lunes, 4 de mayo de 2020

OPORTUNIDAD PERVERSA *

Desde las primeras infecciones de este nuevo virus detectadas en China, a finales de diciembre de 2019, hasta la pandemia declarada en todo el mundo, el 11 de marzo de 2020, apenas pasaron 75 días. En el mundo globalizado, intercomunicado virtual y físicamente, que difumina hasta casi eliminarlas las distancias temporales y espaciales, el covid-19 no ha sido excepción y ha circulado velozmente instalándose en todo el planeta. 

Pese a su presencia global, pese a haber sido declarada la pandemia, cada país —cada gobierno, cada oposición, cada parlamento— ha ido tomando sus propias decisiones particulares contando con los recursos sanitarios, legales, económicos, de asesoramiento científico y de previsión que tenía, pero con un obstáculo inicial insalvable: el desconocimiento, la ignorancia sobre el ser de este virus, que poco a poco se va desentrañando. 

Desconocimiento que se ha intentado resolver improvisando, utilizando el método que usamos cuando no tenemos otro más eficaz y más seguro: el ensayo-error. Y el ensayo-error, evidentemente, implica error(es), que, en este caso son crueles: más infectados y más muertos. Aunque también aciertos. Y efectivamente, unos países han tenido más aciertos que otros o han utilizado más eficazmente sus recursos. 

No niego que aquí, en nuestro país, gobierno y oposición —oposiciones, sería más correcto— estén sinceramente preocupados por las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de este malvado virus. Seguro que sí, faltaría más. Pero me temo que, aún entre tanto drama, no han sabido —o querido— evitar la tentación de entender la pandemia como una oportunidad política, electoral o ideológica. El gobierno y los partidos que lo componen, como una oportunidad para consolidarse y consolidar los resultados electorales que los ha llevado a gobernar, para sacar partido electoral si tienen éxito y consiguen que salgamos airosos de la crisis, o para minimizar los daños electorales si no lo tienen. La oposición, como una oportunidad para debilitar al gobierno negando sus éxitos, maximizando sus errores y responsabilizándole de todo lo malo que pueda ocurrir, y para presentarse como la alternativa adecuada para gobernar —o para ganar votos en futuras elecciones, o para mantener vivas sus reivindicaciones nacionalistas o soberanistas, según el caso. 

Quizá sea así por la lógica de esa política perversa que desde hace años se nutre de insultos, descalificaciones y tergiversaciones; que se construye a partir de la desconfianza recíproca; que hace prácticamente imposible el diálogo honesto y sincero imprescindible en cualquier negociación honesta; que confunde e identifica los intereses particulares propios con el bien común.

* Publicado en Crónica Popular. 03.05.2020
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