jueves, 17 de mayo de 2018

VITALIDAD Y MADUREZ DEL FEMINISMO * **


Alice Hawkins (1863-1946), Leicester, UK
Jean Paul Sartre, pareja libre de la muy libre Simone de Beauvoir que con El Segundo Sexo abrió la puerta a la segunda ola del feminismo e inició un camino hasta hoy ininterrumpido, nos advertía y se advertía a sí mismo que, pese a su militancia y su activismo de izquierdas, era un burgués. Y, salvando las distancias, así me siento yo: feminista convencido no puedo negar ni evitar mi condición de varón ni los tics androcéntricos grabados en mi conciencia y que no he sido capaz de detectar.

Simone de Beauvoir entendió con perspicacia que la tesis fundamental del existencialismo, a saber, que la existencia precede a la esencia; que no hay esencias previas que deban realizarse, servía de soporte para entender la diferencia entre sexo y género: No se nace mujer: se llega a serlo, escribe. No hay un universal femenino el estereotipado eterno femenino que ella cuestionaba como no hay un universal masculino predeterminado que naturalmente se realiza: ser mujer, como ser hombre, es el resultado de una construcción socio-cultural. Y en su propia evolución, al menos una parte del feminismo actual ha llegado a la misma conclusión: no hay un feminismo esencial, sino que, como todo hecho histórico, también el feminismo está en permanente construcción, elaborándose intelectualmente y llegando a ser lo que es a través de sus propias acciones.

Probablemente hoy el pensamiento feminista es el único capaz de asumir el papel aglutinador que tuvo el movimiento obrero en el siglo XIX para luchar contra la explotación: si el movimiento obrero fue expresión de la lucha de clases entre la burguesía explotadora dueña del capital y los medios de producción, y el proletariado explotado la fuerza de trabajo, la mano de obra, el movimiento feminista encarna hoy una lucha ideológica y pragmática entre dominadores y dominadas otra forma de entender la relación entre explotadores y explotados; si en La ideología alemana Marx entendió bien que las ideas de la clase dominante, son, en todas las épocas, las ideas dominantes, el feminismo ha sabido hacernos ver que eso es exactamente el sistema patriarcal que contamina nuestra historia: las ideas dominantes de la clase dominante los varones en nuestra cultura.

Ir descubriendo las formas de dominio patriarcal, analizarlas y conceptualizarlas adecuadamente ha sido y es el trabajo intelectual de las feministas desde el siglo XVIII. Olympe de Gouges, Mery Wollstonecraft, Flora Tristán, Lucretia Mott, Elizabeth Cady Stanton, Sojourner Truth, Millicent Garret Fawcet, Emmeline Pankhurst Goulden, Simone de Beauvoir, Betty Friedan, Kate Millett, Shulamith Firestone, Celia Amorós, Amelia Valcárcel, Judith Butler, Donna Haraway, Leslie McCall, Sara Ahmed y tantas, tantas otras, nos han ido abriendo los ojos y descubriendo con éxito territorios de dominación patriarcal antes desapercibidos.

Hay tres señales claras que evidencian el éxito al menos en la cultura occidental de las ideas feministas: las rigurosas investigaciones que dan soporte intelectual e ideológico al movimiento feminista y que constituyen ya un área específica de conocimiento; la capacidad de movilizar y de ser vanguardia en las reivindicaciones en la calle, en los medios y en las redes sociales; y la oposición intelectualmente plana del machismo como soporte del patriarcado.

