El President Mas asume ahora que la única vía para alcanzar la independencia de Cataluña es la convocatoria de unas elecciones plebiscitarias, que el Gobierno de España no podría impedir, en 2016, aunque sus socios no lo ven claro. CiU porque no cree en ese camino independentista marcado; ERC porque no acepta ningún aplazamiento y sigue apostando por el referéndum de 2014.
Desde que el neocapitalismo, de la mano de Reagan y de Thatcher, se vio a sí mismo como único sistema sin oposición (aquel there is no alternative de Thatcher en su doble sentido) la política ha ido cediendo cada vez más terreno ante el verdadero poder, que es el del capital (sobre todo el puramente especulativo). Al menos en esto que llamamos occidente ya nadie duda de que quien verdaderamente manda no son los gobiernos, ni los parlamentos, ni mucho menos los ciudadanos sino los mercados y lo que está (quienes están) detrás de ellos. La globalización lo ha sido (lo está siendo) para todos y para todo, pero fundamentalmente para que el capital obtenga aún más beneficios explotando las riquezas a las que no podía acceder. Que la gente, los ciudadanos, el pueblo soberano o como lo queramos llamar vivamos peor no es obstáculo para que esos mercados hagan su trabajo: esquilmar.
Ante esto llama la atención el resurgir de movimientos nacionalistas al modo tradicional, esto es, reclamando su pretendido derecho de nación a ser Estado Soberano (según el modelo decimonónico de Estado/Nación). Y llama la atención por ambas cosas, por el neocapitalismo omniabarcante y por la globalización, que los nacionalistas obvian en su discurso. Quiéranlo o no, si alcanzaran su soberanía no se librarían ni de una cosa ni de la otra y, por ello mismo, o bien se trata de un discurso ingenuo (que seguramente no), o bien se trata de un discurso ideológico que esconde intereses del capitalismo local (la burguesía catalana).
Todo nacionalismo me parece un error político porque si lo que pretende es la emancipación y la libertad de los ciudadanos el camino no es el enfrentamiento con lo que ven como potencia colonialista, sino enfrentarse a quienes realmente están eliminando los derechos y los beneficios cívicos y sociales que los movimientos obreros conquistaron. Más claro: San Jorge no es Catalunya ni España es el dragón. El verdadero dragón es el fundamentalismo neoliberal y el jinete deberíamos ser los obreros explotados.
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