Mientras los sistemas están en pleno vigor aparecen como onmiabarcantes y, si entran en crisis, difícilmente son pensables otros que no sean adaptaciones del propio sistema o los sistemas ya pasados, porque pensar en futuro apenas cuesta esfuerzo proyectando el presente o el pasado al tiempo por venir, pero pensar el futuro parece prácticamente imposible si no es como utopía imaginaria. Lo cierto, sin embargo, es que ningún sistema político-económico, hasta ahora, ha sido definitivo y lo impensable antes, en algún momento se hizo pensable, posible y real.
El capitalismo (en sus diversas adecuaciones) es uno de esos
sistemas político-económicos onmiabarcantes, y, como tal, se muestra a la vez
como superador de todo sistema anterior y como el único capaz de organizar la
vida en común actual. Y hasta ahora ha sido así. Pero eso no significa que
siempre vaya a ser así.
Hace veinte años que el capitalismo se deshizo del sistema
adversario (el comunismo que negaba la propiedad privada –fundamento del
capitalismo- y que pretendía organizar la realidad político-económica sobre la
base de la propiedad común) y se postuló como pensamiento único. Pero, al menos
en parte, ambos sistemas se sustentaban cada uno en el otro marcando sus
límites de manera que, caído uno, el otro perdió parte del apoyo que le daba
estabilidad y contención.
La actual crisis económica y financiera internacional puede
ser entendida como un tropiezo más del sistema capitalista que será superado
como lo fueron los anteriores. Puede ser. Pero también puede ser uno más de los
síntomas de su agotamiento. Si es así, toca pensar el futuro con un ojo puesto en
el presente crítico y el otro en la utopía.
* Publicado en Elplural.com. Opinión. 24.III.2009.
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