A
Mariano Rajoy se le dio por políticamente muerto tras las derrotas
electorales de 2005 y 2008, pero mal que bien fue aguantando y,
crisis mediante, consiguió ganar las elecciones de 2011 con mayoría
absoluta. Desde que heredó la dirección del Partido Popular y
durante todo ese tiempo, su estrategia política dentro y fuera del
partido ha sido la misma: no hacer ruido, aparentar no hacer nada,
revestirse de un resignado sentido común... y esperar a que sus sus
adversarios se estrellen sin que a él le salpique nada porque la
culpa o el error siempre es del otro, jamás suya.
Tras los resultados del 20D, viendo
que no tenía apoyos suficientes para ser investido, insólitamente
declinó la invitación del Jefe del Estado y se apartó a no hacer
nada, a mirar cómo se esforzaban y estrellaban PSOE, Podemos y
Ciudadanos. Y le funcionó: en las elecciones del 26J obtuvo catorce
diputados más que en la anterior mientras que los demás o bajaron o
se estancaron. Siguiendo con esa misma estrategia, el discurso actual
del PP es que si Rajoy no puede ser investido es porque los demás no
le dan el apoyo que necesita, como si efectivamente fuesen los otros
partidos y no él quienes deberían esforzarse en hacerle a él
Presidente.
Pedro
Sánchez, que salió escaldado de su intento de formar gobierno con
Ciudadanos y Podemos, parece que ha aprendido la lección y, tras
conocerse los resultados de las nuevas elecciones, desde el minuto
uno asumió su papel de oposición, marcó distancia con el PP (somos
la alternativa, no la muleta del PP
fue el argumento) y, a partir de ahí, silencio, esperando que sea
Rajoy el que esta vez se estrelle.
¿Conseguirá Rajoy ser investido?
¿Intentará Sánchez formar gobierno si Rajoy fracasa? ¿Iremos a
unas terceras elecciones? Quién lo sabe. Pero por la actitud de
todos huele más a elecciones que a gobierno.
* Publicado en elperiodico.com. Entre Todos. 31.07.2016