Pedro Sánchez, que, vista la soledad del PP, estaba convencido de ser él quien dominaba la situación, diseñaba las ofertas de pactos y marcaba los tiempos del proceso de investidura, en apenas unas horas ha visto cómo le arruinaban la estrategia Iglesias Turrión y Rajoy Brey. Uno, sorprendiendo a todos (probablemente a sus propios militantes) con su escenificación de propuesta de pacto para formar gobierno de coalición con el PSOE, metiendo el dedo en el ojo de los socialistas y presentándose como garante de fiabilidad; el otro, declinando por sorpresa la propuesta de su investidura por el momento.
Los dos movimientos imprevistos dejan en muy mala situación a Sánchez y al PSOE, atrapados entre la tentación de abrazar la gran coalición a la alemana (por las presiones del establishment económico político y de los dirigentes y militantes más liberales del partido), el vértigo de aceptar la iniciativa de Podemos que pudiera ser simplemente estratégica, y el miedo a la repetición de unas elecciones en las que pudiera producirse el sorpasso.
La coalición con el PP (y con Ciudadanos si fuera el caso) garantizaría una legislatura estable de cuatro años que, como ocurre siempre en este tipo de ententes, sin duda beneficiaría al partido que la liderase, esto es, al Popular, y perjudicaría gravemente al PSOE porque si cuatro años es tiempo suficiente para el olvido, también lo sería para insistir desde la oposición en que no hay diferencia entre PP y PSOE.
LLegar a tener que repetir las elecciones (allá por el mes de junio, más o menos) pudiendo haberlo evitado (aliándose con unos o con otros) de nuevo es una mala opción para el partido de Sánchez, al que se le responsabilizaría de la falta de acuerdos. Si la tendencia se mantiene como hasta ahora, es perfectamente pensable que en unas nuevas elecciones el PSOE siguiera perdiendo votos y escaños. Lo entiendan o no en el PSOE, sus casi 137 años de historia no son una vacuna que les inmunice contra la irrelevancia.
Pero la alianza con Podemos también les pasaría facturas. Sin duda desataría la histeria mediática del se rompe España y se reeditaría el modelo aznarista de la crispación, pero quizá esa fuera la más barata. La factura más cara podría ser la fractura interna: lo que Susana Díaz dijo a sus 44 Diputados y Senadores electos por Andalucía no se lo decía a ellos, sino a Sánchez.
Si a nadie se le ocurre la idea feliz que les saque del atolladero, a pocos días de Hallowen, Pedro Sánchez no se enfrenta al truco o trato, sino a algo más macabro: PPSOE, sorpasso o fractura.
* Publicado en elplural.com Opinión. Tribuna Libre. 26.01.2016
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