sábado, 10 de junio de 2017

URGE UN NUEVO TEXTO CONSTITUCIONAL *

No es un secreto que la Constitución (y todo el proceso de Transición) se hizo en una especie de libertad vigilada, con un permanente ruido de sables como tétrica música de fondo. Quizá por eso la Constitución del 78 no fue la que cada grupo político hubiera querido, sino la que todos aceptaron como el mínimo común de sus aspiraciones políticas e ideológicas. 

Un ni para ti ni para mí que cristalizó en los cuatro consensos fundamentales que certeramente describió Luis Gómez Llorente: Monarquía Parlamentaria, esto es, ni Monarquía con poderes ejecutivos ni República, sino algo así como una monarquía que asumiese los valores del republicanismo; economía social de mercado (ni economía de libre mercado ni planificación económica, un sistema mixto similar a las socialdemocracias europeas); Estado Autonómico (ni Estado unitario jacobino ni Estado Federal) con tres niveles de Administración del Estado (municipal, autonómica y general); y Estado aconfesional (ni Estado confesional, ni Estado laico).
 
Y tampoco es un secreto que, tras casi 39 años (pasadas ya casi dos generaciones), está en entredicho aquel proceso de transición y recurrentemente se piden reformas sustanciales en la Constitución o la redacción de una nueva, porque aquellos cuatro consensos, en mayor o menos medida, están en cuestión: la monarquía en declive se vio forzada a reciclarse; la reforma exprés del artículo 135, estableciendo un techo de gasto y priorizando el pago de la deuda, choca con el principio de economía social; los gobiernos conservadores han estado esquivando la aconfesionalidad legislando según su fe y su moral religiosas; y el soberanismo catalán (al menos por ahora) hace tambalear el modelo autonómico.

Carcomido nuestro sistema democrático por años de corrupción político-empresarial practicamente en todos los niveles de la administración y del Estado, y puestos en cuestión los cuatro consensos (sobre todo el modelo territorial), cada vez es más necesario y urgente elaborar un nuevo texto constitucional que priorice la honestidad pública y los controles anticorrupción; que se adapte a la realidad nacional e internacional actual; y que proteja y garantice eficazmente los derechos y libertades políticos y sociales de la mejor tradición europea ilustrada y social.

La actual fragmentación en el Congreso de Diputados, en el que ningún grupo tiene mayoría suficiente para imponer sus tesis en solitario y las opciones políticas son particularmente antagónicas de cada una con todas las demás, aparentemente no es la mejor situación para abrir un proceso constituyente, ni parcial ni general. Y, sin embargo, quizá sea el mejor momento para hacerlo precisamente por esa fragmentación: están hoy representados en el Congreso de los Diputados intereses políticos, económicos e ideológicos enormemente variados y suficientes como para abrir un debate honesto y plural que dé paso a un nuevo texto constitucional consensuado en un plazo razonable.
 
La ventaja actual con respecto al 78 es que felizmente ya no existe aquel runrún golpista, ni temor al regreso de una dictadura. La desventaja es que entonces imperó la generosidad de los grupos políticos y la voluntad de llegar a acuerdos (porque había un objetivo común y porque la inmensa mayoría sabíamos lo que no queríamos de ninguna manera), y quizá hoy no exista esa voluntad mientras no se entienda que la corrupción y las desigualdades (alentadas y sostenidas ambas por el descontrol y la codicia neoliberal imperante) son el enemigo común, como entonces lo fue la dictadura filofascista.

Muchas veces se ha hablado durante estos años de la necesidad de una segunda transición. Quizá ahora sea el momento de hacerla entre todos porque nos estamos jugando el futuro, pero me temo que no va a ocurrir.

* Publicado en Crónica Popular. 20.06.2017. 
http://www.cronicapopular.es/2017/06/urge-un-nuevo-texto-constitucional/ 

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