viernes, 26 de agosto de 2016

DE PROHIBIR EL BIQUINI A PROHIBIR EL BURQUINI *


Playa de Gandía. c.1970
A mediados de los años sesenta del siglo pasado, en plena dictadura, vi en una playa de Levante cómo una pareja de la Guardia Civil obligaba a taparse a una turista que tomaba el sol en biquini. Algún biempensante bañista les había llamado en defensa de la moral. La mujer se vistió rápidamente y se fue de la playa mientras la increpaban.
Lo que no me esperaba es que cincuenta años después vería las fotos de unos policías en una playa de Niza multando a una mujer y obligándola a quitarse la túnica que la cubría cabeza, camisa y pantalón porque su ropa no era “respetuosa con la moralidad y el laicismo”. Algunos aplaudieron a la policía y la increparon.
Soy laicista convencido porque entiendo que el Estado debe ser absolutamente neutral en los asuntos espirituales de los ciudadanos y ni debe dejarse mediatizar por ninguna creencia religiosa, ni debe intervenir en las creencias o tratar de imponer una determinada moral a los ciudadanos. El laicismo estricto garantiza la libertad espiritual de todos los ciudadanos, creyentes, agnósticos, ateos o indiferentes y exige respeto a todas las creencias por igual. Cuando el Estado confunde legalidad con moralidad y legisla desde los criterios de una determinada moral deja de ser laico.
El nacionalcatolicismo franquista imponía su moralidad beata a todos en aquella triste España en blanco y negro. La República Francesa, cuna de la Revolución de la libertad, la igualdad y la fraternidad, sustancialmente laica desde 1905, quiere imponer una moralidad en los espacios públicos que vulnera los principios de su propia laicidad.
Me duele ver mujeres y niñas bañándose envueltas en túnicas mientras los varones de la familia lucen bañadores convencionales y las vigilan, pero me resisto a creer que no lo hacen consciente y voluntariamente, como cualquier creyente de cualquier religión cumple con su ortodoxia, sea alienante o no. Tan estúpido es prohibir el biquini como imponerlo; tan aberrante es imponer el burka como prohibir el burkini.

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