miércoles, 2 de septiembre de 2020

VUELTA AL COLE: HABRÁ CONTAGIOS Y HABRÁ REPROCHES *

Es bastante lógica la preocupación de todos por la vuelta al cole. El inicio de curso afecta directamente a alrededor de 10.000.000 de personas, entre alumnos y profesores solo contando los niveles reglados de primaria, de secundaria y universitarios. Si añadimos la enseñanza no reglada —oposiciones, cursos de formación, universidades de mayores, etc.— el número de afectados es aún mayor. Y si añadimos que cuatro veces al día se juntarán en las puertas de los colegios un buen número de padres, madres, abuelos y abuelas para recoger a los más pequeños que coman en casa, el número se incrementa aún más.

Visto así, no es difícil entender que probablemente no haya una forma realmente eficaz de organizar la vuelta al cole totalmente segura que evite contagios.

Desde los seis años será obligatorio el uso de mascarillas en los centros y la separación de un metro y medio entre los pupitres. Pero ¿cómo asegurar su cumplimiento cuando no haya profesores en el aula —entre clase y clase, por ejemplo— o en los pasillos, en los patios, en los aseos, en la cafetería, a la entrada y la salida, etc.? Me temo que pequeños y mayores inevitablemente se saltarán las normas sin darse cuenta.

Los profesores tendrán, además, un trabajo añadido: velar con que esas normas se cumplan, que no se quiten o no se coloquen correctamente las mascarillas, que guarden las distancias de seguridad, que se laven las manos… y un problema añadido con los alumnos disruptivos que pueden aprovechar el enmascaramiento para hacer sus gracias.

Si la enseñanza vuelve a ser completamente en línea o semipresencial y a distancia, el problema, además, afectará a quienes no tengan material adecuado —ordenador, conexión a internet, etc.—, a quienes tengan que quedarse en casa para cuidar a los pequeños cuando no haya cole y a los profesores que, otra vez, tendrán que usar sus propios medios informáticos y sus recursos materiales —además de su esfuerzo, de su profesionalidad, de su capacidad didáctica para mantener la atención de sus alumnos, etc.

Doy por hecho que habrá contagios de alumnos, de personal docente y no docente, quizá de familiares. Y doy por hecho, que habrá protestas ciudadanas y reproches políticos.


* Publicado en infoLibre. Librepensadores. 02.09.2020.

martes, 11 de agosto de 2020

MONARQUÍA Y REPUBLICANISMO * ** ***


Por razones democráticas, soy republicano: que todo el poder soberano —el Estado— resida en el pueblo —la ciudadanía— y que el pueblo elija democráticamente a todos sus representantes, me parece imprescindible. Y por razones sentimentales, soy republicano: me siento republicano y nada monárquico, personal e históricamente. Pero, sobre todo, Ideológicamente me identifico con las tesis del republicanismo, sea el clásico o el instrumental: reconocimiento, protección y extensión de libertades y derechos políticos y de derechos sociales iguales para todos los ciudadanos; libertad como no dominación; imperio de la ley; Constitución; separación de poderes; virtudes cívicas, etc. todo con la vista puesta en el bien común, me parece un programa atractivo.

Para sobrevivir, las monarquías tradicionales, esencialmente absolutistas, se reconvirtieron en monarquías parlamentarias, asumiendo así, en parte, los valores del republicanismo, pero no evitando la paradoja de ser una institución no electiva —no democrática— incrustada en sistemas democráticos que no teniendo teóricamente poder político efectivo, sí suelen tener privilegios jurídicos, políticos y económicos injustificables.

Solo encuentro dos formas de evitar la paradoja: desincrustar la monarquía convirtiendo el reino en república o vaciarla de todo contenido, de todo poder y de todo privilegio hasta dejarla en un esqueleto estrictamente simbólico que ocupe la Jefatura del Estado dándole continuidad, pero no más.

La Constitución del 78 es reformable, cierto, tan cierto como que es difícilmente reformable en los artículos declarados fundamentales. Y eso no se debe a la situación aritmética coyuntural del parlamento actual, sino a las condiciones que impone la Constitución misma. O sea, que, o se abre un nuevo proceso constituyente —que parece algo imposible hoy por hoy— o tenemos monarquía blindada por la Constitución para rato.

