En los primeros ochenta del siglo pasado, cuando apenas empezaba a dar clase, trabajaba en un pequeño colegio privado del centro de Madrid. Un día, no sé cuándo exactamente, irrumpió un hombre como un huracán en la sala de profesores repartiendo puros (de dos tipos, los envueltos en celofán, que ofrecía y daba al personal no docente, y los metidos en tubo de aluminio, que nos ofrecía y daba a los profesores). Se presentó diciéndonos que era el padre de fulanito (uno de los alumnos) y el dueño de la famosa cadena de mesones menganita. Y resuelto esto nos lo soltó: vengo para saber cuánto cuesta que apruebe mi hijo. Amablemente le devolvimos los puros, le dijimos que nos acompañara a la puerta y le echamos de allí. Debo decir que el hijo del dueño (que hacía en ese tiempo los trabajos de bedel-telefonista-secretario-chicodelosrecados) se unió a nosotros en calidad de hijo-del-dueño para echarle de allí.
La historieta es real, o al menos es así como la recuerdo. Hacía tiempo que no recordaba aquello pero reviví aquella escena el día que vi las primeras noticias sobre eurovegas en Madrid y las primeras fotos de Sheldon Adelson, el Señor de los Casinos, con sus gafas negras. Me lo imaginé repartiendo puros de dos clases y preguntando cuánto le costaría que aprobaran construir en Madrid su hijo/negocio de juego y ocios para mayores, donde fumarse los puros y donde crear trabajos precarios para limpiar ceniceros y otros desechos con sueldos de saldo, y pagando impuestos de risa. Cosas de la memoria y de la imaginación.
El Consejero de Sanidad (?) de la Comunidad de Madrid, el ideólogo Fernández-L, ya pidió hace unos días que se modificara la ley del tabaco para que se pudiera fumar en esa Casa de Sheldon. Y ahora el mismísimo heredero/Presidente González González ha insistido en la misma idea. Aunque para que se note menos, ha dicho que si se cambia la ley se podrá fumar en todos los casinos, no solo en el de Alcorcón. Pues qué bien.
Es bien sabido que la fórmula el que paga, manda es la más grosera y casposa del capitalismo, pero es muy evidente lo enormemente eficaz que es para conseguir que el pagado se trague tantos sapos como el pagador le ordene engullir. Y a todo esto, el invisible Rajoy fumándose un puro.
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