Justo cuando en España todavía no hemos salido de nuestro asombro
al enterarnos de que hay diez mil aforados (¡diez mil! frente a
ninguno en Alemania, por ejemplo), en Francia el ex Presidente Sarkozy
está bajo custodia preventiva (placé en garde à vue) en la
comisaría de policía, investigado por un delito de tráfico de
influencias y violación del secreto de instrucción.
Supongo que es inevitable pensar que eso aquí, hoy por hoy, es
impensable (e imposible) que pudiera ocurrir: que un ex Jefe de
Estado (eso fue Sarko) sea detenido e interrogado en
dependencias policiales. Y es inevitable envidiar que eso sea posible. Aquí, en España, antes saldrían en tromba
toldos los medios afines, los fiscales anticorrupción y el
mismísimo sursuncorda. Aquí, antes se hunde el mundo.
Seguramente todos los países tiene sus cosas que esconder y de las
que avergonzarse, o, como dice el refrán: en todas partes cuecen
habas. El problema es que, desde hace años (¿lustros, décadas,
siglos quizá?) en el menú político español las habas son cocidas a calderadas *.
No es que desee ver a un ex Jefe de Estado o un ex Presidente del
Gobierno de nuestro país interrogado en una comisaría, o sentado en
el banquillos de los acusados, o cumpliendo una condena, pero desde
luego sí me gustaría que eso fuera posible, civilizadamente y
democráticamente posible. Pero no me hago ilusiones, claro.
* En todas casas cuecen habas; y en la mía, a calderadas. (El Quijote II.13)
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