En las Elecciones generales de junio de 1977 Gómez Llorente
fue elegido Diputado por Asturias. En esa legislatura, que se entendió como
Constituyente, fue vicepresidente primero de la Mesa (siendo Presidente Álvarez
de Miranda). Desde 1958 estaba afiliado a las organizaciones socialistas, el
PSOE y la UGT –entonces en la clandestinidad, evidentemente- y en 1976 (al
tiempo que en el CDL se aprobaba la Alternativa Democrática de la Enseñanza, de
la que hablábamos antes) accede a la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE y es
encargado por el partido para las relaciones con la Iglesia Católica y, por
ello mismo, quien debía negociar los asuntos relacionados con la enseñanza y
con el modelo educativo.
O sea, Luis Gómez Llorente vive la transición española en
primera línea y en primera persona interviniendo activamente en los consensos
constitucionales para la redacción de los artículos 16 (sobre la libertad
ideológica, religiosa y de culto) y 27 (sobre el derecho a la educación y la
libertad de enseñanza). En ambos, en parte, está su pluma y su talante. Él
mismo nos cuenta algo de esto: […] cabe decir, de forma clara, que el unto
concerniente a la posibilidad de subvencionar la escuela privada, no figuraría
en la Constitución si no figurase también el unto 7, es decir, aquél que afirma
que los profesores, los adres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el
control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración con
fondos públicos, en los términos que la ley establezca. A esa idea es a lo que
se dio en llamar gestión democrática de los centros (Sociedad, Cultura y
Religión. Ed. del Laberinto. Madrid. 1996). Otra vez aparece la participación,
aquí de profesores, padres y alumnos en la gestión de los centros, que se
concretará en la LODE y en la creación de los Consejos Escolares.
El Preámbulo de la LODE le debe más que mucho a la pluma de
Gómez Llorente, y toda la ley a su criterio político y educativo. Fue la LODE
la ley Orgánica necesaria para desarrollar ese artículo 27 de la Constitución: Se
impone, pues, una nueva norma que desarrolle cabal y armónicamente los
principios que, en materia de educación, contiene la Constitución
española, respetando tanto su tenor literal como el espíritu que presidió su
redacción, y que garantice al mismo tiempo el pluralismo educativo y la
equidad. A satisfacer esta necesidad se orienta la Ley Orgánica reguladora del
Derecho a la Educación. [-] En estos principios debe inspirarse el tratamiento
de la libertad de enseñanza, que ha de entenderse en un sentido amplio y no
restrictivo, como el concepto que abarca todo el conjunto de libertades y
derechos en el terreno de la educación (Preámbulo). Pluralismo educativo y
equidad, libertad en sentido amplio. Tan amplio que el mismo texto aclara: Incluye,
sin duda, la libertad de crear centros docentes y de dotarlos de un carácter o
proyecto educativo propio […]. Incluye, asimismo, la capacidad de los padres de
poder elegir para sus hijos centros docentes distintos de los creados por los
poderes públicos, así como la formación religiosa y moral que esté de acuerdo
con sus convicciones […]. Pero la libertad de enseñanza se extiende también a
los propios profesores, cuya libertad de cátedra […]. Y abarca, muy fundamentalmente,
a los propios alumnos, respecto de los cuales la protección de la libertad de
conciencia constituye un principio irrenunciable que no puede supeditarse a
ningún otro. Libertad de crear centros, de elegir la educación de los hijos,
sí, y libertad de cátedra y, sobre todo, libertad de conciencia de los alumnos.
Ése era exactamente el talante de Luis.
Más tarde, en un excelente texto en defensa de la Escuela
Pública, distinguirá entre libertad de enseñanza y libertad en la enseñanza: Nosotros
queremos la libertad en la enseñanza o libertad de cátedra, con
ausencia de todo dirigismo ideológico por parte de los poderes públicos y eso
se da en la escuela pública cuyo propietario está legalmente privado de toda
capacidad para imponer un dirigismo ideológico y donde el estatus funcionarial
de los profesores hace posible la libertad del docente (Educación Pública.
Ediciones Morata. Madrid. 2001).
En un precioso artículo a propósito de la muerte de Gómez
Llorente, Antonio García Santesmases, profundo amigo de Luis, explica los
avatares que le hicieron abandonar a Luis la primera línea de la política: su
enfrentamiento en el XXVIII Congreso a un Felipe González que pedía
explícitamente abandonar el marxismo en que se fundó (y fundamentó) el PSOE: Al
llegar a aquel congreso de mayo del 79, los delegados se dividían en tres
partes: un tercio favorable a las posiciones de Felipe González, un tercio
favorable a las posiciones de Gómez Llorente y un tercio que pretendía el
imposible de conseguir un PSOE que se mantuviera fiel a las tesis marxistas
pero que siguiera contando con Felipe González como secretario general. Felipe
González dimitió y todos los que componían el sector intermedio,
aterrados ante el enfado del secretario general, prefirieron que el PSOE se quedara
sin ejecutiva antes de perder a Felipe González (http://www.cuartopoder.es/tribuna/el-resto-no-fue-silencio-i/3501).
Gómez Llorente decide abandonar la primera línea y, efectivamente, renuncia a
presentarse en las siguientes elecciones. Pero Santesmases acierta cuando
titula su artículo El resto no fue silencio. Claro que no lo fue.
La labor como investigador de la educación y del socialismo
ha continuado hasta sus últimos días con enorme fertilidad y perspicacia. Sus
trabajos sobre el Movimiento Obrero, o sobre Pablo Iglesias, o sobre Largo
Caballero, o sobre Indalecio Prieto, así como sus investigaciones sobre
Educación y Ciudadanía, inevitablemente son textos de referencia para articular
el futuro del movimiento obrero en este mundo globalizado.
Cuando hoy se pone en entredicho la política y se desprecia
a los políticos puede ser chocante decir que Luis Gómez Llorente fue un
Político, así, con mayúscula, que es lo mismo que decir que fue un ciudadano
ejemplar, estrictamente honrado y austero, profundamente fiel a sus ideas y con
esa generosidad imprescindible para dedicar sus esfuerzos al mejoramiento de la
vida de sus conciudadanos participando, tomando parte. Y en esta Casa, en el
CDL, tenemos la suerte de saber que fue uno de nosotros.