Rajoy, ese Presidente del Gobierno invisible, que casi solo se deja ver cuando sale fuera de España, a estas alturas debería haber entendido ya que lo que puede tumbar a su Gobierno no es la crisis económica, ni los recortes, ni los incumplimientos de su programa electoral. Lo que puede acabar con su Gobierno es la acumulación se sospechas de corrupción que apuntan a dirigentes y altos cargos de su partido, el PP, y quién sabe si no a él mismo, cuando aún no era el invisible Presidente que ahora es. Por muchas mayorías soberbias que tenga el PP, no podrá contrarrestar el daño que hace ver que Alcaldes, Presidentes Autonómicos, Ministros y altos cargos del Partido estén bajo sospecha (e investigación) por estar vinculados de una u otra forma a tramas corruptas.
Lo último, es la Providencia del Juez Castro preguntando a la Fiscalía (y a las partes personadas) si abre una pieza separada para investigar un posible delito de malversación de fondos públicos del que fuera Alcalde de Madrid y actual Ministro de Justica, Ruiz Gallardón, por los pagos que el Ayuntamiento de Madrid hizo a la empresa Nóos. A ver qué cara pone el Fiscal General. A ver qué hace ahora el Ministro de Justicia y tasas, piadoso fiscal experto en el alma femenina.
La crisis nos está machacando. Los recortes sociales nos están machacando. Las subidas del IVA nos están machacando. Y la prima de riesgo, y los mercados, y la Alemania de Merkel nos están machacando. Pero el invisible sabe que sabe resistir y que si resiste, gana (como tantas veces le ha pasado). Sin embargo, debería invitar a una cena privada en la Moncloa a Felipe González, para que en la sobremesa le cuente despacito cómo perdió el gobierno (y el poder el PSOE) cuando, por la torpeza de querer taparlo todo, se destapó una sensación de corrupción generalizada que se hizo insoportable para todos.
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