
A pocas horas de que comience de hecho el nuevo curso político, el Presidente Rajoy ha dicho en Soutomaior, aludiendo a una supuesta coalición tras las elecciones entre Podemos y el PSOE, que es lo peor que le puede pasar a este país. Ha hablado, además, de la estabilidad política que se precisa para la definitiva recuperación económica y ha advertido que el único problema en el horizonte es la deriva del PSOE hacia la radicalización y el extremismo.
Por su parte, el Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, acaba de decir que nunca pactaría con el PP, aunque sí con otros partidos (con Podemos, Ciudadanos, PNV o Coalición Canaria), a la vez que critica el populismo de Podemos (que, según Sánchez, se ha quedado sin argumentos tras la rendición de Tsipras aceptando las condiciones del tercer rescate). E Íñigo Errejón, hace apenas quince días, decía que no hay nada que hablar con el PSOE de gobierno cuya última decisión fue indultar a un banquero, aunque no descarta pactar con otro PSOE.
Faltan cuatro meses para las elecciones y, aunque parezca contradictorio con todo lo anterior, me temo que todo huele a preparación para formar la gran coalición PP/PSOE (aquella que sugería Felipe González hace quince meses); que los discursos electoralistas de puertas a fuera nada tienen que ver con los contactos de puertas a dentro que muy probablemente ya se están produciendo; que la sombra de la fórmula alemana (la coalición de la UDC de Merkel y el SPD de Gabriel) es tan alargada que puede servir de excusa a ambos partidos para desdecirse de sus reproches mutuos; que una vez más la izquierda, ensimismada y dividida, verá cómo el stablishment gana la partida.