En 1979, en el XXVIII Congreso del PSOE, Felipe González dijo aquello de que hay que ser socialistas antes que marxistas y, efectivamente, el partido abandonó su marxismo originario y se encaminó por una senda a veces tan próxima al liberalismo que apenas se diferenciaba. Al final, como siempre y en casi todo, es cuestión de prioridades. González priorizó y le salió bien la jugada, al menos desde el punto de vista de su acceso al Gobierno, que alcanzó sin sobresaltos del capital.
José María Aznar también priorizó en su primera legislatura, cuando necesitaba los apoyos nacionalistas para gobernar, y cedió tanto que cuando en la segunda legislatura tuvo mayoría absoluta todos entendimos que la primera había sido solo una careta interesada que estaba deseando quitarse. Pero le funcionó, porque efectivamente tuvo esa segunda legislatura a cara descubierta: el liberalismo sin complejos, lo llamaron, y terminó poniendo los pies sobre la mesa junto a su jefe (y hablando tejano).
Y qué decir de aquel 10 de mayo de 2010, cuando Zapatero priorizó tanto las exigencias económicas del capitalismo internacional que se olvidó de sí mismo y de su programa socialista: cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste, dijo aquel día. Adiós al socialismo y bienvenida a los recortes impuestos.
Del actual gobierno de Rajoy se puede decir otro tanto. Agobiado por todo ni ha tenido ni tiene empacho alguno en reconocerlo: haré lo que tenga que hacer aunque haya dicho que no lo iba a hacer (o hacer lo contrario a lo propuesto en el programa electoral). Prioridades. Y estar al dictado del mercado y a lo que ordene Frau Merkel.
El President Artur Mas también ha priorizado y se ha sacado de la manga unas urgencias soberanistas que nos pueden llevar a todos al abismo y que ya se han llevado por delante al PSC, que se ha roto: una parte significativa del partido también ha priorizado y va a formar un nuevo partido socialista y catalán, soberanista e independentista, una Nova Esquerra Catalana, según se desprende de lo dicho por el ex conseller d´educació Ernest Maragall. O sea, que sus prioridades están claras y, parafraseando a González, bien se podría decir que, según quienes están detrás del proyecto, hay que ser nacionalista antes que socialista. El problema es que casan mal los dos conceptos, nacionalista y socialista, porque son radicalmente incompatibles: el socialismo, stricto sensu, es internacionalista, lo mismo que el nacionalismo, en sí mismo, es siempre conservador.
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