jueves, 21 de septiembre de 2017

EL PULSO ENTRE EL ESTADO Y EL SECESIONISMO: SUMA Y SIGUE

El enfrentamiento institucional entre la Generalitat y el Estado va agravándose día a día y cada día es más peligroso. Tras la caótica aprobación exprés de las leyes de desconexión en el Parlament y la correspondiente anulación dictada por el Tribunal Constitucional, Puigdemont se reafirmó en la decisión de celebrar el referéndum -llegaremos hasta el final, dijo- y Rajoy, en su declaración televisada, advirtió de su empeño en impedir el referéndum ilegal -sin renunciar a nada, dijo-. Ambos estaban dejando claro que no iban a ceder.
Sorprendentemente, tanto uno como otro han insistido en la necesidad de dialogar: Puigdemont envió a Rajoy -con copia al Jefe del Estado- una carta en la que pedía negociar sin condiciones y Rajoy insiste en cada comparecencia que el gobierno está abierto al diálogo. Pero parece que ambos lo dicen con la boca pequeña porque uno y otro saben que sí hay condiciones previas: para la Genaralitat, un referéndum vinculante de autodeterminación; para el Gobierno, el respeto a la Constitución, que no contempla la secesión de una parte del territorio.
Solo hay dos posibilidades para hacer un referéndum vinculante: la aprobación de un nuevo Estatuto de autonomía o la reforma de la Constitución -o la redacción de una nueva-. La alternativa es el uso de la fuerza -de las revueltas en la calle; de los cuerpos de seguridad para restablecer el orden- bien para imponer el referéndum y la secesión, bien para impedirlos. Y parece que ambos están dispuestos a ir por ese camino.
Vista la dureza del enfrentamiento, tanto la comisión propuesta por el PSOE para la revisión del modelo territorial en el Congreso de los Diputados, como la asamblea de electos que propone Unidos Podemos no son más que juegos malabares porque quienes de verdad pueden detener esta barbaridad son Puigdemont y Rajoy.
Pero no parece que ninguno de los dos esté dispuesto a ello. En sus respectivas declaraciones institucionales -tras los registros en las Consellerias, la detención de altos cargos de la Generalitat, las incautaciones de material, el rechazo de instituciones catalanas y las concentraciones más o menos intimidatorias en la calle- de nuevo se reafirmaron en sus posiciones: no ens farem enrere perque no tenim dret (no daremos marcha atrás porque no tenemos derecho), dijo el President; cada ilegalidad tendrá una respuesta firme, proporcionada y rigurosa, advirtió Rajoy. Otros suma y sigue en la ya larga cuenta de disparates.
Probablemente no podrá haber referéndum el día 1 -a día de hoy, excepto las urnas, todo el material está incautado-, probablemente habrá disturbios, quién sabe de cuánta intensidad, por la frustración que generará entre quienes sí quieren votar, y probablemente la policía intervendrá, quién sabe con cuánta intensidad. Si es así, las heridas sociales, políticas e institucionales difícilmente se podrán cerrar durante mucho tiempo. Prácticamente no hay margen para parar esta calamidad, pero cada día que pase sin intentarlo será una oportunidad perdida y una irresponsabilidad histórica.

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