Dentro de unos días hará un año desde que el PP de Rajoy ganó las elecciones. Un año de recortes, acoso de los mercados, más recortes, rumores de rescate, aún más recortes sociales y aumento descontrolado del paro y la pobreza entre el silencio y la invisibilidad del Presidente Rajoy, los celos entre los ministros económicos, los desplantes del tertuliano que hace de ministro y la mayoría soberbia del PP en el Parlamento. Un año que se ha hecho largo, muy largo.
No puede resultar extraño que, en esta situación -que aún se podría adornar con algún otro dato preocupante, sea la deriva autoritaria y represiva, sean los planes de desmantelamiento del sistema público, sea la rebelión secesionista del nacionalismo catalán y el espíritu recentralizador que se adivina en el gobierno-, que en esta situación, digo, en solo un año el PP haya perdido un 8.7% de su electorado, según la última encuesta del CIS.
¿Dónde está ese 8.7%? ¿engrosando la intención de voto al PSOE? Pues no. El principal partido de la oposición, liderado por un tozudo Rubalcaba, no solo no gana algunos de esos votos, sino que pierde una décima (del 28.7 al 28.6 actual). O sea, que se queda prácticamente como estaba. Y veremos cómo queda el 25 de noviembre en Cataluña (después de los trastazos en Galicia y en el País Vasco). A ver si en esa conferencia política que por lo visto se va a hacer algún día alguien se decide a hablar en tono socialista y sin prisa. Sin prisa.
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