Probablemente hoy es más propio hablar de feminismos que de feminismo porque hay en el pensamiento feminista una rica variedad de perspectivas: el feminismo radical, el de la igualdad, el ecofeminismo, el ciberfeminismo, la teoría poscolonial, el movimiento queer o la interseccionalidad -por citar algunos- son buenos ejemplos de esa variedad de análisis y estrategias. La construcción de conceptos y expresiones nuevos para designar aspectos inadvertidos del sistema patriarcal patriarcado, heteronormatividad, heterodesignación, cisgénero, micromachismo, mansplaining, techo de cristal, por ejemplo y para designar la propia actitud feminista empoderamiento, sororidad, visibilización, etc. descubren realidades ocultas, eso que se da por sentado, y son condición de posibilidad de una comprensión distinta de las relaciones personales y sociales entre mujeres y hombres. Las polémicas e incluso las confrontaciones dentro del movimiento feminista sobre la identidad, el binarismo sexual, el transfeminismo, la maternidad o el cuerpo no son prueba de inconsistencia, sino que, al contrario, son signo de vitalidad y madurez ideológica.

Es una obviedad que cada vez hay más mujeres y probablemente más hombres- más concienciadas y más cercanas a las tesis feministas. Y es una obviedad que las reivindicaciones feministas tienen una enorme capacidad para movilizar a la ciudadanía espontáneamente en la calle, en los medios y en las redes sociales. Prueba de ello son la multitudinaria Marcha de las mujeres en Washington de enero de 2017 y sus réplicas en los 50 Estados y en 55 grandes ciudades de todo el mundo; las aún más masivas en Estados Unidos, en Canadá, en muchas ciudades de Europa y en Japón de enero 2018, en el aniversario de la primera; o el movimiento #MeToo. Y en España recientemente la huelga de mujeres y las enormes manifestaciones el 8 de marzo de 2018 o las convocadas en repulsa a la sentencia de la manada más la avalancha de artículos profundamente críticos con la escandalosa sentencia y las más de 1364000 firmas de mujeres y hombres pidiendo en change.org la inhabilitación de los jueces y la valiente iniciativa #cuentalo.

La tercera señal es el adocenamiento y la zafiedad del machismo tradicional incapaz de ir más allá del desprecio y el insulto, bien presentes en páginas WEB ad hoc, boyeras, feminazis, hembrismo, #todasputas, planchabragas, etc. son sus logros intelectuales—, en la violencia misógina del peligroso movimiento incel involuntary celibates y en los intentos de los sectores más conservadores de redefinir el feminismo desde el androcentrismo dominante demonizando la ideología de género y reivindicando un feminismo femenino y esencialista ajustado a los valores y papeles tradicionales de la mujer en en hogar y en la reproducción.

Pero lo cierto es que el éxito es indiscutible pero no total: la eliminación de la permanente violencia de género el acoso callejero y laboral, el maltrato, las violaciones, los asesinatos de mujeres; la mirada masculina presente en la aplicación de tantas leyes; la discriminación laboral y salarial, y la igualdad plena y efectiva de derechos, lamentablemente siguen siendo objetivos no alcanzados.

Si el objetivo es la construcción de un nuevo paradigma paritario universal, pese a lo ya conseguido aún queda mucho trabajo por hacer. Y esa construcción nos incumbe a mujeres y hombres. Ya en 1843 Flora Tristán en La Clase Obrera nos invitaba a los varones a participar en esa construcción: en nombre de vuestro propio interés, hombres; en nombre de vuestra mejora, ¡la vuestra, hombres!; en fin, en nombre del bienestar universal de todos y de todas os comprometo a reclamar los derechos para la mujer.

De tanto en tanto, las ideas se encarnan en hechos que transforman la realidad. Las ideas ilustradas estuvieron en el origen de la revolución francesa, la independencia de los Estados Unidos y el fin del Antiguo Régimen. El movimiento obrero desembocó en la revolución de 1917 y en la socialdemocracia europea. Esperemos que tarde o temprano el pensamiento feminista de tercera, de cuarta, de ene olas posibilite la construcción de una sociedad en la que el patriarcado solo sea historia.

* Publicado en Crónica Popular. 17.05.2018
https://www.cronicapopular.es/2018/05/vitalidad-y-madurez-del-feminismo/

** Publicado en Público.es. Espacio Público. 21.05.2018
http://www.espacio-publico.com/el-despertar-del-nuevo-feminismo#comment-6096

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