El capitalismo empezó a ganar la partida cuando los trabajadores
no se vivieron como proletariado explotado, sino como clase media burguesa y
propietaria (de su casa, de su coche y de su ocio), o sea, en terminología marxista
y marxiana, cuando perdió su conciencia
de clase.
Para entender que esa pérdida era alienante (por seguir la
misma terminología) bastaba, sin embargo, con constatar que su trabajo no era suyo (ni siquiera el
de los llamados autónomos –qué ironía-)
y, más allá, que de lo que realmente eran propietarios no era ni de la casa ni de
sus otros bienes, sino de sus deudas. Pero, efectivamente, desde los años
sesenta del siglo pasado en España, y desde la década anterior en los países
democráticos europeos, nadie se vivió como obrero.
Tanto, que pasó a ser un término casi vergonzante, incompatible con el nivel de vida alcanzado.
En esa situación no es difícil entender que el movimiento obrero
se fue vaciando y reconvirtiéndose en un sindicalismo más o menos doméstico (y
domesticado) gestor de convenios e interlocutor con los gobiernos para la paz
social (que no estaba realmente amenazada). Quisiéranlo o no, Partidos y
Sindicatos de clase se acomodaron
tanto que al tiempo que asumían las tesis del capitalismo iban abandonando las
propias. Lo mismo que el concepto de ciudadano
se vació para devenir en consumidor.
Lo chocante es que cuando la crisis provocada por este
capitalismo cada vez más salvaje (nada regulado, todo silvestre); cuando nos
han estallado en la cara nuestras hipotecas (de todo tipo) y nos han hecho
saber que el trabajo era de ellos, no
nuestro (echándonos a la calle por cuatro perras); cuando nos hacen pagar de
nuevo los servicios que veníamos pagando y se recortan nuestros derechos (como
si también fueran de ellos); cuando
todo esto pasa, resulta que no pasa nada. O casi nada: ni los ciudadanos se ven
hoy a sí mismos como explotados (salvo los brotes y rebrotes del 15M o el 25S),
ni Partidos ni Sindicatos obreros (al
menos los más cercanos al stablishment,
los de más consumo) están dispuestos a recuperar el discurso y el sentido que
les hizo nacer. Recuperar hoy el relato de la explotación (que es real y patente)
me parece urgente.
Cuando el fundamentalismo neoliberal lo impregna todo y
descompone el Estado, la izquierda debería volver a ser izquierda.
* Publicado en Ellural.com. Oinión. Tribuna Libre. 17.XII.2012
* Publicado en Ellural.com. Oinión. Tribuna Libre. 17.XII.2012
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