miércoles, 24 de febrero de 2016

EL JUGADOR PEDRO SÁNCHEZ


En el deporte de competición, no en el de ocio, los deportistas aprenden que nunca hay que dar por perdido el partido; que incluso cuando el mal resultado es inevitable e incorregible hay que seguir compitiendo. En eso consiste ser competitivos, que no hay que confundir con ser competentes.

Los días 1 y 2 de marzo Pedro Sánchez va a jugar un partido que él sabe de antemano que tiene perdido, como sabe que el partido de vuelta, el del 5 de marzo, hoy por hoy también está virtualmente perdido. Y, sin embargo, no solo quiere jugarlos, sino que insiste en no darlos por perdidos y se afana en los entrenamientos dibujando jugadas de pizarra y jugando pachangas con otros equipos. Pero el partido de verdad parece que irremediablemente lo perderá.

Sánchez fue de chaval jugador del Estudiantes, el equipo del Ramiro, equipo grande en voluntad pero no muy grande en recursos, y seguramente entonces aprendió a jugar hasta el final y a perder jovialmente porque la demencia (la hinchada divertida e incondicional del Estu) hacía salir a los toreros al centro de la cancha aunque hubieran perdido. Y quizá sea en eso en lo que está pensando.

Sánchez está negociando a izquierda y derecha, como dijo que haría (a centro-derecha, diría hoy), mientras oye a derecha e izquierda que no suma lo suficiente para ganar el partido, pero seguramente pensando que la hinchada de directivos, socios, aficionados y curiosos le harán salir al centro de la cancha para aclamarle y elegirle para la nueva temporada.

Puede, sin embargo, que en su afán de jugar a la heroica no haya tenido en cuenta dos escenarios posibles: uno, que su actual club (el PSOE) no le vea como un jugador voluntarioso, sino como al entrenador que no obtiene los resultados que le exigen y al que rescinden su contrato; otro, que salga tan lesionado del partido que no pueda jugar la siguiente temporada.


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