* Publicado en elperiodico.com. Entre Todos. 13.08.2020.

** Publicado un extracto en las ediciones en papel en castallano y catalán. 16.08.2020.


















*** Publicado en Crónica Popular. 15.08.2020

miércoles, 5 de agosto de 2020

OTRO REY QUE SE VA DE ESPAÑA *


En los sistemas democráticos no presidencialistas, la figura del jefe del Estado es fundamentalmente simbólica, lo mismque la mayoría de sus funciones. En ese caso, tanto da que la forma de Estado sea una república o una monarquía porque el jefe del Estado no tiene poder ejecutivo, ni legislativo, ni judicial.

La ventaja de la jefatura del Estado monárquica es la teórica neutralidad de la Corona, que supuestamente ni tiene ni puede tener ideología, y el automatismo del relevo: quién ocupará el trono está predeterminado y por tanto nada hay que elegir. La desventaja es que, quiéralo o no, no es posible no tener una ideología, de manera que la supuesta neutralidad se desmorona, pero, sobre todo, la desventaja es que los ciudadanos no eligen ni directa ni indirectamente quién sea el jefe del Estado, lo que sin duda es una chirriante excepción en un sistema democrático, por mucha tradición que haya detrás de ello. 
Que los jefes de Estado gocen de algún grado de inmunidad en el ejercicio de su cargo no es una excepción, pero que esa inmunidad se extienda a los actos privados —hasta convertirse en inviolabilidad total— y más allá del ejercicio efectivo de su cargo es otra chirriante excepción democrática.
Que los actos institucionales del jefe del Estado —o de cualquier cargo público— hayan sido ejemplares, eficaces y hasta heroicos es, sin duda, motivo de agradecimiento por los servicios prestados, pero no es motivo suficiente para cubrir -o encubrir- los actos privados presuntamente delictivos. 
El rey emérito se ha ido de España —o se ha exiliado, o ha huido, según las distintas versiones— parece que al Caribe lujoso mientras está siendo investigado por unas supuestas comisiones millonarias. Sé lo que constitucionalmente significa ser Rey y sé igualmente lo que constitucionalmente significa ser jefe del Estado, pero constitucionalmente “rey emérito” no significa nada porque ni en la Constitución ni en la Ley Orgánica de la abdicación ni en el Real Decreto que modifica su tratamiento hay tal figura. Como no hay presidentes del Gobierno o ministro eméritos, por ejemplo.
Tantas veces ha ocurrido en nuestra historia que un rey se va de España —se exilie, huya, etc. —, que no es una excepción, ni democrática ni monárquica.

* Publicado en infoLibre. Librepensadores. 07.08.2020

domingo, 19 de julio de 2020

ACONFESIONAL, CIVIL Y LIMPIO *

Desde 1978 España es formalmente un Estado aconfesional, pero materialmente durante estos 42 años en raras ocasiones se ha comportado como tal: funerales confesionales, símbolos confesionales en tomas de posesión de cargos y en instituciones civiles, fiestas confesionales, etc. Tanto, que han sido noticia las pocas veces en que se ha hecho un acto sin símbolos religiosos.

El acto del jueves 16 de julio para despedir a los muertos por la Covid-19 y de reconocer el trabajo y homenajear a quienes estuvieron —y siguen estando— en primera línea ha sido una ceremonia de Estado estrictamente aconfesional y estrictamente civil: representantes de todas las Instituciones del Estado —Jefatura del Estado, Gobierno, Parlamento, Poder Judicial, ex Presidentes del Gobierno, Presidentes de las Comunidades Autónomas, policías, etc.—; de Instituciones internacionales —Unión Europea, Naciones Unidas, OMS, OTAN, etc.—; y, sobre todo, de la sociedad civil particularmente afectada —familias de víctimas, profesionales sanitarios, bomberos, limpieza, etc. La presencia del Cardenal Arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, fue una más de los representantes de otras confesiones —budistas, evangélicos, judíos, mormones, ortodoxos, musulmanes, testigos de Jehová.

