jueves, 14 de septiembre de 2017

ENSIMISMADOS EN EL DESAFÍO SECESIONISTA *

En La Saga/Fuga de JB, Torrente Ballester novelaba sobre Castroforte del Baralla, capital una ignorada quinta provincia gallega, que cuando se ensimismaba en algún asunto local (¡Veciños, veciños, roubaron o Corpo Santo!) se elevaba y desaparecía del mapa perdida entre las brumas. Seguramente las mismas brumas que, ensimismados en el desafío soberanista de Cataluña, han hecho desaparecer del mapa político problemas tan graves, si no más, que el territorial.

Es cierto que desde el punto de vista institucional, la posible secesión de Cataluña es el hecho más grave al que se enfrenta el Estado, porque pone en peligro su propio ser y, en consecuencia, la estabilidad del sistema. Y es cierto que tanto la forma en que el Govern, el Parlament y parte de la sociedad catalana han planteado el reto, como la estrategia que ha utilizado -y sigue utilizando- el Gobierno del PP para hacer frente al procés judicializándolo han provocado problemas de enorme gravedad: la división de la sociedad catalana -que ya se vive en familias y entre amigos y vecinos-; el serio conflicto institucional entre dos soberanismos hoy incompatibles -el de la pretendida República catalana y el del Estado- que exigen ambos lealtad y obediencia a su propia legalidad; y, por si fuera poco, el afloramiento explícito de las fobias más rancias tanto de la derecha españolista tradicional, siempre extrema, como de los independentistas más obcecados y sectarios. Y esperemos que no pase de ahí.

Pero no es menos cierto que el ensimismamiento de todos por la intensidad y la prolongación en el tiempo del problema secesionista está teniendo como consecuencia perversa que se nublen los grandes problemas políticos que padecemos los ciudadanos: los recortes de derechos y servicios sociales; la precarización de las condiciones laborales; el exilio económico al que se ven forzados tantos jóvenes; el deterioro y el retroceso general de las condiciones de vida de la mayoría de la población; y, por supuesto, la corrupción político/empresarial que prácticamente afecta a todas las instituciones del Estado en todos sus niveles, a todos los partidos y a muchas empresas adjudicatarias -se nos olvida que tras cada político corrupto hay un empresario corruptor y que tras cada empresario corrupto hay un político corruptor.

Sin duda sabe Rajoy que una parte significativa de su electorado, absolutamente intransigente con el secesionismo que rompe España -y temeroso de que la izquierda pudiera llegar al gobierno-, pasará por alto tantas veces como haga falta todos los problemas de corrupción del PP, por graves que sean, si imposibilita el proceso secesionista. 

La financiación ilegal del partido durante años, los contratos y adjudicaciones amañados, los sobrecostes provocados en la ejecución de obras, el enriquecimiento ilícito de personas y empresas -mientras las reformas laborales precarizaban contratos, condiciones y sueldos de los trabajadores con la excusa de una mayor productividad-, los juicios donde se están sustanciando tantas y tantas prácticas ilegales, todo eso, se ha ido cubriendo con la niebla del problema catalán.

Y algo similar se podría decir de esa derecha catalana del 3%, aliada con anticapitalistas y republicanos, que se sabe a salvo si triunfara la secesión porque los poderes de la nueva República los absolverían de antemano y de inmediato en pago a los servicios prestados: el ensimismamiento en el procés lo tapa todo.

La izquierda, de suyo no nacionalista, sin duda debería tomarse en serio el reto secesionista y la respuesta jurídico-política del Gobierno, pero para exigir neutralidad laica tanto a la administración catalana como a la española de manera que ningún nacionalismo -ni españolista ni catalanista-  interfiera en sus decisiones mediatizándolas. Pero, a la vez, debería esforzarse en levantar la niebla de los nacionalismos para poner de nuevo bien a la vista de todos la degradación de las condiciones de vida que provocan las políticas depredadoras, sean españolas, catalanas o de Castroforte del Baralla.

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