Convocar el referéndum en Grecia, que es un procedimiento
estrictamente democrático (envidiablemente democrático) ha
resultado ser un error político grave, más grave de lo que podría
parecer. No por el referéndum en sí mismo, ni por el resultado (que
tantos celebramos), sino por las desastrosas consecuencias que ha
provocado.
Quizá el primer error haya sido no calcular que los países más
ricos (y tradicionalmente más xenófobos), los del centro y norte de
Europa, lo tomarían como una bravuconada de los trileros
embaucadores del sur (esos a los que tan amablemente nos llaman PIGS:
Portugal, Italia, Grecia y España); que Alemania, además, lo podría
tomar como un desafío a su cada día menos incuestionado dominio
sobre una Europa sumisa y fascinada con el nuevo despertar de la Gran
Alemania; que Irlanda y los países del sur (particularmente
Portugal y España) no podían consentir que Grecia se saliera con la
suya después de haber sido ellos tan poco beligerantes (tan dóciles,
tan obedientes) con las brutales condiciones que les obligaron a
imponer (precarización laboral, devaluación de los salarios y,
sobre todo, recortes sociales en educación, sanidad, pensiones,
subsidios, etc. a cambio de rescates bancarios multimillonarios).
Mientras los negociadores del eurogrupo esperaban una actitud
sumisa y débil del gobierno griego (la apropiada de quien necesita
dinero con máxima urgencia en pleno corralito), Varoufakis
llegaba a la mesa con la intención de negociar como uno más entre
iguales. Así, mientras el gobierno griego creía estar negociando
con dignidad lo mejor para su pueblo, sus socios europeos (sus
acreedores en realidad) lo estaban interpretando como soberbia,
chulería o desprecio. Por todo ello la convocatoria del referéndum
(y el no mayoritario) sin duda ha sido el detonante para vengarse en
toda regla y meter en cintura a los díscolos griegos,
imponiéndoles condiciones aún más duras que las previstas unas
semanas antes.
El segundo error ha sido creer que un apoyo muy mayoritario en el
referéndum serviría de sostén para negociar en mejores
condiciones; suponer que la democrática Europa no se atrevería a
desdecir la voluntad de un pueblo. Pero es un error ingenuo pensar
que a esta Europa neoliberal le importan la calidad democrática de
las decisiones y el bienestar de los ciudadanos más que la cuenta de
resultados: cuando el eurogrupo, el BCE y el FMI dicen que con
el acuerdo actual Grecia volverá a crecer, seguro que tienen razón,
porque probablemente Grecia volverá a crecer, lo que no significará
que los griegos salgan de la pobreza y vivan mejor. Grecia será más
rica, pero los griegos (los griego de a pié, la gente), serán más
pobres.
El tercer error, enormemente grave desde el punto de vista político,
ha sido hacer creer a su gente que el masivo apoyo al no (su apoyo al
gobierno en definitiva) serviría para no dejarse torcer el brazo en
futuras negociaciones, para, llegada la hora de la verdad, dejarse
torcer el brazo, la pierna y el espinazo. Quiéralo o no Tsipras,
muchos de los que votaron no se habrán sentido estafados una vez
más, esta vez por el gobierno que llegó al poder precisamente por y
para no estafar a los ciudadanos.
El cuarto error, esta vez procedimiental, ha sido malgastar el
referéndum, el recurso democrático más directo, el que apela no a
los representantes de los ciudadanos, sino a los ciudadanos mismos,
máximamente vinculante, que se ha visto contradicho por la firma de
un acuerdo que viola su resultado.
Y
el quinto, probablemente haya sido aparatar a Varoufakis de la mesa
negociadora: si las dos partes en conflicto (acreedores y deudor)
estaban jugado al game
of chicken
(al juego de los conductores suicidas) sin duda que el griego estaba
dispuesto a no apartarse, aun a riesgo de colisionar.
* Publicado el elplural.com Opinión. Tribuna Libre. 17.07.2015
* Publicado el elplural.com Opinión. Tribuna Libre. 17.07.2015
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