jueves, 28 de enero de 2016

IMAGINEMOS LA CATARSIS *

Imaginemos un pacto de investidura, de legislatura de dos años y de gobierno entre PSOE, Podemos y Ciudadanos fundamentado en una hoja de ruta que incluyera los dos asuntos prioritarios: la agenda social (pobreza, desempleo, precariedad laboral, sanidad, educación, etc.) y la regeneración democrática (medidas anticorrupción, ley electoral y, sobre todo, nueva Constitución -o transformación profunda de la actual- en 2018-2019).

Tal pacto contaría con 199 Diputados (90+69+40) y, por tanto, con una mayoría más que suficiente para legislar y gobernar, aunque no para reformar la Constitución, que necesitaría al menos el apoyo de 233 diputados (dos tercios de la Cámara), de manera que inevitablemente se debería contar con el PP (que además tiene mayoría absoluta en en Senado).

La Constitución del 78 se construyó consensuando (negociando, no imponiendo mayorías) los cuatro problemas históricos de España: la forma de Estado, la organización territorial, el sistema económico y la cuestión religiosa. Fue así como se llegó a la Monarquía Parlamentaria (que asume los valores del republicanismo, excepto en la Jefatura del Estado), al Estado Autonómico (ni unitario/centralista ni federal, asentado sobre tres administraciones: la general del Estado, la de cada una de las 17 Comunidades Autónomas, y las administraciones locales), a la economía social de mercado (ni planificación estatal ni liberalismo desregulado -puesta en entredicho tras la reforma exprés del 135 en 2011-), y a la aconfesionalidad del Estado (ni estrictamente laico ni confesional).

Casi cuarenta años después, parece que hemos llegado a un callejón sin salida, a una crisis económica, política, social e identitaria que debería provocar en todos la catarsis necesaria.

Siempre y cuando los actores fueran capaces de proponer, discrepar, debatir y al final consensuar una solución conjunta, la endiablada composición actual de las Cortes Generales (con un Congreso de los Diputados muy fragmentado, sin mayoría suficiente de ningún partido, y un Senado con una mayoría absoluta del partido que pudiera no gobernar) podría ser el mejor escenario para reformar la Constitución, o hacer una nueva, precisamente porque nadie tiene por sí mismo fuerza suficiente para imponer su criterio. 
 
Es cierto que la del 78 se hizo en condiciones muy especiales, saliendo de la dictadura, con permanente ruido de sables, con la sensación de estar en libertad vigilada, pero entender que hoy estamos en condiciones más difíciles para negociar es aceptar que aquel miedo fue una ventaja. Y no lo fue. 
 
Hoy los retos son otros y otros son los que hacen ruido (no de sables, sino financieros y mediáticos), pero sí da la sensación de estar en el fin de un régimen político. Repensar entre todos aquellos cuatro consensos y fijar lo que queremos hoy para todos pudiera ser la mejor catarsis (que pudiera servir, además, para encauzar el disparate secesionista) para empezar a construir una nueva etapa política. 

* Publicado en elplural.com Opinión. Tribuna Libre. 29.01.2016

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