En la Constitución de 1978, aún vigente, se
habla de la Nación española
(patria
común e indivisible, etc.) y de
las nacionalionalidades
y regiones que la integran.
Y de esas pocas palabras se desprenden varias consecuencias
importantes.
La primera consecuencia es que el Estado español se autodefine como Nación (la Nación española...), de manera que es lícto hablar de un nacionalismo español o españolista, si nos referimos a quienes defienden ese modelo de Estado-Nación. La segunda es que esa Nación está integrada, o sea, que es un todo compuesto de partes (las nacionalidades y regiones) indivisibles, de manera que explícitamente se reconoce que tal Nación no es un todo homogeneo, sino diverso.Y la tercera consecuencia es que cabalmente se distingue entre Nación, nacionalidades y regiones, y no hace falta ser un experto hermenéuta para entender que Nación se aplica solo al conjunto (o sea, a España), y que las nacionalidades (que no están especificadas en el texto) son lo que eufemísticamente se han llamado comunidades históricas (Cataluña, Galicia y País Vasco -y Navarra, reconocida como comunidad foral), de manera que constitucionalmente no es lo mismo nación que nacionalidad (y así se ha reconocido en varias sentencias del TC).
El gobierno de la Generalitat de Catalunya, una parte sustancial del Parlament y, sin duda, un buen número de ciudadanos (eso que se engloba en un genérico nacionalismo catalán o catalanista) están empeñados en convertir lo que hoy es Comunidad Autónoma en un Estado-Nación soberano y, por ello mismo, independiente. Y para ello aspiran a convocar y a realizar el referéndum de noviembre. El problema, claro, es que ese empeño y esa aspiración (política y perfectamente legítimos) no son legales según la Constitución. Problema que no lo sería si la Constitución fuese otra o si la vigente se reformase al efecto, por ejemplo, en sentido federal.
El manifiesto de la plataforma cívica Libres e Iguales (¿creada, promovida y/o impulsada por la FAES?) critica el proceso secesionista catalán con estas pañabras: El nacionalismo antepone la identidad a la ciudadanía, los derechos míticos de un territorio a los derechos fundamentales de las personas, el egoísmo a la solidaridad. […] No existe un auténtico debate público sobre el fondo gravemente reaccionario del nacionalismo ni sobre las consecuencias de su proyecto para la libertad, la igualdad y la seguridad de los ciudadanos. Leyendo el texto no llego a entender que no comprendan (es un decir) que esas palabras se pueden aplicar exactamente igual al nacionalismo español que ellos defienden.
Si todo este proceso se va a desarrollar en claves nacionalistas (ultranacionalistas) de uno y otro lado, no podrá ni resolverse ni disolverse. O alguien introduce cordura olvidándose de las tripas nacionalistas para construir algo común y aceptable para todos, o terminamos todos en la locura de destriparnos.
La primera consecuencia es que el Estado español se autodefine como Nación (la Nación española...), de manera que es lícto hablar de un nacionalismo español o españolista, si nos referimos a quienes defienden ese modelo de Estado-Nación. La segunda es que esa Nación está integrada, o sea, que es un todo compuesto de partes (las nacionalidades y regiones) indivisibles, de manera que explícitamente se reconoce que tal Nación no es un todo homogeneo, sino diverso.Y la tercera consecuencia es que cabalmente se distingue entre Nación, nacionalidades y regiones, y no hace falta ser un experto hermenéuta para entender que Nación se aplica solo al conjunto (o sea, a España), y que las nacionalidades (que no están especificadas en el texto) son lo que eufemísticamente se han llamado comunidades históricas (Cataluña, Galicia y País Vasco -y Navarra, reconocida como comunidad foral), de manera que constitucionalmente no es lo mismo nación que nacionalidad (y así se ha reconocido en varias sentencias del TC).
El gobierno de la Generalitat de Catalunya, una parte sustancial del Parlament y, sin duda, un buen número de ciudadanos (eso que se engloba en un genérico nacionalismo catalán o catalanista) están empeñados en convertir lo que hoy es Comunidad Autónoma en un Estado-Nación soberano y, por ello mismo, independiente. Y para ello aspiran a convocar y a realizar el referéndum de noviembre. El problema, claro, es que ese empeño y esa aspiración (política y perfectamente legítimos) no son legales según la Constitución. Problema que no lo sería si la Constitución fuese otra o si la vigente se reformase al efecto, por ejemplo, en sentido federal.
El manifiesto de la plataforma cívica Libres e Iguales (¿creada, promovida y/o impulsada por la FAES?) critica el proceso secesionista catalán con estas pañabras: El nacionalismo antepone la identidad a la ciudadanía, los derechos míticos de un territorio a los derechos fundamentales de las personas, el egoísmo a la solidaridad. […] No existe un auténtico debate público sobre el fondo gravemente reaccionario del nacionalismo ni sobre las consecuencias de su proyecto para la libertad, la igualdad y la seguridad de los ciudadanos. Leyendo el texto no llego a entender que no comprendan (es un decir) que esas palabras se pueden aplicar exactamente igual al nacionalismo español que ellos defienden.
Si todo este proceso se va a desarrollar en claves nacionalistas (ultranacionalistas) de uno y otro lado, no podrá ni resolverse ni disolverse. O alguien introduce cordura olvidándose de las tripas nacionalistas para construir algo común y aceptable para todos, o terminamos todos en la locura de destriparnos.
* Publicado en elplural.com Opinión. 16.VII.2014
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