Como es evidente, no hay nadie más apto para hablar sobre las mujeres en general y sobre el matrimonio que un obispo: su amplia experiencia vistiendo faldas y sus años de matrimonio fiel con el celibato le avalan. ¿Quién mejor que un obispo para saber qué es lo esencialmente femenino? Quizá un ministro de Justicia y tasas, que también sabe mucho de mujeres y las defiende mucho mucho, más que ellas mismas, aunque ellas, pobrecitas mías, no lo sepan.
Son muy divertidos estos obispos que dicen cosas como si se las creyeran de verdad y como si a los demás nos importasen algo. A sus fieles, sí, se dirá. Pues ni eso: si así fuera no se verían en la necesidad de decir tantas santas necedades: en el matrimonio o en la virginidad, dice un tal Fernández, obispo de Córdoba, el corazón de la mujer está hecho para la maternidad, para proteger al ser humano, especialmente a los más débiles e indefensos [...] a ellas les ha sido encomendado el cuidado del ser humano, desde su concepción hasta su muerte. Ole. Ha dicho otros sinsentidos androcéntricos, pero no merece la pena seguir.
Lo cierto es que tienen que estar muy desconcertados estos ultracuras: resulta que ahora casi los únicos que se quieren casar, los únicos que reivindican el matrimonio y la familia tradicional son las parejas homosexuales que ellos abominan. Mientras que cualquier pareja heterosexual actual tarda en pensar casarse, si es que acaso llega a planteárselo, las parejas homosexuales hicieron bandera reivindicativa de su derecho al matrimonio en igualdad de condiciones, y a formar una familia. Y, claro, ahora estos funcionarios de dios andan descolocados.
El piadoso ministro Gallardón, para no dejarle fuera, se planteaba el otro día una pregunta profunda (me lo imagino con la mano en la barbilla y los ojos en el infinito): ¿es razonable que una menor no pueda beber alcohol y sí pueda abortar? La segunda pregunta, si acaso se la hizo, no la verbalizó: ¿es razonable que una menor no pueda beber alcohol y sí pueda ser madre? Pues eso, que cualquier día nos explican el sexo sin sexo de los ángeles.
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