Antes o después (y esperemos que sea antes) la izquierda europea, incluida la española claro está, tendrá que reconciliarse con el concepto de clase social, tan en desuso desde hace décadas, y, sobre todo, con el análisis marxiano en términos de lucha de clases, explícitamente olvidado para lograr aquel pacto social que inició el bienestar que ahora el fundamentalismo neoliberal está desmantelando con precisión quirúrgica.
Al menos desde Platón y hasta el siglo XIX, prácticamente todos los clásicos del pensamiento social, político y económico asumieron la existencia de clases sociales. Lo que distinguió el análisis marxiano de todo lo anterior no fue el reconocimiento de una sociedad dividida en clases sociales, sino el análisis de las relaciones entre esas clases: mientras que en el pensamiento clásico las clases se entendían como complementarias en una sociedad bien ordenada, en el sistema de Marx las clases son antagónicas y están en continua lucha porque sus intereses son opuestos e incompatibles.
Los partidos socialistas europeos (y algunos partidos comunistas) renunciaron al marxismo como método de análisis y de comprensión de la realidad, pero sobre todo renunciaron al marxismo como método de defensa de los intereses de los explotados, porque parecía que por fin había llegado el fin de la explotación de los asalariados, lo cual hoy ya es insostenible.
El neoliberalismo ha roto unilateralmente las reglas de juego pactadas, y la pobreza y la explotación cada día ganan más terreno, al tiempo que lo pierde la protección laboral y social del Estado. Aquella explotación de los asalariados fue enmascarada con un consumo fácil y la apariencia de clase media acomodada (clase media-alta, decían muchos estúpidamente) que dificultaba vivirse como obrero. Pero parece que eso se acabó y, al menos teóricamente, los explotados irán tomando conciencia de su explotación, de la clase a la que pertenecen. Por ahora, vergonzantemente lo llaman indignación, pero es lo que es. Quizá alguna izquierda sepa y quiera reconocerlo y marcar vías.
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