lunes, 20 de agosto de 2012

EUROPA RENUNCIA A SÍ MISMA *

De la mano de la crisis financiera y económica, dos ideas han ido calando en el imaginario colectivo en Europa: que individual y colectivamente hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que los sistemas de protección social son insostenibles.


En la economía pública, ambas ideas han servido de motivo a los Gobiernos europeos para imponer recortes severos en los gastos sociales (eliminación o disminución de subsidios, endurecimiento de las condiciones para recibirlos, congelación de pensiones, etc.) y en los gastos corrientes (congelación y/o rebaja de sueldo de los trabajadores públicos, recorte en los presupuestos de las Administraciones Públicas y de los Ministerios –incluidos los más directamente implicados en la protección social y en la inversión-, etc.), y para imponer reformas estructurales en los sistemas de pensiones públicos (retraso en la edad de jubilación, endurecimiento para el cálculo de las pensiones, etc.). Todo ello con dos fines interrelacionados: rebajar drásticamente la deuda y ajustar el gasto público a las posibilidades reales.

Para la economía privada, la receta en todos los países ha sido similar: la recomendación de aumentar la competitividad abaratando los costes de producción (flexibilización del mercado laboral, contención de los salarios, abaratamiento de los despidos, disminución o contención de impuestos, etc.) con el fin de ganar solvencia ante los acreedores y crear empleo neto.

Medidas todas ellas que se implantan para sanear la economía pero que obvian y olvidan la dignidad de las personas, empobreciendo, en todos los sentidos, su calidad de vida.

Europa, esa vieja Europa a la que Rumsfeld y Aznar desdeñaban, supo entender que la dignidad consiste en que todos nos merecemos ser tratados como personas, no como mercancías, y que por ello mismo los ciudadanos sólo pueden serlo realmente si todos tienen garantizadas las condiciones mínimas que exige esa dignidad.

Esa vieja Europa, frontera física de los dos extremos ideológicos, que supo construir sistemas de protección socialdemócratas o social-liberales, que se encuentra hoy desplazada del centro de las relaciones geoestratégicas (políticas, económicas y militares) parece que está optando por renunciar a sí misma desmantelando los sistemas de protección social, y por abrazar apresuradamente el neoliberalismo que, con los argumentos de una supuesta defensa de la libertad individual frente al poder del Estado y el aumento de la riqueza, cosifica, explota y expulsa del sistema a los menos favorecidos.

En nuestro mundo líquido globalizado y deslocalizado actual, unos tienen el control de los sistemas financieros y de la producción y del comercio mundiales; otros, mano de obra abundante y barata; otros, materias primas y amenazas de guerras santas; los de siempre, hambre y miseria. Europa debería saber encontrar el lugar que le corresponde, frente a todo ese entramado, a la dignidad de las personas y encontrar las fórmulas para no desmantelar, sino para extender a todos,  las protecciones que nos deberían permitir vivir a los humanos como humanos.

* El artículo fue escrito en noviembre de 2011, aunque entonces quedó inédito. Ahora lo recupero aquí.

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