domingo, 26 de julio de 2015

LO QUE PARECÍA IMPENSABLE


Durante los terribles años que sufrimos el terrorismo, se alababa el seny catalán y se utilizaba un argumento aparentemente incontestable: con violencia nada es reivindicable y nada es negociable; sin violencia se pueden defender y negociar todas las ideas. Se contraponían así las aspiraciones separatistas (soberanistas, secesionistas) de los nacionalismos en el País Vasco (contaminado de violencia) y en Cataluña (básicamente pacífico).

En 2005 se inició en Cataluña un proceso de construcción nacional estrictamente pacífico redactando un nuevo Estatut que sustituyera al del 79 y que fue aprobado por una mayoría más que holgada en el Parlament. Discutido en las Cortes, se hicieron modificaciones sustanciales al texto aprobado redactándose en 2006 un nuevo Estatut, (que fue ampliamente ratificado en referéndum, aunque rechazado por los partidos soberanistas). Sin embargo, apenas aprobado el nuevo Estatuto de Autonomía, el Partido Popular, el Defensor del Pueblo y cinco Comunidades Autónomas presentaron recurso de inconstitucionalidad que se resolvió en 2010 declarando inconstitucionales 14 artículos. En 2013, el Parlament aprobó la Declaración de Soberanía y del Derecho a Decidir del Pueblo de Cataluña (en la que se autodeclara sujeto político y jurídico soberano). Diez años más tarde, en este 2015, están previstas unas elecciones plebiscitarias disfrazadas de autonómicas, y, en su caso, una declaración unilateral de independencia.

Parece, pues, que los soberanistas catalanes han llegado a la conclusión de que efectivamente sin violencia se pueden discutir todas las ideas, pero que no es posible llevarlas a cabo, y han optado por la desobediencia a las leyes del Estado para regirse únicamente por las propias. Mientras, el gobierno del Estado insiste en el cumplimiento y la aplicación de la ley (incluido el uso del artículo 155 de la Constitución) y afirma tajantemente que no habrá independencia.

El problema grave, el problema de verdad no es la unidad o la secesión, sino hasta dónde están dispuestos a llegar unos y otros para defender sus posturas. Recuerden ambos gobiernos, el de España y el de la Generalitat, el discurso de Slobodan Milošević en Gazimestán en 1989: Seis siglos más tarde, estamos comprometidos en nuevas batallas, que no son armadas, aunque tal situación no puede excluirse aún. Lo que vino después, que parecía impensable, forma parte de la historia trágica de Europa.
 

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