viernes, 22 de febrero de 2013

DE LA CORONA ( II )

Pere Navarro, desde el PSC, ha pedido la abdicación del Rey en su hijo, el Príncipe de Asturias, para iniciar una segunda transición, provocando el estupor y el espanto de mucho PSOE (hasta Alfonso Guerra, que suele ser brillante y fino, ha salido al paso: no me representa en nada, ha dicho de Navarro) y el regocijo en IU (Llmazares, con buen sentido del humor -y del otro- le ha recordado a Pere que lo que hay que reclamar es la república, no la continuidad de la monarquía).

Pablo Sebastián y su fiel perro Marcelo, desde su República.com, llevan pidiendo (y previendo) la abdicación desde hace no sé cuánto tiempo ya. Y ahora, para más inri, Zarzalejos, monárquico de pro, desde elconfidencial.com no solo pide la abdicación, sino que afirma que el Rey se lo está pensando en serio. Así que la Casa del Rey ha salido al paso con una nota diciendo que nanay de la china, que de eso nada de nada: no tiene ninguna intención de abdicar ni existe en la Zarzuela plan alguno de este tipo, ha dicho un portavoz.

Se les pasa por alto a Navarro, a Sebastián, a Zarzalejos y al sursum corda que lo haya propuesto o pensado que la persona del Rey-o sea, el Jefe de Estado, el ciudadano Borbón y Borbón- es constitucionalmente inviolable y no sujeta a responsabilidad penal. Derecho -privilegio- que perdería al dejar de serlo. Y eso no va a ocurrir: de ninguna manera creo que esté dispuesto a perder esa inviolabilidad y a exponerse judicialmente a vaya usted a saber qué.

Para que ocurriese la abdicación antes se tendría que extender legalmente esa irresponsabilidad penal, provocando al menos dos consecuencias: alentar las sospechas de irregularidades y, sobre todo, iniciar el nuevo reinado con una hipoteca importante (aunque mayor era la hipoteca que traía el Rey ahora en entredicho).

Resumiendo, que tiene razón Llamazares (y muchos otros, claro) al decir que lo mejor sería no que el Rey abdicara, sino que terminase la anacrónica monarquía y fuese sustituida por una República. Así que, ¡salud!

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