Fernando
Trueba, al recoger el Premio Nacional de Cinematografía, ha dicho
que nunca se ha sentido español, ni
cinco minutos.
Y se ha montado un buen lío: descalificaciones, insultos y sobre
todo reproches por no rechazar el premio. Como si sentirse español
fuera obligatorio.
En
estos tiempos de fervores nacionalistas, donde sin pudor se hacen
públicos los sentimientos de cada quien (yo
me siento catalán, yo me siento español, yo me siento tan español
como catalán,
se oye decir), a quienes no somos nacionalistas, nada nacionalistas,
de ningún nacionalismo, nos reconforta oír cómo alguien no tiene
ningún sentimiento nacional.
En
los sentimientos no manda nadie, ni siquiera uno mismo, y ni se puede
impedir ni se puede obligar a alguien a tener tales o cuales
sentimientos, de manera que a nadie puede extrañar que alguien se
sienta lo que sea o no se sienta como otros quisieran que se
sintiera. Hacer obligatorio un determinado sentimiento
inevitablemente lleva a la violencia, como continuamente vemos en los
crímenes de género.
Mi
DNI me identifica como ciudadano del Estado español, y me parece
bien (ejerzo mis derechos, pago mis impuestos, procuro cumplir las
leyes, etc.), pero desde luego no me obliga a sentirme madrileño,
español, europeo o ciudadano del mundo. Mi DNI habla de mi
personalidad jurídica, pero afortunadamente nada dice ni de mis
afectos ni de mis emociones.
El
ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo,
en respuesta al discurso de Trueba, dijo que él sí se siente
español y que se alegra de las victorias de España. Seguro que el
ministro, nacido en Tetuán cuando era colonia española (y que hoy
es parte de Marruecos) entenderá bien que sería inútil forzarle
para que se sintiera marroquí.
* Publicado en elplural.com Opinión. 21.09.2015
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