jueves, 23 de junio de 2016

UN FANTASMA EN LA NOCHE DEL 26 DE JUNIO



La noche del día 26, que conoceremos los resultados de estas nuevas elecciones, sabremos si lo que pronostican las encuestas ha ocurrido o no y sabremos qué posibles combinaciones de unos con otros podrá haber para negociar la investidura. Esa noche podrán producirse hechos significativos (declaraciones graves, dimisiones, sorpresas, empecinamientos, temores...) pero lo verdaderamente relevante ocurrirá durante las semanas siguientes, porque me temo que en en todos los partidos pesará demasiado todo lo que ha ocurrido desde las elecciones del 20D y tanto pesará que pudiera repetirse el mismo bloqueo y arrastrarnos hacia unas nuevas elecciones en otoño.
Es evidente que nadie quiere ser socio del Partido Popular mientras lo dirijan quienes están demasiado vinculados por acción u omisión tanto a los innumerables casos de corrupción, como a los recortes sociales, de derechos y de libertades. Tan evidente como que el PP no puede aceptar como condición el relevo de dirigentes (empezando por Rajoy) porque sería aceptar las dos acusaciones que niegan, la corrupción y los recortes. El PP de la mayoría absoluta, que actuó como una mayoría soberbia porque no creía necesario pactar nada con nadie, se ha quedado irremediablemente solo: nadie quiere pactar con él. Ni siquiera una hipotética abstención de un PSOE derrotado y en plena crisis interna le podría valer al PP para sacar adelante la investidura si todos los demás votaran no.
Si el PSOE fuese superado por Unidos Podemos es previsible que Sánchez dimitiría (o sería forzado a dimitir) y tendría que formarse una gestora que administrase el partido hasta la celebración de un Congreso Extraordinario. En esas condiciones de interinidad, mal podría el PSOE afrontar negociaciones de investidura con otros partidos y mucho menos aspirar a presidir el gobierno. Y difícilmente una gestora se atrevería a impulsar o permitir la gran coalición a la alemana de PP y PSOE, porque correría el riesgo de ser desautorizada pocas semanas después, o de provocar una fractura grave en el partido.
Por su parte, a Unidos Podemos como segunda fuerza parlamentaria no le bastaría con el apoyo de los partidos nacionalistas catalanes y vascos para tener una mayoría suficiente, y un acuerdo con Ciudadanos está descartado de antemano por ambos partidos por su manifiesta incompatibilidad política y económica, de manera que el partido de Iglesias necesitaría sí o sí del apoyo del PSOE (y probablemente de parte de los nacionalistas) para formar gobierno.
Pero se produzca o no el sorpasso, PSOE y Unidos Podemos tienen enormes dificultades para pactar incluso si UP renunciara al referéndum en Cataluña: una vez que los de Iglesias Turrión han optado por seguir una estrategia política posibilista y pragmática ambos partidos se disputan de hecho el mismo espacio ideológico y electoral; y entre ambos hay, además, una profunda desconfianza mutua (fruto de muchos desprecios, de muchas sospechas y de alguna burla).
Por su parte, Ciudadanos, que aspira a ser bisagra para inclinar la balanza a un lado o a otro (como en Madrid hacia el PP de Cifuentes o en Andalucía hacia el PSOE de Díaz), no ha tenido tras el 20D y parece que no tendrá tras el 26J la fuerza suficiente ni para darle el gobierno a nadie ni para imponer sus condiciones a nadie.
Los partidos nacionalistas, que salvaron otras legislaturas dando su apoyo a gobiernos en minoría (en el 93 el de González con los 17 votos de CiU y los 5 del PNV; el de Aznar en el 96 con los 16 de CiU, los 5 del PNV y los 4 votos de CC), no están en 2016 en la misma estrategia de entonces, sino inmersos en sus reivindicaciones soberanistas, (explícitas en el caso de CDC y ERC). PSOE y PP, que entonces aceptaron gustosos sus votos (a cambio de sustanciosas concesiones), no están dispuestos hoy a aceptar un gobierno con su apoyo, ni siquiera por abstención. De la misma manera que ni ERC ni CDC están dispuestos a dar su apoyo a quienes no acepten el referéndum catalán.
La conclusión de este panorama, por indeseable que sea, es que puede ocurrir algo aún más insólito que lo ocurrido estos meses atrás: que nadie quiera presentarse a una sesión de investidura sin los apoyos suficientes para solventarla (como hizo Rajoy en enero) y, a la vez, que nadie obtenga los apoyos necesarios. El fantasma de parálisis del sistema y de nuevas elecciones puede salir a pasear la noche del 26J.
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