viernes, 24 de abril de 2020

ALARGANDO LA CADENA CISMOGENÉTICA *


Era muy previsible que el gobierno de coalición formado tras las elecciones de noviembre de 2019 se encontrara desde el minuto uno, hiciera lo que hiciera, con durísimas críticas de la oposición más hiperventilada. No era previsible que el nuevo gobierno, apenas estrenándose, se fuera a dar de bruces con el horror de la pandemia —y decretando el estado de alarma—, pero sí lo era que la oposición más enrabietada quisiera sacar provecho político de los errores que pudiera cometer el gobierno, incluso en situaciones de emergencia. Era previsible porque el clima político ya desde hace años es exactamente ese.
Las Elecciones Generales de diciembre de 2015 fracasaron porque no fue posible investir presidente a ningún candidato. Las del junio de 2016 dieron como resultado un gobierno en minoría de Rajoy que apenas duró dos años: la sentencia de la Gurtel y la moción de censura lo derribaron. El gobierno de Sánchez salido de la moción, aún más minoritario, tuvo que convocar elecciones para abril de 2019 al no conseguir que sus socios parlamentarios aprobaran los Presupuestos Generales. Pero también se malograron las generales de abril: agotado el plazo para investir presidente al candidato, automáticamente se convocaron elecciones para noviembre de 2019. Y en esas estamos. En cuatro años, cuatro Elecciones Generales.
La crispación, el navajeo político, la desconfianza, la mentira descarada y la manipulación torticera de los hechos son ya las armas —nunca mejor dicho— más habituales y sintomáticas de una política enferma.
Resulta casi imposible averiguar cuándo comenzó esta patología. Quizá con aquel Aznar de “la derecha sin complejos” —tan del gusto de Aguirre y que ahora anida en Álvarez de Toledo y Abascal—, una forma de decir que estaban dispuestos a imponer su programa sí o sí. O quizá empezó antes, con el “acoso y derribo” a Suárez de González y de Guerra, desde fuera, y de los suyos desde dentro de la UCD. O quizá en la represión franquista. O quizá en los desmanes republicanos. O quizá…
Lo cierto es que solo en los dos últimos siglos hemos tenido cuatro guerras civiles, tres dictaduras, 43 años de terrorismo y una larga cadena de golpes de Estado, sublevaciones y asonadas.
El antropólogo Gregory Bateson (1904-1980) acuñó el concepto de “cadena cismogenética” para describir la capacidad que tienen algunas culturas de generar, encadenar y desarrollar divisiones —cismas— y conflictos internos, hasta llevar al colapso del propio sistema. La tarea para evitar ese colapso solo puede ser la de romper de algún modo tal cadena.
Pese a todas las carencias y todos los defectos que se le quieran buscar, eso es lo que parecía buscar la Transición, la ruptura de esa cadena. La autodisolución de las Cortes franquistas —probablemente creyendo que todo estaba “atado y bien atado”, cosa que en buena parte resultó ser cierto—, la legalización de los partidos políticos —incluido el Partido Comunista, el más demonizado por la dictadura— y el uso del consenso habermasiano para elaborar la Constitución de 1978 —siempre buscando el punto intermedio en el que nadie ganara del todo ni nadie perdiera del todo— fueron algunas de las cizallas útiles para cortar los eslabones de esa cadena, que de nuevo se están soldando.
Cuesta decirlo, pero parece que la nuestra es una de esas sociedades que tienen bien arraigadas la división y el enfrentamiento que obvia los daños, directos o colaterales. Mientras todos se tiran trastos —y esconden la mano de sus verdaderas intenciones— la pandemia sigue aquí, infectando y matando, abriéndose paso entre esa otra enfermedad que alarga la cadena.

* Publicado en Crónica Popular. 25.04.2020
https://www.cronicapopular.es/2020/04/alargando-la-cadena-cismogenetica/

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario