Kant, en su Sobre la Paz Perpetua, recoge el que fuera lema de Fernando I, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico allá en el siglo XVI: Fiat iustitia, et pereat mundus. Literalmente, hágase justicia y que perezca el mundo. Más librente traducida -más ajustadamente- algo así como hágase justicia aunque se hunda el mundo. O sea, la justicia por encima de todo, sin paliativos, sin contemplaciones, cosa que, aparentemente, parece lógica. Sin embargo...
Sin embargo en El Salvador está prohibido el aborto y, por ello, abortar es ilegal. Una mujer joven gravemente enferma y embarazada de un feto anencefálico no viable (que inevitablemente morirá minutos después de separarse de la madre al nacer) pidió a la justicia que autorizaran realizar un aborto terapéutico no solo por las malformaciones del feto, sino también por el riesgo cierto para su propia salud o incluso su vida. Y la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia se lo ha denegado. El feto morirá poco después de nacer; la madre puede morir en el parto de un feto no viable, pero no puede abortar. Se lo han prohibido. Si interrumpe su embarazo podría caer sobre ella una pena de hasta cincuenta años y de doce para los médicos que la ayudaran.
Qué disparate. La justicia deja de serlo cuando es inhumana e inhumano es lo que están haciendo con esta mujer: se va a cumplir la ley, pero desde luego no se va a hacer justicia ni con la madre ni con el feto.
Detrás de toda esta locura están evidentemente las creencias religiosas e ideológicas de gente poderosa y piadosa (como en tantos otros sitios, lamentablemente) que imponen su moral obligatoriamente a todos, violando las conciencias y poniendo en riesgo la integridad física y moral de las personas. Es posible que esas creencias hayan hecho alguna vez algún bien, pero es seguro que hacen mucho daño, mucho mal. Si hubiera dios debería cesarles de inmediato.
Hegel entendió bien y rectificó sabiamente: fiat iustitia, ne pereat mundus (hágase justicia para que no se hunda el mundo).
Hegel entendió bien y rectificó sabiamente: fiat iustitia, ne pereat mundus (hágase justicia para que no se hunda el mundo).
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