Protagonizaron la ceremonia los representantes de las víctimas y de los trabajadores, y el jefe del Estado cerró el acto. Música de Brahms, poema de Octavio Paz, ofrenda de rosas blancas en el pebetero encendido, minuto de silencio. Nadie se lo reconocerá, pero lo cierto es que el Gobierno, pudiendo hacerlo, no ha capitalizado la ceremonia en provecho propio.

Se trataba de compartir respetuosa y simbólicamente el duelo con quienes han perdido a un ser querido, a veces en condiciones indeseables, y de mostrar todos el respeto y la empatía que su dolor merece. Y se trataba de dar las gracias oficial y colectivamente a quienes, trabajando en los momentos más duros, pusieron en riesgo su propia vida.

El partido de ultraderecha, siguiendo su programa antisistema y feroz, no asistió al acto, con el estúpido argumento de no consolidar al gobierno, como si la consolidación del gobierno dependiera de ellos. También dieron plantón a las víctimas ERC, la CUP, Bildu y el BNG según todos, para no blanquear a la monarquía, como si la ceremonia fuera un acto de la monarquía o del monarca y no del Estado.

Por todo esto, por las presencias y las ausencias, por el respeto y el agradecimiento, por el recuerdo y el duelo colectivos, creo que la celebración de este acto de Estado, civil y aconfesional, ha sido precisamente limpio.

* Publicado en Crónica Popular. 19.07.2020
https://www.cronicapopular.es/2020/07/aconfesional-civil-y-limpio/ 

martes, 23 de junio de 2020

PERO LA PANDEMIA NO HA TERMINADO * **


A las 00.00 horas del día 21 de junio dejó de estar en vigor el último estado de alarma decretado por el gobierno y validado por el Congreso de los Diputados —y Diputadas— volviendo pues a la legalidad ordinaria.

Es canónica la descripción del Estado que Max Weber propuso en La Política como Vocación (1919): Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es el elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. E igualmente canónica es la descripción del Poder Soberano que Carl Shmitt expuso en su Teología Política (1922): el que decide sobre el estado de excepción.

En la tradición democrática, como recuerda Giorgio Agamben en su Estado de excepción (2004), el estado de excepción, en cualquiera de sus grados —en nuestra Constitución, los estados de alarma, excepción y sitio— suspende temporalmente total o parcialmente el ordenamiento jurídico y a él se recurre en situaciones de necesidad cediendo al gobierno poderes especiales.

Si hay algún momento en el que el Estado muestra su ser propio más nítidamente es precisamente cuando en una situación excepcional grave decide dejar en suspenso excepcionalmente y por tiempos limitados derechos fundamentales de los ciudadanos incluso aplicando la fuerza.

Que la pandemia actual es una situación de necesidad excepcional que requiere decisiones excepcionales, apenas es discutible. Como apenas es discutible que se haya recurrido al apartado b del artículo cuarto del capítulo II de la Ley Orgánica 4/1981 de 4 de junio que regula los estados de alarma, excepción y sitio, que específicamente cita crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves.

Las decisiones excepcionales tomadas las sabemos todos: mando único centralizado, movilización de recursos sanitarios y económicos, confinamiento de la población, distanciamiento social, paralización del comercio y de parte de la industria, cierre de fronteras, etc. Y decisiones económicas igualmente excepcionales: ERTE masivos, movilización de recursos soberanos, avales bancarios oficiales, endeudamiento, etc.

Nuestro Estado está constituido como autonómico, con un altísimo nivel de autogobierno de las Comunidades que, sin embargo, no contenta a algunas de ellas hasta el punto de reivindicar su independencia. Los poderes especiales del gobierno, especialmente, el mando único, ha generado suspicacias y tensiones entre el gobierno de España y los autonómicos que, desde el minuto uno, han tenido prisa por recuperar sus competencias. Más aún los partidos nacionalistas que se saben necesarios para la estabilidad del gobierno e incluso para validar los decreto-ley de los sucesivos estados de alarma.

