Con el no de la CUP a la investidura del candidato de Junts pel sí, se cerró la partida: no va Mas. Así que si no hay sorpresa durante estos pocos días que quedan hasta el 9 de enero, el President Mas tendrá que firmar el decreto para convocar elecciones y 54 días después (quizá el próximo domingo 6 de marzo) la ciudadanía de Cataluña tendrá que votar de nuevo aunque, hoy por hoy, no es posible saber a quiénes.
No es posible saberlo porque habrá que ver si Artur Mas aún tendrá valor para presentarse de nuevo; si la alianza de Junts pel sí se mantiene o si la Esquerra Republicana de Catalunya de Junqueras, harta de Mas y de Convergencia, oliendo triunfo, decide ir por su cuenta (sumando quizá a los independentistas independientes); si la CUP será capaz de mantenerse unida o si la clara división de estas semanas termina por romper definitivamente la candidatura anticapitalista.
Para los demás partidos y coaliciones (Ciutadans, PSC, Catalunya sí que es pot y PP) la repetición de estas elecciones es una estupenda oportunidad porque el imposible acuerdo entre los secesionistas les ha hecho ya media campaña, y bien seguro que lo sabrán explotar en sus mítines.
En cualquier caso, lo mejor de todo este cuento de nunca acabar es que las elecciones catalanas de la próxima primavera serán autonómicas sin más porque ya no podrán disfrazarse de plebiscitarias.
En clave nacional, la decisión de la CUP de impedir la investidura de Mas es un contratiempo para la gran coalición de PP/PSOE: quienes la desean (el establishment político/económico nacional y europeo, y los dirigentes más apegados al poder de ambos partidos) ya no podrán utilizar como excusa que la unidad de España está en peligro, al menos hasta marzo.
Y si no hay coalición a la alemana, todo apunta a que también deberán repetirse las elecciones generales en todo el Estado, así que habrá que estar atentos a los movimientos dentro de cada partido y a las estrategias de negociación en las próximas semanas.
* Publicado en elplural.com Opinión. Tribuna Libre. 3.XII.2016
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