viernes, 10 de mayo de 2013

TRES AÑOS DE DESCONCIERTO

Se cumplen ahora tres años de aquel 10 de mayo de 2010 en el que el entonces Presidente Zapatero renunció a las políticas propias del partido socialista y a las suyas hasta entonces y se rindió a las exigencias del capitalismo neoliberal impuestas por Bruselas, por eso que llamamos la troika. Un cambio de rumbo radical que él mismo sintetizó un par de meses más tarde: cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste, dijo, refiriéndose a las reformas necesarias, un eufemismo para no decir recortes sociales (y una prueba de su rendición).

Lo que vino después, ya lo sabemos: elecciones ganadas abrumadoramente por un Partido Popular que se limitó a recoger frutos sin necesidad de hacer nada, trastazo electoral del PSOE liderado por Rubalcaba y, desde entonces, una oposición errática e indecisa entre la crítica fuerte y los ofrecimientos de diálogo y de pactos -eso que Rubalcaba llamó oposición responsable-. Lo cierto es que esa oposición estaba lastrada por las políticas de los últimos meses del gobierno de Zapatero en la que muchos de los que se sientan en la bancada socialista participaron activamente, y, sobre todo, lastrada por la mayoría absoluta del PP que no necesitaría pactar nada de nada con nadie.

Y entre los socialistas -y no me refiero solo al partido- se ha mantenido durante estos tres años un sentimiento generalizado de desconcierto, de un no saber a qué atenerse ni qué hacer: si mantenerse fiel a un partido que necesita urgentemente una profundísima renovación que nunca llega a realizarse, o simplemente buscar nuevas alternativas de izquierda, de una izquierda nítida que reivindique y defienda políticas de izquierda sin matices (por viejas que le puedan parecer al ex ministro Sebastián, tan liberal él).

La situación, así, es tan estúpida como peligrosa. Estúpida porque el partido en el gobierno, el PP, pese a los recortes disparatados y antisociales que ha venido imponiendo (que ha venido a imponer, por mejor decir) sufre menos desgaste que el PSOE por su nebulosa oposición. Peligrosa en general, porque los ciudadanos desconfían mayoritariamente de los dos grandes partidos y de sus respectivos líderes; y peligrosa para el PSOE en particular, porque (no me cansaré de repetirlo) existe un riesgo cierto de que desaparezca o de que pierda toda relevancia institucional si permanece e insiste en la indecisión y sigue alimentando el desconcierto.

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