
Ya sé que no es lo mismo, claro está, pero esa gravedad solemne premeditada me ha recordado a Aznar, también en la tele, diciéndonos a todos aquel mírenme a los ojos para convencernos de que había armas de destrucción masiva en Irak -aquello que se dijo para justificar (?) la guerra-. Está bien eso de hacer declaraciones solemnes, pero todos saben -todos sabemos, incluido quien las hace- que su valor como prueba es escaso, por no decir nulo (por cierto, que la ministra de Recortes en Sanidad, Ana Mato, ha utilizado la misma fórmula para negar que los gürtel le hayan regalado las fiestas de sus niños y otras cosillas).
También sé que el poder del Poder es mucho poder; que las garantías judiciales y la presunción de inocencia -de la que se ha quejado el espectro del invisible hoy: Ahora las infamias se disfrazan de presuntas, ha dicho- hacen difícil probar lo que se sabe ocultar y se oculta poderosamente.
Así que no sé si el invisible miente o dice la verdad; si no hay nada que ocultar o si alguien tiene medios para ocultar lo que haya que ocultar. Pero haya mentido o no, no se va a librar de la sospecha. Menos aún cuando todo apunta a que este asunto está movido desde dentro del PP para quitárselo de encima y poner a otra (en femenino, sí) con talentos.
Veremos el lunes próximo qué se inventa el invisible recortador para que los periodistas no le pregunten de estas cosas tras la entrevista con Merkel. ¿Habrá rueda de prensa? Ya veremos. Mientras, ya puedo decir que, oído lo oído, no digo amén.
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