sábado, 15 de diciembre de 2012

PROPIETARIOS DE NUESTRAS DEUDAS *


El capitalismo empezó a ganar la partida cuando los trabajadores no se vivieron como proletariado explotado, sino como clase media burguesa y propietaria (de su casa, de su coche y de su ocio), o sea, en terminología marxista y marxiana, cuando perdió su conciencia de clase.

Para entender que esa pérdida era alienante (por seguir la misma terminología) bastaba, sin embargo, con constatar que su trabajo no era suyo (ni siquiera el de los llamados autónomos –qué ironía-) y, más allá, que de lo que realmente eran propietarios no era ni de la casa ni de sus otros bienes, sino de sus deudas. Pero, efectivamente, desde los años sesenta del siglo pasado en España, y desde la década anterior en los países democráticos europeos, nadie se vivió como obrero. Tanto, que pasó a ser un término casi vergonzante, incompatible con el nivel de vida alcanzado.

En esa situación no es difícil entender que el movimiento obrero se fue vaciando y reconvirtiéndose en un sindicalismo más o menos doméstico (y domesticado) gestor de convenios e interlocutor con los gobiernos para la paz social (que no estaba realmente amenazada). Quisiéranlo o no, Partidos y Sindicatos de clase se acomodaron tanto que al tiempo que asumían las tesis del capitalismo iban abandonando las propias. Lo mismo que el concepto de ciudadano se vació para devenir en consumidor.

Lo chocante es que cuando la crisis provocada por este capitalismo cada vez más salvaje (nada regulado, todo silvestre); cuando nos han estallado en la cara nuestras hipotecas (de todo tipo) y nos han hecho saber que el trabajo era de ellos, no nuestro (echándonos a la calle por cuatro perras); cuando nos hacen pagar de nuevo los servicios que veníamos pagando y se recortan nuestros derechos (como si también fueran de ellos); cuando todo esto pasa, resulta que no pasa nada. O casi nada: ni los ciudadanos se ven hoy a sí mismos como explotados (salvo los brotes y rebrotes del 15M o el 25S), ni Partidos ni Sindicatos obreros (al menos los más cercanos al stablishment, los de más consumo) están dispuestos a recuperar el discurso y el sentido que les hizo nacer. Recuperar hoy el relato de la explotación (que es real y patente) me parece urgente.

Cuando el fundamentalismo neoliberal lo impregna todo y descompone el Estado, la izquierda debería volver a ser izquierda.

* Publicado en Ellural.com. Oinión. Tribuna Libre. 17.XII.2012

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