
Primero,
porque no será Secretario General hasta ser nombrado en Congreso del
PSOE, los días 17 y 18 de junio, y es previsible que en estos
veinticinco días haya maniobras y presiones para obstaculizarle
rebajando sus expectativas y encauzarle llevándole de nuevo al
redil.
Segundo, porque tiene explícitamente
en contra al aparato actual e histórico del partido, como se ha
visto y oído durante la campaña, y a todos los medios de la
derecha, incluido El País, que descaradamente hizo campaña por
Díaz, arremetió contra Sánchez y hasta puso en duda el valor de
las primarias. Y seguro que esas fuerzas vivas no querrán perder ni
su fuerza ni su viveza.
Tercero,
porque muchos de los cargos que contaban con la victoria de Díaz y
apostaron fuerte por ella cargando duramente contra Sánchez estarán
de los nervios temiendo represalias que les deje fuera de juego. A
fin de cuentas, alguno se juega las lentejas.
Cuarto,
porque entre esos cargos están diputados del grupo parlamentario y
Sánchez ni es actualmente diputado ni tiene buenas relaciones con
ellos. Previsiblemente a quien nombre presidente de grupo no le
facilitarán la tarea.
Quinto, porque habrá que ver cómo se
resuelve la pelea para designar compromisarios para el Congreso de
junio: una mayoría de compromisarios afines a Díaz (y al aparato
histórico y mediático) podrían hacer pírrica la victoria de
Sánchez.
Sexto,
porque UP sin duda aprovechará para poner en un brete a Sánchez y
al aparato saliente
tantas veces como pueda para hacerse aún más visible.
Séptimo,
porque, aún superando todos estos obstáculos, no parece Sánchez
(como tampoco Díaz y López) quien sea capaz de recuperar la
identidad que el PSOE perdió en el 1979 para ganar las elecciones.
Dice Sánchez ser la izquierda, pero tendrá que demostrarlo con
hechos y políticas si es que quiere hacer creíble a un PSOE que,
hoy por hoy, no lo es.
* Publicado en elperiodico.com Entre Todos. 22.05.2017.
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