El
presidente Rajoy ahora sí quiere reformar la Constitución para
redefinir
las competencias de la administración general del Estado y fijar
techo
a las de las Comunidades Autónomas. O sea, que ya no queda ningún
partido relevante que no quiera reformar la Constitución del 78 (o
redactar una nueva), aunque evidentemente no coinciden ni en el
sentido ni en el contenido de la reforma.
Si realmente es así, quizá las próximas Cortes sean de hecho
Constituyentes y la legislatura (o parte de ella) deba dedicarse a la
negociación y los acuerdos entre las partes para la nueva redacción,
de manera que los resultados de las próximas elecciones generales y
la actitud de los partidos elegidos pudieran ser determinantes. Más
aún si se enquista el problema catalán.
Si
la reforma fuera una revisión completa o afectase a sus aspectos
fundamentales, especialmente protegidos, sería necesaria una mayoría
cualificada de dos tercios en ambas cámaras (234 de los 350
Diputados y 178 de los 266 Senadores), además, la disolución de las
Cortes y la convocatoria de elecciones generales para elegir un nuevo
Parlamento que debería estudiar y aprobar en su caso los cambios en
la misma proporción, y, aprobado el nuevo texto en las Cortes,
someterlo a referéndum.
Descartado que ningún partido pudiera conseguir en solitario tal
mayoría cualificada, necesariamente deberían aliarse unos u otros
para votar en común. Y a nadie se escapa que no sería lo mismo un
acuerdo solo entre PP y PSOE, que uno, otro o ambos, sumaran apoyos
de Podemos, de Ciudadanos, de IU y/o de los nacionalistas (y
regionalistas).
En
aquellas Cortes de 1977 de los siete ponentes que debían ser
elegidos para elaborar la Constitución (3 de la UCD de Suárez, 2
del PSOE de González, 1 del PCE de Carrillo y 1 de la Alianza
Popular de Fraga, según el reparto oficial) el PSOE cedió uno de
sus dos puestos a Miquel Roca i Junyent (del Pacte
Democrátic per Catalunya
de Pujol) para que los nacionalismos catalán y vasco participaran en
el proceso. Y mal que bien, pudo redactarse una Constitución
consensuada, cediendo unos y otros. Pero se ha embarrado tanto todo
el sistema desde entonces que hoy no parece posible un consenso como
aquel.
Y si difícil parece la reforma de la Constitución hoy, la de la ley
electoral parece imposible.
* Publicado en elplural.es Opinión. Tribuna Libre. 10.08.2015
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