Ha sido hábil el ministro peor valorado del Gobierno, el tertuliano que Rajoy no echa del ministerio de educación, en el asunto de las becas. Hábil porque ha sabido ocultar el verdadero motivo. Hábil porque con sus frases desmedidas y su actitud provocadora ha sabido desviar la atención de la verdadera razón. Por eso seguramente no le echa el invisible, porque él sí sabe por qué se reforma el sistema realmente.
El ministro del 1,76 básicamente ha dado dos argumentos para defender su propuesta que endurece el acceso a las becas: el ahorro para el Estado (argumento recurrente para todo durante esta crisis) y la excelencia o el esfuerzo: que el becado se gane la beca. Todos los críticos, y yo mismo entre ellos, hemos caído en la trampa y hemos achacado la reforma al elitismo y al clasismo típico de la derecha española; al integrismo y al fundamentalismo neoliberal que nos están imponiendo desde este PP. Y, seguramente es eso, todo eso: el ahorro, el esfuerzo, el clasismo, el integrismo... Pero no solo eso.
Creo que el verdadero motivo es aumentar potencialmente la cartera de clientes de los bancos: endurecer el sistema de becas, reducir el número de beneficiarios, inevitablemente se resolverá o bien abandonando los estudios quienes no puedan pagarlos, o bien pidiendo un crédito universitario (similar al modelo USA, que llevan años intentando imponer). Créditos a largo, en condiciones aparentemente ventajosas, que por una parte fidelizan desde muy temprano a clientes que podrán acceder a puestos relevantes (titulados superiores, al fin y al cabo) y por otra permiten a los bancos una cierta desgravación fiscal (por su aportación social). No tardaremos en ver en la tele cómo los grandes bancos anuncian esos créditos como la panacea. Y eso es lo que ha callado el ministro dicharachero. Así se entiende mucho mejor el sentido de la medida, que es el de siempre: dar más capital al capital.
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