistemas matemáticos “a la realidad”. Pero al menos desde el siglo XIX sabemos que nada es ideológicamente neutral; que detrás de cada idea se esconden intereses, intenciones, lugares comunes del imaginario colectivo, etc. y, en cualquier caso, los valores del grupo o la clase dominante.
Tienden hoy los políticos y economistas neoliberales (o neoconservadores, o ultraliberales) a presentar sus medidas como las únicas posibles, “técnicamente” necesarias y, en ese sentido, tan neutrales que cualquiera que debiera tomar la decisión tendría que hacer lo mismo.
Pero como la historia es larga, de sobra sabemos que los
sistemas ideológicos van y vienen; que lo impensable hoy puede ser lo imperante
y común mañana. Y al contrario, claro, porque las soluciones nunca son ni
únicas ni definitivas.
Se acepte o no, la base del conflicto actual en Europa, y consecuentemente en España, es ideológica: dos modelos de organizar el espacio político-económico enfrentados. Uno –el socialdemócrata- aparentemente agonizante intentando defender su identidad y sus logros, y otro –el neoliberal- imponiéndose poco a poco, vía crisis económica y financiera, y presentándose como el único posible y viable.
Desde ese neoliberalismo se tacha permanentemente a la izquierda de trasnochada, se la culpabiliza de los males actuales, (como si la crisis actual la hubiera causado el gasto social del Estado y no la desregulación del mercado financiero y la especulación) y se pide que sea “responsable” y “arrime el hombro” para salir de la crisis.
¿Puede aceptar la izquierda, española o europea, que la aspiración a la igualdad de todos los ciudadanos está trasnochada; que la solidaridad con los más necesitados está trasnochada; que su concepto de libertad individual y colectiva está trasnochado?
La izquierda responsable, la que responda de sí y por sí misma, no será la que renuncie a sus principios asumiendo acríticamente el neoliberalismo al uso, ni la que acepte que el peso de los ajustes caiga sobre los más desprotegidos. La responsabilidad de la izquierda pasa por oponerse al sistema dominante desde sus propios valores y proponer nítidamente su propia alternativa.
Lo que está en juego no es ganar o perder unas elecciones, sino el bienestar de millones de personas. Y ese debería ser el horizonte de su labor de oposición.
* Publicado en Elplural.com. Tribuna Libre. 25.V.2012
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