
Para sobrevivir, las monarquías tradicionales,
esencialmente absolutistas, se reconvirtieron en monarquías parlamentarias,
asumiendo así, en parte, los valores del republicanismo, pero no evitando la
paradoja de ser una institución no electiva —no democrática— incrustada en sistemas
democráticos que no teniendo teóricamente poder político efectivo, sí suelen tener
privilegios jurídicos, políticos y económicos injustificables.
Solo encuentro dos formas de evitar
la paradoja: desincrustar la monarquía convirtiendo el reino en república o
vaciarla de todo contenido, de todo poder y de todo privilegio hasta dejarla en
un esqueleto estrictamente simbólico que ocupe la Jefatura del Estado dándole
continuidad, pero no más.
La Constitución del 78 es
reformable, cierto, tan cierto como que es difícilmente reformable en los
artículos declarados fundamentales. Y eso no se debe a la situación aritmética coyuntural
del parlamento actual, sino a las condiciones que impone la Constitución misma.
O sea, que, o se abre un nuevo proceso constituyente —que parece algo imposible
hoy por hoy— o tenemos monarquía blindada por la Constitución para rato.
* Publicado en elperiodico.com. Entre Todos. 13.08.2020.
** Publicado un extracto en las ediciones en papel en castallano y catalán. 16.08.2020.
*** Publicado en Crónica Popular. 15.08.2020