Ni es una exculpación, ni pretendo minimizar la corrupción de la que nos vamos enterando casi cada día, en cualquier municipio, en cualquier institución, de cualquier personaje y que debe ser perseguida judicialmente y, si es posible, erradicada por completo. No pretende ser lo que sigue la estúpida coartada del mal de muchos. Pero sí quiero hacer una reflexión sobre el clima moral que vivimos desde hace años (no me atrevo a decir desde siempre) y que desde luego algo que tiene que ver con lo que está pasando.
No sé cuántos españoles -y yo soy uno- no han escriturado su piso por el valor real de su compra ni sé cuántos lo dicen con toda naturalidad al menos entre sus conocidos; no sé cuántos españoles han preguntado al comprar o vender una mercancía si con iva o sin iva, ni sé cuántos han elegido evitar una parte del impuesto o todo él; no sé cuántos en algún momento han manejado dinero, economía y trabajos sumergidos, ni cuántos han maquillado su declaración de hacienda; no sé cuántos españoles ante las noticias de todos los que han metido mano en la caja han pensado -y dicho- que si yo pudiera, haría lo mismo. No lo sé y me parece que prefiero no saberlo.
Ya sé que no son comparables los ejemplos que acabo de poner con el expolio a saco que parece que han venido haciendo, ladrillo a ladrillo, comisión a comisión, sobre a sobre, desde hace años y por todo el país los que realmente son poderosos. Pero, aun siendo distintos, sí describen un cierto tono moral de nuestra sociedad (y de nuestra mala educación) que asume como normales y no reprochables actos y actitudes que cualquier sociedad realmente cívica rechazaría.
No comparto la idea, cada vez más extendida, de que tenemos los políticos que nos merecemos, pero sí es evidente que tenemos a los que hemos elegido (en rigor, a los que fueron elegidos para que figurasen en las listas entre las que hemos elegido). No comparto la idea de que todos los políticos son unos corruptos y unos aprovechados, pero me indigna que los honrados -que seguro que los hay- no levanten la voz en sus partidos para denunciar corrupciones, a corruptores y a corruptos. Y desde luego no comparto para nada la idea de que los españoles somos así, aunque lamentablemente es cierto que hacemos eso.
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