Bueno, pues aquí estamos, un año más, a 20 de noviembre, el 20N que celebra la muerte del dictador (de la persona da igual) y, este año, que se conmemora -se tiene memoria común- el primer año de la victoria electoral del PP, que le ha permitido gobernar con holgura al Registrador de la Propiedad Mariano Rajoy, ése que quiere poner en venta casas para extranjeros a partir de ciento sesenta mil eurillos con regalito de una Tarjeta de Residencia incluida en la oferta cañí (y cocinada en la FAES).
Se me ha hecho el año largo, muy largo, y lamentablemente se ha desarrollado como nos temíamos: con más recortes económicos, con recortes de derechos y con cuestionamiento de las libertades cívicas: asociación, sindicación, reunión, manifestación, etc. Hoy mismo, por poner solo un ejemplo, nos enteramos de que la camaleónica Celia Villalobos, vicepresidenta de la Mesa del Congreso (¡Ay!) propuso hace unos días que se prohibiera la asistencia de público a las sesiones. Por no hablar de la coincidencia de hacer obras en el Congreso precísamente ahora y que van a impedir que se celebren las jornadas de puertas abiertas y la lectura de la Constitución. Qué coincidencia y qué mala suerte. Que el Congreso lleve no sé cuántos meses atrincherado tras no sé cuántas barricadas y líneas de policías no tiene nada que ver, qué va.
Un año de dolor, viendo cómo este Gobierno tardofranquista iba tomando medidas encaminadas a sacarnos de la crisis, según decía, pero que nos han metido más a fondo en ella y en la pobreza. Un año de aún más precarización del trabajo y los servicios sociales amparados en la mayoría soberbia que sustenta al Gobierno neofranquista. Un año con la amenaza del rescate dando alas a los especuladores. Un año de más desahaucios, de más paro, de más indignación. O sea, un año más de fundamentalismo neoliberal y neoconservador. Y a la vista del 14N, de más resignación, de más derrota, de más fatalismo.
Pero vaya, al final, algo hemos ganado en estas últimas semanas: los miembros más exóticos del gobierno están calladitos y agazapados, esperando que se celebren las elecciones catalanas para soltarse de nuevo la melena que no tienen.
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