Si el ideal del liberalismo clásico era el laissez fair, —la no intervención del Estado en los asuntos económicos— y el funcionamiento ideal de la mano invisible del mercado que metaforizó Adam Smith, el neoliberalismo ha ido más allá —sobre todo sus defensores más radicales, libertarianos y anarcocapitalistas— al defender como único Estado moralmente justificable el Estado Mínimo, el minarquismo, que Rober Nozick en su Anarquía, Estado y utopía (1974) describe así: un Estado mínimo, limitado a las funciones de protección contra la violencia, el robo, el fraude, la violación de contratos y otros parecidos, es justificable; cualquier otro Estado más grande violaría el derecho de las personas a no ser forzadas a hacer ciertas cosas y es injustificable. 

Pese a todas las intervenciones para desregular, externalizar y/o privatizar servicios públicos y de recortar prestaciones sociales y plantillas de estos servicios; pese a todas las precariedades provocadas por ese neoliberalismo dominante, y pese a todo el ruido político/mediático de la derecha extrema y de la extremada, afortunadamente el Estado ha mantenido pulso suficiente para enfrentarse a la situación.

Probablemente, los datos actuales de la pandemia, las prisas por reactivar la economía —con la imprescindible ayuda de la UE— en todos sus niveles, las prisas por recuperar sus autogobiernos las Comunidades, la debilidad de un gobierno minoritario que necesita apoyos parlamentarios ajenos y la necesidad de terminar con la contaminación de ruido antipolítico —acusando permanentemente al gobierno de abuso de poder, de ineficacia, de mentir, etc.—, han llevado al gobierno a dar por terminados los estados de alarma. Pero la pandemia no se ha terminado.


viernes, 12 de junio de 2020

RODANDO HASTA EL RÍO *


Más de una vez hemos visto cómo un grupo de manifestantes liberaba su ira pisoteando, rompiendo o quemando algún símbolo —una foto, una bandera. Probablemente les sirva de desahogo, pero lo cierto es que es algo infantil: por mucho que se empeñen, dañar el objeto no es dañar al sujeto en él simbolizado. Y hace unos días, hemos visto cómo en Bristol, durante las protestas del movimiento Black Lives Matter, un grupo de jóvenes derribó, hizo rodar calle abajo y arrojó al río Avon la estatua de bronce de Edward Colston.

Parecen actos similares, pero no lo son. Cierto que la estatua en sí no es más que un trozo de piedra o de metal y que dañarla no es dañar al personaje. Tan cierto como que la estatua, puesta en lugar público, homenajea al personaje: se erige, en agradecimiento o por admiración, para mantener presente el recuerdo del prócer de turno. Eliminar la estatua de su pedestal sí es retirar el homenaje.

Colston (1636-1721) hizo su fortuna como negrero, traficando con esclavos, y utilizó parte de esa fortuna para financiar la construcción hospitales, iglesias, etc. para su ciudad natal. En 1895, la ciudad le homenajeó levantando la estatua hoy arrojada al río. Fue un benefactor de la ciudad y un traficante de seres humanos secuestrados —cazados— y esclavizados.

Los historiadores más conservadores argumentan que no se debe borrar la historia, como si derribar la estatua borrara algo de lo que hizo el personaje, como si el hecho mismo de derribarla no formara parte ya de la historia del personaje y de la ciudad: la historia recordará que la ciudad dedicó una estatua al benefactor y esclavista Colston que 125 años después fue arrojada al río. La historia recordará que lo que entonces era motivo de orgullo, hoy es motivo de vergüenza; que hoy pesa más su condición de esclavista que la de benefactor.

He vuelto alguna vez al Instituto donde me formé, el Ramiro de Maeztu, y ha sido un gusto ver que en la plaza donde estaba la estatua ecuestre del dictador —la Plaza del caballo, en el argot estudiantil de entonces— ya hace años que no está.

* Publicado en Crónica Popular. 21.06.2020
https://www.cronicapopular.es/2020/06/rodando-hasta-el-rio/
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