Las encuestas y sondeos preelectorales no han acertado en el
resultado concreto, aunque sin duda sí han acertado en la tendencia
general: sobrestimaron a los emergentes (Podemos y Ciudadanos) a la
vez que infravaloraban a los dos grandes partidos (PP y PSOE), pero
en el pronóstico de un parlamento muy fragmentado y en la dificultad
de formar gobierno, acertaron de pleno.
Parece que hay tanta dificultad para lograr pactos que desde los
primeros datos solventes del escrutinio apareció el fantasma de la
repetición de elecciones en primavera. Ni la suma de los resultados
de los partidos supuestamente más afines (de PP y Ciudadanos, o de
PSOE, Podemos, UP/IU, Ezquerra, etc.) es suficiente para garantizar
la investidura del nuevo presidente, de manera que, hoy por hoy,
parece que solo hay tres escenarios posibles: la repetición de
elecciones en marzo; una investidura gracias a la abstención de
otros (sea de Ciudadanos y PSOE, en favor del PP; sea de Ciudadanos y
PP en favor del PSOE); y el pacto de gobierno de los dos mayoritarios
(la gran coalición de PP y PSOE).
Repetir
las elecciones sin duda favorecería a Podemos y UP/IU, suponiendo
que por fin hayan entendido que el cerca del millón de votos de
UP/IU (que solo han aportado dos diputados) les habría llevado
claramente a la segunda posición (en votos, en porcentaje y en
escaños), y perjudicaría a Ciudadanos, que seguramente ha
defraudado a parte de sus votantes con su valioso, pero escaso
resultado: algún votante pensará que Ciudadanos no ha sumado, como
se preveía, sino que ha restado al conjunto de la derecha (del
centro/derecha). Quizá beneficiase al PP precisamente por los votos
que pudiera recuperar de los que se les escaparon ahora hacia
Ciudadanos. Y probablemente perjudicaría al PSOE, que sigue en su
persistente camino hacia la irrelevancia.
Una
investidura por abstención beneficiaría claramente a Ciudadanos,
que quiere verse a sí mismo como árbitro, o sea, con poder para
imponer su criterio. Y perjudicaría al investido, permanente rehén
de quienes necesitase su apoyo. En cualquier caso, un acuerdo así
prácticamente garantizaría una legislatura inestable y breve.
Por
último, la gran coalición de PP y PSOE probablemente beneficiaría
al PP, que se mantendría en el gobierno (lo presidiera o no) y
perjudicaría al PSOE, que de nuevo defraudaría a una parte
importante de su electorado (y se estaría jugando su desaparición).
Pero sería Podemos el partido verdaderamente beneficiado,
presentándose como la alternativa al PPSOE (o la
casta,
que de ambas forman les llaman).
Cualquiera
de estas opciones (o alguna otra que no se me ocurre) se realizará,
claro, pero si en Cataluña por fin hay acuerdo de investidura en los
próximos días (y todo apunta a que lo habrá), no tengo duda de que
la gran coalición se formará, pese a que para el PSOE pueda ser una
decisión definitivamente fatal.
* Publicado en elplural.es Tribuna Libre. Opinión. 22.XII.2015
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