Barcelona, enero de 1976. El vinilo no paraba de sonar en mi casa. Madrileños todos, todos nos sabíamos las letras en catalán -l’avi Siset em parlava…-, cantábamos las canciones -la gallina ha dit que no / visca la revolució!-, se nos ponían los pelos de punta oyendo gritar a coro a todos aquellos que tuvieron la suerte de estar en el Palau dels Sports -amnistía, llibertat, amnistía, libertat, …-. Aún tengo el disco, pero sobre todo aún suena en mis oídos -cal que neixin flors a cada instant-.
Aquel Lluis Llach puso letra y música a las emociones y los anhelos políticos de muchos en toda España. Con él (y con Serrat, con Raimon, con Marina Rosell, con Maria del Mar Bonet...) el catalán entró naturalmente en las casa de miles de castellanohablantes, de cualquier pueblo y cualquier ciudad de cualquier provincia: si estirem fort ella caurá / i molt de temps no pot durat / segur que tomba, tomba, tomba / ben corcada deu ser ja…
Claro que la dictadura estaba careada, claro que deseábamos tirar fuerte hasta hacerla caer, por eso nos encendía el himno de Llach. Pero parece que malinterpretamos aquellas canciones, porque, a la vista de las declaraciones actuales del propio Llach, parece que la estaca podrida que había que derribar no era la dictadura gris del general recién muerto en la cama, sino la unión de Cataluña con España; que cuando cantaba i ens podrem alliberar se refería a liberarse de esa España que cantaba sus canciones con emoción.
Supongo que está sinceramente convencido, que ahora desde su escaño de Junts pel Sí en el Parlament reivindica lo mismo que cantaba en los discos que oíamos en casa y que malentendimos. Porque nos lo dijo él mismo a sus oyentes y no nos enteramos: malgrat tot, la gallineta sigueix tenint les mateixes idees que abans.
Pero, ¿de verdad piensa que se deberá sancionar a los funcionarios de la Generalitat que no cumplan la ley de transitoriedad jurídica? Espero que, con Raimon, todos le canten a coro diguem no: nosaltres no som d’eixe món.
Aquel Lluis Llach puso letra y música a las emociones y los anhelos políticos de muchos en toda España. Con él (y con Serrat, con Raimon, con Marina Rosell, con Maria del Mar Bonet...) el catalán entró naturalmente en las casa de miles de castellanohablantes, de cualquier pueblo y cualquier ciudad de cualquier provincia: si estirem fort ella caurá / i molt de temps no pot durat / segur que tomba, tomba, tomba / ben corcada deu ser ja…
Claro que la dictadura estaba careada, claro que deseábamos tirar fuerte hasta hacerla caer, por eso nos encendía el himno de Llach. Pero parece que malinterpretamos aquellas canciones, porque, a la vista de las declaraciones actuales del propio Llach, parece que la estaca podrida que había que derribar no era la dictadura gris del general recién muerto en la cama, sino la unión de Cataluña con España; que cuando cantaba i ens podrem alliberar se refería a liberarse de esa España que cantaba sus canciones con emoción.
Supongo que está sinceramente convencido, que ahora desde su escaño de Junts pel Sí en el Parlament reivindica lo mismo que cantaba en los discos que oíamos en casa y que malentendimos. Porque nos lo dijo él mismo a sus oyentes y no nos enteramos: malgrat tot, la gallineta sigueix tenint les mateixes idees que abans.
Pero, ¿de verdad piensa que se deberá sancionar a los funcionarios de la Generalitat que no cumplan la ley de transitoriedad jurídica? Espero que, con Raimon, todos le canten a coro diguem no: nosaltres no som d’eixe món.
* Publicado en elperiodco.com Entre Todos. 27.04.2017.