En la Antigua Roma, para momentos de muy grave peligro se institucionalizó la figura del Dictator o Magister Populi: un magistrado supremo, nombrado por un Cónsul con la conformidad del Senado, con poderes extraordinarios durante un período máximo de seis meses durante los cuales quedaban sometidas a él todas las instituciones y magistraturas.
El Senador Vitalicio Mario Monti -cargo que le impide presentarse a las elecciones-, Primer Ministro en funciones de Italia -nombrado por su perfil tecnócrata y apartidista (como si eso no fuese ya ideológico)-, ex asesor de Goldman Sachs -uno de los bancos de inversiones que estuvo el el origen de la crisis-, ex presidente de la Trilateral -el lobbi ultraliberal de Estados Unidos, Europa y japón (de ahí su nombre)-, ex Comisario de la Comisión Europea -de Mercado Interior y de Competencia (el cargo que ahora ocupa Almunia)-, en un par de meses será ex Primer Ministro. O no.
O no, digo, porque, si bien no puede presentarse a las elecciones que él mismo ha provocado con su dimisión, se ha ofrecido a los partidos que sí se presentarán como una especie de magister populi, para que le nombren de nuevo Primer Ministro, sin pasar por las urnas -Estoy dispuesto, si se me pide, a asumir esa responsabilidad, ha dicho; como alguien que estando más allá de la lucha partidista -No estoy en ningún partido-, presenta una agenda con su programa político -Cambiar Italia. Reformar Europa por un empeño común, lo ha titulado-. Esperemos que Italia -encarnada en esta pensativa joven pompeyana- por fin sepa alejarse tanto del neoliberalismo ultra y de guante blanco de Monti como del neoliberalismo ultra y grosero de Berlusconi (y sepa darle a la izquierda hipermoderada del PD de Bersani una oportunidad).
[La foto es de la reproducción que hay en el British Museum]
[La foto es de la reproducción que hay en el British Museum]
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