El ministro ese del 1,76, ese tertuliano al que el invisible Rajoy todavía no ha echado del ministerio de educación (minusculado mientras él lo ocupe) sin quererlo ha dicho algo verdadero: que las becas no son una limosna. Podía el peor valorado del gobierno haber utilizado otra palabra (regalo, o donación, por ejemplo) pero freudianamente le ha delatado/traicionado su lengua y ha dicho limosna.
Los tres monoteísmos del Libro presentan el mundo como algo inmundo y la vida como muerte; el placer, como vicio y el dolor, como virtud: expulsados del Paraíso nacemos sucios, deudores de por vida y debemos pagar esa culpa ancestral y heredada con dolor propio y presente. Por ejemplo, dando limosna que socorra a quien se le reconoce como desvalido y, sobre todo, que pague una parte de nuestra factura divina. Eso es la limosna siempre: un descargo de la conciencia del que la da y una ofensa para el que la recibe. Y ese esquema mental es el que está detrás de la lengua del que el Presidente Rajoy, tan invisible, no ha echado aún del MECD.
El Estado no da limosnas. El Estado, nuestro Estado, constitucionalmente lo es social, democrático y de derecho: social porque se auntoimpone la tarea de cubrir las carencias de quien no puede hacerlo por sí mismo; democrático porque eso es tarea del demos, de los ciudadanos, de todos nosotros; de derecho porque las leyes deben dar cuerpo y sostén a todo lo anterior. El Estado no da limosnas porque su tarea no es la salvación de los piadosos, sino la justicia de y para todos. Las becas no son una limosna, sino la forma en que los ciudadanos contribuyen a que quien no tiene recursos propios para pagar y sostener sus estudios pueda seguir estudiando.
A este que sigue siendo ministro parece que se le mezclan sus prejuicios de barrio con los de la parroquia y quiere hacer que los becarios se ganen su beca (la salvación) con cilicios (ese espinoso 6,50 mínimo), para que paguen su pecado de ser pobres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario