En los sistemas democráticos no
presidencialistas, la figura del jefe del Estado es fundamentalmente simbólica,
lo mismo que la mayoría de sus funciones. En ese caso, tanto da que la forma de
Estado sea una república o una monarquía porque el jefe del Estado no tiene
poder ejecutivo, ni legislativo, ni judicial.
La ventaja de la jefatura del Estado
monárquica es la teórica neutralidad de la Corona, que supuestamente ni tiene
ni puede tener ideología, y el automatismo del relevo: quién ocupará el trono
está predeterminado y por tanto nada hay que elegir. La desventaja es que, quiéralo
o no, no es posible no tener una ideología, de manera que la supuesta neutralidad
se desmorona, pero, sobre todo, la desventaja es que los ciudadanos no eligen ni
directa ni indirectamente quién sea el jefe del Estado, lo que sin duda es una chirriante excepción en un sistema democrático, por mucha tradición que haya detrás de ello.
Que los jefes de Estado gocen de
algún grado de inmunidad en el ejercicio de su cargo no es una excepción, pero
que esa inmunidad se extienda a los actos privados —hasta convertirse en inviolabilidad
total— y más allá del ejercicio efectivo de su cargo es otra chirriante excepción
democrática.
Que los actos institucionales del jefe
del Estado —o de cualquier cargo público— hayan sido ejemplares, eficaces y
hasta heroicos es, sin duda, motivo de agradecimiento por los servicios
prestados, pero no es motivo suficiente para cubrir -o encubrir- los actos privados presuntamente delictivos.
El rey emérito se ha ido de España —o
se ha exiliado, o ha huido, según las distintas versiones— parece que al Caribe
lujoso mientras está siendo investigado por unas supuestas comisiones
millonarias. Sé lo que constitucionalmente significa ser Rey y sé igualmente lo
que constitucionalmente significa ser jefe del Estado, pero constitucionalmente
“rey emérito” no significa nada porque ni en la Constitución ni en la Ley
Orgánica de la abdicación ni en el Real Decreto que modifica su tratamiento hay
tal figura. Como no hay presidentes del Gobierno o ministro eméritos, por
ejemplo.
Tantas veces ha ocurrido en nuestra
historia que un rey se va de España —se exilie, huya, etc. —, que no es una
excepción, ni democrática ni monárquica.
* Publicado en infoLibre. Librepensadores. 07.08.2020
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